El español quiere, pero no puede, ser feliz en la oficina
La felicidad con su trabajo es el primer factor de éxito para los empleados Sin embargo, solo el 32% se siente muy implicado con él
Por su propia naturaleza, el ser humano vive en búsqueda de la felicidad plena. Un concepto tan amplio como personal, ya que los factores que provocan dicha plenitud no son los mismos para todos. Al menos, se puede intentar alcanzar un grado óptimo de satisfacción. Empezando por el lugar donde más horas se pasan al cabo del día: la oficina.
Ambiente laboral, horarios y sueldo son, por este orden, los principales factores que decantan la felicidad en el trabajo, según el último informe realizado al respecto por Adecco. Y al menos en los dos primeros, la oficina, y en concreto, el puesto físico de trabajo, tiene un papel importante como generador de bienestar. Así lo explica el informe Human Experience, realizado por la consultora inmobiliaria JLL, en base a una encuesta realizada a 7.300 empleados de 12 países, 503 de ellos en España, una radiografía de la incidencia del espacio de trabajo en la felicidad y el rendimiento de los empleados. Un estudio que, en el caso de los trabajadores españoles, pone de relieve su escaso compromiso: solo el 32% se siente muy implicado.
Algo en lo que no solo influye la oficina, pero esta sí puede ayudar de forma directa a mejorarlo. “Hay que concebir el espacio de trabajo como una parte más del negocio. Un lugar donde los empleados tienen que sentirse llenos y empoderados. Son tu mayor activo y también tu mayor coste y hay que cuidarlos de la forma adecuada”, explica Guzmán de Yarza, director de Workplace Strategy de JLL y responsable del informe en su parte española. Para este, la oficina “debe ser un espacio flexible que permita al individuo formar parte de las decisiones y fomente las relaciones sociales”. Un lugar donde el trabajador se sienta comprometido, realizado y empoderado y que también le sirva a la empresa para reforzar su imagen de marca y su atractivo hacia el talento. Aunque el equilibrio entre ambos puntos, reconoce De Yarza, es complejo. “No puedes disfrazarte de lo que no eres, si no eres una empresa tecnológica no tienes por qué aparentarlo”, afirma.
Más espacios sociales
El camino a la felicidad en la oficina todavía es largo. Seis de cada diez trabajadores dicen no poder llevar a cabo sus tareas de una forma cien por cien eficaz; la concentración de empleados en las oficinas españolas es la mayor: cada trabajador comparte espacio con otros 72 compañeros, por los 45 de media global; y la disponibilidad de espacios innovadores es menor que en el resto del mundo, algo que provoca que el empleado pase el 70% de su tiempo en su mesa. “Potenciar los espacios sociales, más allá del rincón de la máquina de vending, es fundamental. Tienen que ser sitios que compitan con los bares o los Starbucks, espacios confortables que no parezcan una oficina”, describe De Yarza. El experto también apuesta por salas para el aprendizaje, para la desconexión, para fomentar la creatividad, para el trabajo en equipo o, simplemente, para hacer cosas que requieren más ruido, como una llamada telefónica.
En España ya se imponen las oficinas abiertas, pero estas están masificadas y restan eficacia al trabajo
Porque, como deja patente el informe, las oficinas abiertas ya son mayoría en España, un 56%, frente al 40% global, pero todavía le faltan aspectos por pulir, además de la excesiva densidad de trabajadores: fomentar la movilidad y favorecer la concentración. Para el 48% de los empleados españoles, las zonas que permitan una concentración plena deberían ser prioritarias. “En España se ha apostado por el open space, que permite que distintos departamentos puedan trabajar en la misma oficina, pero le falta aún complementarlo con espacios adicionales y con una política de trabajo más flexible”, apunta el directivo de JLL, para quien el entorno de trabajo se sustenta en tres bases: arquitectura, tecnología y cultura corporativa. Y es en esta última donde aún queda recorrido: “Muchas veces veo que se hace un diseño muy moderno pero la cultura no ha cambiado. Para conseguir esa felicidad hay que afrontar la definición de los espacios de trabajo desde esos tres puntos”, dice De Yarza.
O con un director de felicidad, un nuevo cargo ejecutivo que el 92% de los empleados querría incorporar a su empresa. “Alguien que engloba las tareas de recursos humanos enfocadas al desarrollo del talento, la gestión de espacios y otras funciones de management. Alguien que, de la mañana a la noche, se dedica a conseguir que los empleados trabajen de la mejor manera posible”, describe De Yarza, quien constata que es una figura más extendida en empresas del sector tecnológico. Una opción que tiene más respaldo que los espacios innovadores, sobre todo entre los trabajadores sin responsabilidades directivas. “Hay mucha rumorología que produce resistencias, se cree que se va a perder el puesto físico, etc. Pero para los que lo hacen todo son beneficios. Volver a la oficina celular ya no es planteable”, cierra De Yarza.