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Tribuna
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¿Afectan las emociones a las decisiones financieras?

Es pretencioso pensar que los agentes económicos dejan los sentimientos para el fin de semana

GERALT (PIXABAY)

Es fácil aceptar que en nuestra vida familiar, con nuestros amigos o con nuestro club de fútbol demos rienda suelta a emociones y sentimientos, también en el arte o en la religión: puede ser emocionante escuchar el Mesías de Händel o ver pasar a la Esperanza de Triana por el puente sobre el Guadalquivir. Sin embargo, con frecuencia, tendemos a imaginar que un importante agente financiero actuando en Bolsa, un alto directivo en una multinacional o el presidente de un banco central procesan racionalmente las informaciones que les llegan y toman, basándose en ellas, las decisiones más correctas; además cuentan con equipos que les asesoran y ayudan en estos menesteres. De hecho nos enfadamos, y muchas veces con razón, cuando toman decisiones equivocadas que nos afectan negativamente.

Con todo, la persona que un sábado se emociona escuchando una ópera de Wagner y se indigna exageradamente el domingo con el árbitro en una jugada dudosa cuando su equipo va perdiendo el partido es la misma que el lunes decide lanzar una gran operación en Bolsa. No deja de ser pretencioso, por parte de los economistas, pensar que los agentes económicos son capaces de dejar su bagaje emocional para el fin de semana, actuando como fríos decisores racionales en sus operaciones económicas de los días de trabajo.

Ya Keynes hablaba de los “espíritus animales”, recogidos por dos premios Nobel de economía, George Akerlof y Robert Shiller, en su famoso libro Animal Spirits. Cómo influye la psicología humana en la economía: la economía no se rige solamente por motivaciones racionales; también intervienen motivaciones no económicas e irracionales.

Sin embargo, si pensamos en las finanzas que se explican en nuestras facultades de economía y en las escuelas de negocios veremos que mayoritariamente se sustentan en modelos fundamentalmente racionales, que dan lugar al “paradigma de los setenta”, donde se recoge el espectacular avance que se produjo entre principios de los cincuenta y finales de los setenta del pasado siglo. En mi opinión, compartida por otros autores, el avance científico en finanzas se ha ralentizado bastante desde los años ochenta; ¿es posible que hayamos confiado excesivamente en la racionalidad de los agentes?

Han nacido así las finanzas conductuales o finanzas de la conducta (behavioral finance), uno de cuyos más conocidos representantes, Richard Thaler, ha sido reconocido con el premio Nobel de economía de 2017. Dentro de esta línea se estudia, por ejemplo, cómo las emociones y los sentimientos pueden estar detrás de muchas decisiones, más allá de una estricta racionalidad. En nuestro equipo de investigación en Deusto Business School estamos trabajando en estos temas y nos hemos preguntado, verbigracia, por qué los gestores de carteras se acercan a la inversión socialmente responsable: ¿creen que eso aporta valor a sus clientes o es más bien una moda?

Pondré otro ejemplo: diferentes estudios han constatado una tendencia a que las gestoras de fondos dependientes de bancos cotizados apoyen la cotización del banco matriz en Bolsa cuando sus acciones sufren un castigo severo. Para algunos eso se debe a la presión de los directivos de la matriz sobre los gestores de fondos. Sin embargo, nosotros no somos de esa opinión y con mi colega Wojciech Przychodzen he tratado de estudiar esto desde las finanzas conductuales. Así, hemos confirmado nuestras hipótesis, en un trabajo publicado en el Journal of Behavioral Finance: más que las presiones son los gustos personales de los gestores de fondos los que hacen que compren acciones del banco matriz cuando estas caen mucho.

Parece que opinan deque el banco está siendo tratado injustamente por los mercados: ellos conocen bien su banco matriz, incluso puede que hayan trabajado previamente en él; hay muchas veces un sentimiento de confianza, incluso de aprecio hacia esa institución, por lo que les parece que está siendo maltratado por los inversores y la compra de sus acciones supone una buena oportunidad. Sin duda esta es una explicación conductualista, pero que nosotros creemos acertada.

Podrían ponerse otros muchos ejemplos, y se han estudiado casos muy variados. ¿No es lógico pensar que lo mismo sucede en política? ¿Puede un ministro olvidarse de sus sentimientos al tomar decisiones? ¿No hay muchas emociones alrededor del conflicto que estamos viviendo en Cataluña? El propio papa Francisco ha recordado en numerosas ocasiones que la racionalidad religiosa no debe ahogar los sentimientos de la religiosidad popular. Como decía Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.

Fernando Gómez-Bezares es catedrático de finanzas de Deusto Business School

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