La guitarra que revolucionó la música flamenca
Muchos flamencos acudieron al lutier para lograr mayor sonido en sus instrumentos La casa ha equipado a músicos de los Beatles, Narciso Yepes o Paco de Lucía
A finales del siglo XIX era habitual que los niños aprendiesen el oficio de sus padres y comenzasen a formarse desde muy pequeños para ocupar el lugar de sus progenitores. Sin embargo, otros planes tenía José Ramírez de Galarreta y Planet, fundador de la casa guitarrera José Ramírez, que desobedeció una de esas costumbres. Entró en un taller como aprendiz a la edad de 12 años, pero a diferencia de su padre, que era carpintero, él lo hizo en un establecimiento dedicado a la elaboración de guitarras, regentado por Francisco González, en la madrileña carrera de San Jerónimo.
Cronología
1882. Año de fundación de la casa José Ramírez. El primer lutier de la dinastía pasará a ser recordado, entre otras, por la guitarra de tablao, que revolucionó el mundo del flamenco.
1923. Muere José Ramírez I y se hacen cargo del taller su hijo José Simón y sus dos hijos, José y Alfredo Ramírez. Estas serán las dos siguientes generaciones de la familia guitarrera. José Ramírez III realizará múltiples experimentos para mejorar el instrumento, como la utilización de diferentes maderas y barnices, o la guitarra de diez cuerdas de Narciso Yepes.
1953. Nace el siguiente miembro de la dinastía guitarrera, que también llevará el nombre de su padre, su abuelo y su bisabuelo. En los años ochenta estudia sobre los cambios en los gustos sonoros de los guitarristas y en 1991 comienza a construir un instrumento con las características de su época, que pasará a llamarse guitarra tradicional. También, otra de un nuevo diseño, totalmente diferente a la anterior y adaptada a las nuevas tendencias. Será la guitarra especial, que junto a la tradicional, representan las dos líneas que hoy se siguen construyendo en el taller. En 1995 el establecimiento se muda de Concepción Jerónima a la calle de la Paz, muy cerca del antiguo local.
2000. Muere José Ramírez IV y se hace cargo del taller su hermana Amalia Ramírez, que junto a sus dos sobrinos, Cristina y José Enrique, ambos hijos de José Ramírez IV, dirigen el taller guitarrero. Junto a sus labores de reparación y construcción de guitarras, no faltan las de investigación, una de las señas de identidad de la marca. Destacan los dedicados a buscar nuevos materiales para aumentar la proyección, apertura y sostén del sonido.
Así comenzó a gestarse el origen de esta dinastía de lutieres, la empresa guitarrera familiar más antigua de España y una de las que más ha contribuido a la expansión de este instrumento por el mundo, armando con una guitarra a compositores como Agustín Pío Barrios, virtuosos como Narciso Yepes, clásicos como los Beatles, flamencos de la talla de Paco de Lucía o músicos como Mark Knopfler.
Muy rápido fue el aprendizaje de Ramírez, que con poco más de 20 años se independizó y se estableció en el Rastro madrileño como maestro lutier. En 1882, año de la fundación de la casa. Al poco tiempo se mudó a la calle Concepción Jerónima, donde continuaron sus descendientes hasta el año 1995. Ramírez, además de su trabajo como fabricante de guitarras, también se dedicó a enseñar el oficio en su taller, que sería el preludio de la posterior Escuela de Madrid de Constructores de Guitarras. Sin embargo, su mayor aportellegó cuando a su local se acercaron diferentes guitarristas flamencos con un problema común: la escasa proyección de sonido de las guitarras que entonces se hacían. Así, José Ramírez diseñó la conocida como guitarra de tablao, de diferente madera y con unas dimensiones algo mayores que las clásicas.
En 1885 nació José Simón Ramírez. Creció en el taller de su padre y además de aprender el arte de construir el instrumento, también aprendió el de saber tocarlo. Por eso, a los 20 años, el guitarrero guitarrista fue contratado para hacer una gira de dos años por América Latina, que finalmente se alargó a 20. Allí conoció a su esposa Blanca, con la que tuvo dos hijos, José y Alfredo, que pasarían a trabajar en el taller de Concepción Jerónima con su padre, tras la muerte de su abuelo José, en 1923.
El segundo miembro de la dinastía Ramírez trabajó con sus dos vástagos en una época complicada para ese y cualquier otro negocio. La Guerra Civil, con la ciudad de Madrid sitiada por el Ejército sublevado, dificultó la obtención de materiales y maderas para la construcción de guitarras, una situación que también continuó durante los primeros años de la dictadura. A pesar de ello, José Ramírez hijo, que trabajaba junto a su padre y su hermano Alfredo, no dudó en hacer experimentos para mejorar la guitarra como instrumento de concierto. Sus indagaciones dieron frutos interesantes, como el descubrimiento del cedro rojo para la tapa armónica en el año 1965, que más tarde fue adoptado por prácticamente todos los guitarreros del mundo, o un barniz a base de urea que mejoraba el sonido del instrumento. De entre todas estas contribuciones, una de las más conocidas es la guitarra de diez cuerdas, que desarrolló con la colaboración del virtuoso Narciso Yepes.
Una discusión que llegó al Museo Metropolitan de Nueva York
En los años en los que José Ramírez enseñaba a otros profesionales el oficio artesano de lutier, su hermano menor, Manuel, se convirtió en uno de sus alumnos. Aprendió la labor y a los 27 años, allá por 1891, decidió independizarse. Al comienzo, su idea era establecerse en París, pero por alguna razón cambió sus planes y abrió un local guitarrero en la madrileña Cava Baja, una decisión que sembró para siempre la enemistad entre los dos hermanos. Tras varios traslados, Manuel se instaló definitivamente en la calle Arlabán, no lejos del taller de José.
En poco tiempo, Manuel Ramírez se conformó un gran prestigio, y no solo como constructor de guitarras, sino también de violines. De hecho, llegó a ser nombrado lutierdel _Real Conservatorio de Madrid. Además, enseñó a otros el oficio, formando a muchos de los que más adelante formarían parte de la lista de los mejores guitarreros del momento, como Santos Hernández, Domingo Esteso y Modesto Borreguero.
Quizá otra de las causas que provocó la enemistad entre los hermanos es que Manuel se dedicara, también, a perfeccionar la guitarra de tablao de José. Poco a poco creó un instrumento que hoy sigue sirviendo de modelo a la hora de construir este tipo de guitarra flamenca.
Dado el éxito que también cosechó Manuel, fueron muchos los guitarristas y músicos que acudieron a su establecimiento en busca de un instrumento adecuado. Allá por 1912 entró en el taller un músico de aspecto extravagante pidiendo alquilar durante unas horas una guitarra de clásico, un encargo totalmente inusual en aquella época. Ante tal petición, el lutier decidió seguirle la corriente y le dejó una guitarra para que la probara.
Al escucharle, Manuel quedó prendado de su forma de tocar y le regaló el instrumento. Aquel joven músico, que por entonces tocaba en las terrazas de las tabernas de Madrid a cambio de un café, era Andrés Segovia, que más tarde se convertiría en uno de los más celebres concertistas de guitarra española. El instrumento que Manuel le regaló hoy está expuesto en el Museo Metropolitan de Nueva York.
Manuel Ramírez murió siete años antes que su hermano mayor, sin que nunca llegasen a reconciliarse. Su taller, a diferencia del de José Ramírez, no continuó con las labores de reparación y construcción de guitarras.