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Los mayores de 26 años ya no quieren estudiar una carrera

En esta edad, las matrículas en grado han caído un tercio desde 2013 Los másteres han crecido un 36% en este periodo

¿Qué estudian los mayores de 26 años?
Belén Trincado

Durante los años de constante destrucción de puestos de trabajo que ha vivido la economía española, incluso en el periodo actual de recuperación, se ha reforzado la idea de la formación constante para la mejora de la empleabilidad. Una forma de mantener las capacidades al día y de ser un perfil atractivo para las empresas.

En España, el 9,4% de la población de entre 26 y 65 años participó en alguna actividad formativa en 2016, según los últimos datos del Ministerio de Educación. Y en el curso 2016/2017, alrededor de 435.000 personas con una edad superior a 26 años estaban matriculadas en estudios universitarios, ya fuese de grado o máster. Un 11% menos que en el curso 2013/2014. Este descenso no es uniforme entre las distintas opciones con las que cuentan quienes quieren seguir estudiando, algo que confirma un cambio en la forma en que estos se acercan a la enseñanza universitaria.

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Los datos de los últimos cuatro cursos arrojan una primera conclusión: cada vez menos personas mayores de 26 años, es decir, gente que pasado su periodo natural de formación quiere continuar estudiando, eligen una carrera para hacerlo. Las nuevas matrículas en grados universitarios se han reducido en un tercio en apenas cuatro cursos: en el 2013/2014 fueron 109.154 personas de la edad referida las que eligieron esta opción universitaria, mientras que en el curso pasado la cifra había caído a 72.924. Un descenso que afecta, sobre todo, a la universidad pública. En esta, el retroceso de alumnado de estas edades roza el 40%: se ha pasado de 88.674 personas a 53.682. La reducción en la privada es mucho menor, del 6%, e incluso modalidades que pueden ser más solicitadas por personas que quieren compatibilizar su empleo con los estudios, como la universidad a distancia, también se han visto afectadas: las matrículas nuevas en este último caso han caído un 22% desde 2013.

Este descenso en nuevas matrículas también tiene su correspondencia en el conjunto de estudiantes ya matriculados en grados universitarios. Se ha pasado de 405.220 en el curso 2013/2014 a 319.372 en el 2016/2017, un 23% menos. Como en las primeras matrículas, la pública sufre la mayor caída. Un 24%. Las privadas, un 8%. Ya sea por necesidad o por interés personal, el grado ya no seduce.

Cuando se pensó Bolonia se quería que el grado habilitase la inserción laboral, pero la realidad no ha sido así

Juan Antonio Vázquez, de la Universidad de Oviedo

“Cuando se planteó Bolonia se quería que el grado tuviese un nivel formativo que habilitara para la inserción laboral. Pero la realidad ha dado la vuelta a esa intención. Ahora se percibe al grado como una condición necesaria, pero no suficiente”, afirma el catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Oviedo, y rector de este centro entre 2000 y 2008, Juan Antonio Vázquez. No es la única explicación de esta caída. Esta transformación también obedece a un cambio de tendencia: “Antes, muchos profesionales que ya estaban trabajando decidían completar su formación, ya fuese por afición o por obligación, con otra carrera. Ahora, esa segunda titulación en forma de grado se ha desinflado, impulsando otro tipo de estudios”, comenta Juan Hernández Armenteros, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Jaén y uno de los directores del tradicional estudio anual de la CRUE, La universidad Española en cifras.

Este experto se refiere al máster, un título que ha ido ganando peso paulatinamente en todas sus formas desde el curso 2013/2014, tanto en el número de estudiantes mayores de 26 años matriculados como en la oferta que lanzan cada curso las universidades. Si en el citado periodo eran 85.506 los matriculados en esta modalidad, la cifra aumentó hasta un 36% durante los siguientes tres años, llegando en 2016/2017 a 116.729 alumnos. El salto también se hace palpable en lo que se refiere al número de egresados mayores de 26 años, pasando de 18.052 a 25.548 titulados en el citado periodo, un aumento del 41%.

