Perpetuarse en el cargo, malo para la empresa y el ejecutivo
El debate de limitar los años de gobierno encuentra símiles en la empresa Los expertos recomiendan un ciclo de entre tres y ocho años
Un periodo máximo de ocho años en la presidencia del Gobierno. Es la propuesta que presentó formalmente ayer el grupo parlamentario de Ciudadanos en el Congreso, con el objetivo de implantar una reforma legislativa para que ningún presidente del Gobierno pueda estar más de dos legislaturas seguidas en el poder, salvo que desde ese doble mandato hayan transcurrido otros cuatro años. En palabras del presidente de la formación naranja, Albert Rivera, uno de los objetivos es evitar que “alguien se apalanque en el Gobierno y que surjan cortijos y madres superioras”. Este periodo de ocho años, con algunos matices según la situación, encuentra su reflejo en el caso de la empresa, donde se miran con lupa los periodos que los directivos ocupan en un cargo, tanto positiva como negativamente.
“Los años de estancia largos en las compañías se valoran para bien y para mal. Por un lado, periodos relativamente amplios otorgan credibilidad y fiabilidad al ejecutivo, porque muestran que no es un mercenario que va saltando de proyecto en proyecto. Pero por otro lado hay que tener cuidado con ellos, ya que también pueden significar que el profesional se ha apoltronado en la silla”, explica José Antonio García, socio director general de Ackermann Middle Management, firma de búsqueda y selección de altos directivos. Por eso, prosigue este experto, en los procesos de selección suelen tenerse presentes los ciclos temporales que conforman la trayectoria del candidato. “Creemos que el tiempo óptimo está en torno a los cinco y siete años. Es el necesario para que un directivo coja soltura y agilidad y no se aferre al cargo”.
No obstante, matiza García, este ciclo recomendado no es una ley universal, y dependiendo del caso y del sector en el que opere la empresa, se recomienda que los periodos sean más o menos largos. “En empresas transgresoras, cambiantes e innovadoras, como las que operan en sectores tecnológicos o digitales, una estancia superior a los siete u ocho años se puede llegar a justificar sin problema, porque pueden surgir nuevos retos, proyectos e iniciativas que inviten al directivo a quedarse”. El caso contrario, ilustra García, se encuentra en las organizaciones más tradicionales y estáticas, como las del sector farmacéutico. “La novedad en ellas es mucho menor, y más de cinco o siete años pueden estar mal vistos”.
Pero el poder ocupar un alto cargo durante periodos que superen los ocho años “solo está al alcance de muy pocos”, como afirma Guido Stein, profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones del IESE. Estima que un periodo de entre seis y ocho años es el ideal para dominar todos los aspectos de la gestión de una compañía y para poder llevar a cabo su labor “de forma adecuada, cómoda y tranquila”. Pero al igual que estar mucho tiempo en un sillón puede llegar a ser negativo, al ejecutivo hay que concederle un plazo mínimo. “La madurez de un directivo en un puesto necesita tiempo. Y por debajo de tres años es difícil que uno pueda hacer algo decente”, explica Stein.
Por debajo de los tres años es difícil que uno pueda hacer algo decente
Pero eso no siempre depende solo de él. Al igual que el presidente de un Gobierno está sometido al control del Parlamento y, cada cuatro años, al del voto de los ciudadanos, el alto ejecutivo debe superar el escrutinio de accionistas y de la junta directiva. “A partir de los seis, siete u ocho años de gestión, para poder continuar hay que revalidar el puesto cada año con un entusiasmo redoblado y con capacidad de trabajo”, describe Guido Stein.
Solo así podrá cumplir los objetivos que le marque la empresa y, como consecuencia dar continuidad en el tiempo a su gestión. “Toda compañía se plantea unos retos y van ligados a los planes estratégicos. Es el primer ejecutivo el que los inspira y los plantea para conseguir que la compañía cree valor. Y normalmente están entre los tres y los cinco años”, plantea el socio de Mercer, Rafael Barrilero. Sin embargo, este cree que el control del cumplimiento de esos objetivos no es lo suficientemente riguroso en muchas compañías. “La junta o los órganos de control son un poco ajenos a las metas que se ponen desde el ámbito de la gestión. A veces esos grupos de control no tienen esa exigencia tan alta y priorizan que el control lo mantenga alguien de su confianza”, describe Barrilero, quien aboga por ligar “gestión con la voluntad de los accionistas, y de alguna manera supeditar el cargo a la consecución de los objetivos”.
Para ello, muchas organizaciones cuentan con mecanismos de auditoría interna, así como comités de investigación, “que vigilan la actividad de los consejeros e informan ante cualquier falta o incumplimiento”, recuerda Antonio Truan, profesor de Deusto Business School y especialista en buen gobierno. Donde sí hay limitaciones de carácter temporal que eviten el apoltronamiento, continúa, es en el caso de los conejeros independientes, “con un periodo máximo de permanencia, ya que la independencia de criterio se puede perder por el acomodamiento que provoca el paso de los años. En estos casos se estima que el tiempo máximo sea de 12 años, con reelecciones cada cuatro”, ilustra Truan.
Porque el acomodamiento tiene consecuencias. “Puede llegarse a un modelo de gestión muy personalista, muy enfocado al líder, en el que este crea sistemas de protección y se perjudica el control de la empresa”, opina Rafael Barrilero. Y también para el propio ejecutivo: “Las empresas buscan perfiles retadores, transgresores, que tengan inquietud... Cuando llevas mucho tiempo en la misma compañía, la riqueza de haber visto otros entornos se pierde. Además, el candidato deja entrever que carece de esta inquietud y curiosidad tan bien valorada”, apunta José Antonio García.
Cómo saber que es el momento de dejarlo
El profesor del IESE, Guido Stein, cree que hay síntomas e indicios que invitan a pensar al ejecutivo que ha llegado el momento de dejar el cargo. “Cuando uno piensa que lleva mucho tiempo, es que lleva demasiado. Y cuando otros piensan que lleva mucho tiempo, seguramente es que es verdad”.
Pero además, aspectos como el entusiasmo y la motivación deben ser parámetros fundamentales para evaluar la situación y tomar decisiones al respecto. “Cuando uno no es capaz de entusiasmarse con su trabajo como le pasaba al principio, cuando no se tienen ganas de aportar y de trabajar, o cuando se cree que se está haciendo una cosa rutinaria, sin cierta creatividad, son síntomas que indican que uno puede llevar mucho tiempo en el puesto”.