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Tribuna
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Ser sostenible también es rentable

Hay varios fondos socialmente responsables que superan ya en rentabilidad de media a los generale

Pixabay

Rentabilidad, rentabilidad y rentabilidad. Ese es el mantra que cualquier persona o empresa sigue cuando tiene que invertir su dinero. Y, precisamente, esa suele ser la justificación que muchas veces se utiliza cuando a alguien ajeno a la sostenibilidad se le plantea la posibilidad de invertir con criterios socialmente responsables.

“Si, es muy interesante, pero no es rentable. Lo importante de una inversión es su retorno y hay opciones mucho mejores”. Esta es una afirmación que todavía escuchamos con demasiada frecuencia. Sin embargo, como muchas de las cosas que se dicen sin un análisis en profundidad, no es rigurosamente cierta.

A día de hoy diferentes fondos de Inversión Socialmente Responsable (ISR) generan ya una rentabilidad superior, de media, a los fondos generales que no tienen en cuenta las características sostenibles en sus inversiones. Por ejemplo, referencias indexadas al S&P 500 se han visto superadas por índices con criterios sostenibles como el índice de responsabilidad social MSCI KLD 400, que se comercializa desde 1990 y que ha dado una rentabilidad media anual desde su lanzamiento, del 10,46%.

Esta realidad comienza también a notarse en el coste de financiación de las grandes empresas. Así, numerosas compañías empiezan a optar por instrumentos que permiten rebajar el coste financiero cuando su actividad cumple determinados criterios de sostenibilidad.

Este es el caso del denominado sustainability improvement loan. Se trata de un crédito cuyo tipo de interés además de indexarse a los criterios habituales (perfil crediticio de la compañía, plazo, importe, etc.), también lo hace a la calificación que concede una entidad independiente en materia medioambiental, social y de gobierno corporativo. Un precio que además puede fluctuar a lo largo de la vida del crédito en función de las variaciones de esa nota, incentivando al prestatario a mejorar la misma. Algo que termina generando la creación de un círculo virtuoso entre todas las partes involucradas.

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A nivel local esta opción ya ha sido elegida por compañías cotizadas en el Ibex 35 como Gas Natural o, más recientemente, Abertis. De esta forma, España sigue un camino que a nivel global cada vez es más sólido. Así lo confirma el último estudio publicado en 2017 por International Finance Corporation (IFC) según el cual ya se han concedido a nivel mundial en torno a 4.000 préstamos sindicados con algún tipo de criterio asociado a la RSC, por un volumen total de 141.000 millones de euros.

Adicionalmente a la financiación puramente bancaria, la sostenibilidad también es un criterio que están incorporando los grandes inversores institucionales a la hora de tomar sus decisiones. Los bonos verdes y su creciente cuota frente a la deuda tradicional así lo evidencian. Iberdrola es un claro ejemplo. Desde su primera emisión en 2014, ha conseguido cerca de 6.000 millones de euros a través de operaciones verdes. Gracias a esto se ha convertido en la compañía líder europea en este ámbito, desarrollando productos pioneros como el bono híbrido que ha cerrado recientemente. Este gran volumen se ha destinado a proyectos sostenibles vinculados con las energías renovables, los cuales ayudan en el objetivo global de reducción de emisiones de CO2.

Y aunque a veces al ciudadano de a pie este tipo de iniciativas le parezcan lejanas, es importante poner también en valor que muchos de ellos ya se están beneficiando de ellas en su día a día. Este es el caso de todos los que vivimos en la Comunidad de Madrid que, gracias a la emisión de 700 millones de euros en bonos sostenibles cerrada el pasado mes de abril, podemos disfrutar de una buena financiación para los servicios de sanidad o educación de la región. Este producto, que permite financiar proyectos sociales más allá del ámbito medio ambiental, permitió atraer nuevos inversores de toda Europa que duplicaron el objetivo fijado inicialmente y a un coste más bajo del habitual. Algo que ya ha impactado positivamente en el bolsillo de todos.

Este nuevo enfoque, está ayudando no solo a mejorar las estructuras de pasivo de las compañías e instituciones sino que está empujando la transformación de determinados sectores de actividad, como es el inmobiliario. Un área de negocio que ha conseguido crear una nueva categoría de activos, como son los edificios y proyectos respetuosos con el medio ambiente, que ha permitido ampliar / mejorar tanto su cartera como su abanico de inversores.

En el camino imparable que se ha iniciado, los bancos tenemos que asumir un rol determinante. No deberíamos limitarnos a ser meros proveedores de financiación (como en los ya citados sustainability improvement loans), sino que debemos convertirnos en facilitadores e impulsores de una nueva cultura financieramente responsable.

Este es el compromiso que valoran nuestros clientes, a quienes hay que ayudar a la hora de entender la necesidad de apostar por negocios responsables con su entorno y las comunidades con las que se relacionan. Y cuando no es posible hacerlo con estos argumentos, siempre podemos hablarles de lo rentable que es.

Íñigo Churruca es Director General de ING Wholesale Banking España y Portugal

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