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La multa a Google es más moral que económica

Se entendía que las compañías dominantes podían favorecer sus servicios

Oficina de Google en Zurich (Suiza).
Oficina de Google en Zurich (Suiza).EFE

Tras fracasar en la creación de sus gigantes de internet, Europa está imponiendo restricciones al comportamiento de las empresas. Los 2.400 millones de multa a Google de Margrethe Vestager son un ejemplo de pensamiento creativo en la competición digital y enfadarán a Silicon Valley.

La Comisión Europea afirma que Google usó su dominio en la búsqueda online para favorecer su comparador de precios, mientras que sus rivales fueron relegados a puestos inferiores en los resultados. Y esto importa, pues como señala la CE, el 95% de los clics se realizan en la primera página, mientras que los primeros de la segunda solo reciben el 1%. Esto lleva a la caída del trafico para los competidores y a menos opciones e innovación para los consumidores.

Google puede resistir la multa –equivale a menos de medio punto porcentual de sus 666.000 millones de dólares de capitalización de mercado. La norma es más difícil de soportar. Hasta ahora, se entendía que las compañías con posiciones dominantes podían favorecer sus servicios si había otras opciones. A la mayoría de los consumidores les gusta el resultado. Imagine buscar una dirección en Google y no encontrar un mapa, sino una amplia selección de proveedores de mapas.

La nueva resolución da la vuelta a esta teoría lo que puede llevar a demandas regulatorias por acciones en otras áreas como el posicionamiento geográfico, la información de vuelos o la búsqueda local. Mientras tanto, la CE ha dejado a Google decidir cómo hacer las cosas correctamente. Si su solución no está a la altura, podría multarla con hasta el 5% de los beneficios diarios de la filial Alphabet –a unos 15 millones de dólares al día. Ahí es donde el coste y la acritud podría aumentar.

Vetager ya había mostrado una tendencia creativa –sobre todo cuando usó los acuerdos fiscales de Apple con Irlanda como prueba de comportamientos anticompetitivos. Ahora, como entonces, el resultado puede suponer desacuerdos políticos y palabras de enfado de las tecnológicas. Pero si Google, Facebook y Uber evolucionan, también debería hacerlo la regulación de estas. El cambio que estos gigantes se van a encontrar ya no será de un solo sentido.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción es responsabilidad de Cinco Días.

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