El precursor de la psicodelia llega al Guggenheim
Más de 200 piezas, documentos y objetos se exhiben hasta el 13 de mayo La muestra reparte sus obras en tres salas
Es una figura inclasificable de la literatura y de las artes del siglo XX. Henri Michaux (Namur, Bélgica, 1899-París, Francia, 1984) tuvo una gran influencia entre los artistas y escritores de su tiempo, considerado, entre otros por André Gide o Francis Bacon, poeta de poetas y pintor de pintores. El artista, que se acercó a las sustancias alucinógenas con espíritu ascético y sistemático, para observar el comportamiento de la consciencia en condiciones experimentales, produjo febrilmente miles de obras sobre papel. De estas, más de 200 piezas, documentos y objetos se exhiben hasta el 13 de mayo en el Museo Guggenheim de Bilbao.
La muestra Henri Michaux: el otro lado, comisariada por Manuel Cirauqui, está organizada en colaboración con los Archivos Michaux de París. Abarca 60 años de actividad creativa y da cuenta de las series y periodos más importantes de su trabajo. Se trata de una mirada panorámica en torno a tres bloques temáticos: la figura humana, el alfabeto y la psique alterada. Reflejan el interés del artista por las ciencias, la musicología y la etnografía, a través de series como los fondos negros, los frottages [técnica artística que consiste en frotar un lápiz o pintura sobre un objeto a través de un papel], los movimientos y los dibujos mescalínicos, ampliamente representados en la muestra, en la que se incluyen piezas nunca antes expuestas.
Las obras se reparten en tres salas. En Apariciones y fantasmismo se pone de manifiesto la faceta viajera del artista, que accedió a la pintura gracias a las obras de Paul Klee y Max Ernst. Sus únicas herramientas, tinta y papel, serían sus primeros recursos en su aventura pictórica, en la que desarrolló técnicas como el gouche sobre fondo negro y el frottage, dedicándose al óleo y el acrílico en su periodo más tardío. De hecho, experimentó con las sustancias alucinógenas para experimentar, porque, decía, pintaba para sorprenderse.
Otra de las salas está dedicada a La vida de los signos, a los experimentos caligráficos que forman parte de la vasta producción gráfica de Michaux. Fascinado por las escrituras orientales, sobre todo por los ideogramas chinos, trabajó desde sus inicios en la creación de alfabetos inventados, sin correlación fonética ni semántica. De la práctica musical, a la que era aficionado, quedan sus dibujos, a modo de partituras.
El último espacio lleva por título Manipular la psique, que comprende el periodo maduro de Michaux, pero a la vez más experimental. Forma parte de un ensayo con mescalina, un alcaloide extraído del peyote, un cactus mexicano. Deslumbrado ante las mutaciones psíquicas y sensoriales de este tipo de sustancias, firma algunas obras literarias como Miserable milagro y El infinito turbulento, a la vez que produce minuciosos dibujos, que le encumbran como figura tutelar de la cultura psicodélica y de la mística underground. Aunque él siempre se definió como un sobrio bebedor de agua.