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Conde: “Leonard Cohen y Paco de Lucía fueron los clientes más fáciles”

Felipe Conde pertenece a la tercera generación de lutieres de la casa El precio de sus guitarras oscila entre los 2.000 y los 20.000 euros

Felipe Conde, en el taller en el que construye sus guitarras, frente al Teatro Real de Madrid.
Felipe Conde, en el taller en el que construye sus guitarras, frente al Teatro Real de Madrid.Pablo Monge
Pablo Sempere

Si los instrumentos musicales estuviesen tan valorados como los artistas que los tocan, las guitarras Felipe Conde serían tan conocidas como Paco de Lucía, Lenny Kravitz, Leonard Cohen, Cat Stevens o Al Di Meola. Y el pequeño pero acogedor sótano-taller del lutier Felipe Conde (Madrid, 1957), en pleno Madrid de los Austrias, frente al Teatro Real, sería uno de los lugares de paso de los amantes de la música. Allí trabaja el guitarrero, de la tercera generación de la familia, junto a su compañero y sus dos hijos, María y Felipe, el futuro de esta casa de lutieres con más de un siglo de vida.

R. Una guitarra Felipe Conde puede llegar a costar 20.000 euros. ¿Qué tienen de especial estos instrumentos?
R. Materiales, trabajo y construcción. El trabajo de un lutier es continuo, aquí abajo el tiempo no existe. Contamos con una gran variedad de plantillas y moldes, que utilizaron los anteriores guitarreros de la casa, que solo tenemos nosotros. También utilizamos materiales nobles y sensacionales, como el ébano verde, que logra unos sonidos espectaculares y unas sensaciones diferentes para el guitarrista, o el palo santo de Madagascar. Es un trabajo lento y minucioso, donde todos los detalles importan. Nunca hacemos una guitarra solo, siempre dos, porque en la fase de construcción hay momentos de espera, donde se necesita que fragüe la cola, que seque la madera, y para que no haya tiempos muertos y horas perdidas, mientras una guitarra se deja reposar, cogemos la otra para ir repitiendo los procesos, jugando con las maderas, llevándola hacia donde quieres... Por eso nunca hay dos guitarras iguales.
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R. ¿Cuántos instrumentos fabrican?
R. Tenemos una continuidad de dos guitarras al mes por persona, y somos ocho manos. El trabajo es lento, pausado, artesano y de calidad, produciendo lo mejor que uno sabe. Trabajamos además de forma manual, a veces con herramientas que tenemos que fabricar nosotros mismos porque no existen y, por lo tanto, no se venden. Por ejemplo, un calentador que utilizamos para doblar los aros de la guitarra y llevar la madera a la forma que queremos. También tenemos otras herramientas antiguas que sirven para llegar a ángulos muertos del instrumento y, sobre todo, el hándicap del material. La madera necesita de un secado natural de muchísimos años, algunas incluso de 40. Yo heredé la de mi padre y mis hijos heredarán la mía, y sin ella parte del proceso no se puede hacer.
R. ¿Se valora todo este trabajo?
R. Aquí no. La artesanía en España no se valora. Nosotros vendemos fuera el 90% de todo lo que fabricamos. De aquí solo se llevan guitarras los profesionales y, muy de vez en cuando, algún aficionado. No podríamos vivir de España, pero esto es algo endémico, porque mis antiguas generaciones vivieron lo mismo. Las mejores guitarras de Domingo Esteso [fundador del taller en 1915] están en Argentina y Estados Unidos; las de mi padre, en Japón, Estados Unidos y varios países de Europa, como Alemania, y las mías también. No valoramos lo que tenemos. Con el flamenco ocurrió lo mismo: cuando Paco de Lucía tocó en el Teatro Real a principios de los setenta ya lo había hecho en otros teatros mucho mejores, y aquí se rasgaban las vestiduras, sin reconocer esta variedad de la música.
No podríamos vivir de España, vendemos fuera el 90% de nuestras piezas
R. Llama la atención que todo esto ocurra en el país cuna de la música flamenca y la guitarra clásica.
R. La razón es que no se valora el trabajo, y cuando algo no se valora, no se paga. Aquí se invierte mucho tiempo, mucho dinero en materiales, en aprendizaje y muchas horas de trabajo, y eso es algo que hay que pagar, porque es de lo que vivimos. El trabajo del artesano es muy bonito, tiene esa parte apasionada y sentimental, pero si no puedes comer de él, lo dejas y te dedicas a otra cosa, no tienes más remedio. Por eso vamos a ferias internacionales, como la de Fráncfort, la de Los Ángeles u otras de Asia, donde exponemos y tratamos de mostrar nuestro trabajo.
R. ¿Qué significa para un pequeño taller familiar haber fabricado guitarras para Paco de Lucía, Leonard Cohen o Lenny Kravitz? ¿Cómo es trabajar para artistas así?
R. Que músicos de tal nivel pidan tus instrumentos es bonito, es el mayor orgullo para un artesano. Para trabajar con ellos depende mucho del guitarrista, del estilo de música que toca o si, por ejemplo, dentro del flamenco quiere el sonido tradicional o prefiere otros sonidos más nuevos, con más volumen y fuerza. Y aunque somos nosotros los que trabajamos, y a pesar de que el lutier deja en cada guitarra su marca personal por su forma de tratar la madera y resto de elementos, es el artista el que manda. Pero con los músicos de este calibre ocurre algo que no es normal, y es que son más fáciles que cualquier otro cliente, sorprendentemente. Cuanto mejor es el guitarrista, más facilidad tiene para elegir la guitarra, ve antes que ninguno si un instrumento le vale o no, si el sonido le gusta o es el que verdaderamente busca. Paco de Lucía y Leonard Cohen fueron de los clientes más fáciles con los que he trabajado. Paco llegaba, probaba tres o cuatro guitarras, y se llevaba una.
Cuanto mejor es el guitarrista, más facilidad tiene para elegir intrumento
R. Felipe Conde ha cumplido más de 100 años de vida. ¿Tiene futuro la artesanía?
R. De momento tenemos demanda y cola de espera. Los países tradicionales, como Estados Unidos o Alemania, siguen comprando, y se van añadiendo otros como Japón y Australia, que se van educando poco a poco en la materia. Yo soy la tercera generación del taller, pero hay una cuarta, con mis hijos, que se están formando y, tras haber estudiado sus respectivas carreras, están trabajando aquí. Lo importante es que mantengamos nuestra trayectoria guitarrera y el conocimiento en este trabajo, que es lo más importante, sobre todo porque un artesano nunca se deja de formar. Yo sigo aprendiendo. Yo heredé el taller de mi padre y mis hijos lo heredarán.

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Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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