La segunda titulación en forma de grado se ha desinflado, dando paso al máster

Juan Hernández Armenteros, de la Universidad de Oviedo

Como en el caso de los grados, la diferencia entre los centros públicos y privados es considerable, a pesar de que el número de matriculados crece en ambos. En el curso 2013/2014 fueron 56.205 los mayores de 26 años matriculados en un máster de la universidad pública, pasando en 2016/2017 a 69.250. Esta subida, aunque del 23%, se queda corta al compararse con los números de los campus privados, que pasaron de tener 29.301 matriculados en 2013 a 47.479 tres años después, un ascenso del 62%. “Hay que recordar que para varios titulados, como el arquitecto, ingeniero aeronáutico o abogado, ese título ya es obligatorio, habilitante. Pero esto solo afecta a unas 15 carreras”, explica Juan Hernández Armenteros. Y en lo que respecta al resto de titulaciones, en las que el máster no es necesario sobre el papel, “las universidades se han puesto las pilas, con una oferta impresionante en muy poco tiempo, intensa y extensa, algo que también explica este aumento”, prosigue.

Las cifras le avalan: si en 2013/2014 el total de los másteres ofertados en España era de 3.306, en el último curso fue de 3.772, sumando 466 títulos. A esto se le añade, como recuerda el exprofesor visitante en Oxford y experto en gestión de educación superior, José-Ginés Mora, el boom que se ha creado en torno al máster, “un título que casi se ha convertido en moda, y que parece que todo graduado de hoy en día tiene que tener para dar el salto al mundo laboral”. Una idea que comparte Juan Antonio Vázquez, de la Universidad de Oviedo. “Se percibe al máster como la llave para el mercado laboral”, afirma.

A su juicio, la ventaja de estos estudios superiores radica en su flexibilidad y especialización, y en el hecho de adaptarse de forma más rápida a lo que pide el mercado. “En posgrado puedes captar muchas más demandas, actividades muy específicas, imaginativas y cambiantes. Pueden ser ofertados durante unos años y cambiar por las necesidades formativas”, lo que explica el rápido aumento de su oferta en los últimos años. Hernández Armenteros añade otros aspectos importantes, como una menor duración de tiempo respecto al grado y la posibilidad de cursarlo en cada vez más lugares. “Ya se puede estudiar un máster en casi cualquier ciudad”, apunta.

La universidad pública sigue mandando en lo que se refiere a la investigación

José-Ginés Mora, exprofesor invitado en Oxford

Precisamente, la adaptación a la realidad del mercado motiva el crecimiento de los estudiantes de máster en las universidades privadas, aquellas que por su idiosincracia facilitan más las cosas a los estudiantes: “Suelen tener más recursos económicos, mayores posibilidades en lo que a horarios se refiere y unos títulos más adaptados a las peticiones de las empresas. De cara a los estudiantes están mejor vistos”, afirma José-Ginés Mora. Precisamente por eso el máster privado ha ido ganando adeptos. Si de los 18.052 egresados en másteres en todas las universidades españolas en 2012/2013, 11.828 estudiaban en la pública y 6.224 lo hacían en la privada, las cifras han ido acercándose poco a poco. En el curso 2015/2016, último con datos disponibles, de los 25.548 egresados de máster, 13.851 fueron de centros públicos y 11.697 de privados. “Las privadas tienen una gran agilidad gestora: si deciden crear un nuevo máster, lo ejecutan. En la pública hay que discutirlo con muchos organismos, llegar a acuerdos, lograr permisos...”, dice Juan Antonio Vázquez, quien también señala la mayor capacidad de la privada para facilitar los estudios a quien trabaja, “con clases en fines de semana, estudios semipresenciales...”.

Pero no todo es un desinfle en la universidad pública. El doctorado se reivindica como alternativa pasando de un total de 15.450 matriculados en 2013 a 37.761 alumnos en 2016. En este salto, la universidad pública manda, aportando 14.591 y 35.655 estudiantes en los respectivos años. “La universidad pública tiene mucha más calidad en lo que se refiere a la investigación. Además, la inmensa mayoría de los doctores, una vez aprobada la tesis, mantienen los vínculos con la universidad u otros organismos públicos. El doctorado no se concibe tanto como una puerta de acceso a la empresa, y por eso en los centros privados su importancia es menor”, apunta José-Ginés Mora.

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