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Fantasía mudéjar y modernista en la capital turolense

La ciudad conserva intacta su estructura medieval Pablo Monguió diseñó las casas burguesas de hace un siglo

Teruel, Aragón.
Teruel, Aragón.Marce Redondo (Cinco Días)

Sí, la ciudad de Teruel existe, y además merece la pena conocerla. Tras años de justa reivindicación de los turolenses, la provincia y su capital, la menos poblada de España, con algo más de 35.000 habitantes, han quedado, al menos, situadas en el mapa.

En una atalaya próxima a la confluencia de los ríos Guadalaviar y Alfambra, se levanta Teruel por encima de los novecientos metros de altitud. Dentro de su recinto amurallado, el viajero descubrirá un centro histórico digno de un pausado recorrido.

Esta acogedora ciudad, que conserva prácticamente intacta su estructura medieval, atesora uno de los conjuntos más sobresalientes del arte mudéjar aragonés y español, reconocido por la Unesco en 1986 como Patrimonio de la Humanidad.

Y, sin duda, es el mudéjar, esa extraordinaria simbiosis del románico y el gótico y de los elementos decorativos más característicos de la arquitectura musulmana, alentada por los artesanos convertidos al cristianismo tras la reconquista, uno de sus mayores activos.

El mudéjar, los amantes y el jamón, son las principales señas de identidad de la capital turolense

Teruel tiene una de las dos catedrales mudéjares que existen en España; la otra se encuentra también en Aragón, concretamente en Tarazona (Zaragoza).

Dicen que la techumbre de madera de la nave central del templo de Santa María de Mediavilla, con pinturas que muestran a los personajes y los oficios del Teruel medieval, es la Capilla Sixtina de este arte arquitectónico.

Y la comparación no es exagerada; no hay otra maravilla igual en el mundo. No es un techo meramente decorativo, es el auténtico armazón sobre el que descansa el tejado.

En la torre de la catedral se mezclan los elementos románicos y góticos con el ladrillo y la decoración islámica: filigranas a base de ladrillo y cerámica vidriada.

Cuatro torres, además de la techumbre y el cimborrio del templo mayor, destacan en el conjunto mudéjar de Teruel. Dos de ellas, las del Salvador y San Martín, unen a su belleza arquitectónica y a su valor histórico un encanto especial: son las protagonistas de una hermosa leyenda, protagonizada por Zoraida, Omar y Abdalá, en una ciudad que está llena de leyendas. Un triángulo amoroso que, como no podía ser menos, tiene un componente trágico.

Como la historia de los Amantes de Teruel, Diego e Isabel, publicada por primera vez en el siglo XVI y que hoy es un reclamo turístico. Juan de Ávalos esculpió las estatuas bajo las que reposan los restos de los amantes en un mausoleo adosado a la iglesia de San Pedro.

La plaza del Torico, en Teruel.
La plaza del Torico, en Teruel.Marce Redondo (Cinco Días)

El mudéjar, los amantes y el jamón, son las principales señas de identidad de la capital turolense. Sin embargo, en Teruel hay mucho más que ver. Por ejemplo, sus joyas modernistas. El arquitecto tarraconense Pablo Monguió, discípulo de Gaudí, se encargó de diseñar las casas burguesas de hace un siglo, creando maravillas como la Casa Ferrán, La Madrileña o la del Torico, que forman el triángulo fundamental de una serie de edificios que se extienden por el resto del trazado urbano.

Teruel fue escenario de una de las batallas más sangrientas de la Guerra Civil: la batalla del frío. Quedó muy destruida y tras la guerra se iniciaron los trabajos de reconstrucción que modificaron parcialmente el urbanismo de la ciudad.

Sugerencias

Gastronomía. La aragonesa es una cocina contundente en la destacan especialmente el ternasco y el jamón, el producto estrella de dos de los platos más típicos que se pueden degustar en la ciudad: las delicias de Teruel y los regañaos. Hay también dulces tradicionales muy ricos como los suspiros de amante, pastelitos elaborados con queso, o los turrones artesanales, especialmente el de guirlache.

Planes con niños. La provincia de Teruel es muy rica en restos de dinosaurios. Sus fósiles se empezaron a descubrir y estudiar a finales del siglo XX. Es el origen de Dinópolis, un parque cultural, científico y de ocio dedicado a la paleontología, en general, y a los dinosaurios, en particular. Es, en realidad, el centro del llamado Territorio Dinópolis, formado por este parque principal, en las afueras de Teruel capital, y siete centros más en otras localidades turolenses. Es un buen plan para ir con niños.

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