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Tribuna
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Turismo sostenible, ¿para quién?

El gasto de los visitantes lleva años a la baja y solo se compensa por el mayor número de llegadas

EFE

Inmersos en el Año Internacional del Turismo Sostenible, no puedo evitar reflexionar sobre el nivel de sostenibilidad de un modelo turístico como el nuestro. El año pasado volvimos a batir todos los récords, con más de 75 millones de visitantes. Además, las cifras de ocupación en Semana Santa superaron el 85%, por lo que todo indica que seguiremos pulverizando los registros de turistas este verano. Sin embargo, midiendo el éxito únicamente en el volumen de visitas, ¿no estamos dejando de lado la sostenibilidad?

Si no estoy equivocado, turismo sostenible significa turismo compatible con los recursos de los que dispone una región, una ciudad, un país, etc. Y España, aunque dice estar adaptada a la llegada de visitantes, tiene carencias claras derivadas de la presión que está ejerciendo la llegada masiva de turistas. No tenemos más que ver el caso de Barcelona, donde se superan ya los cuatro turistas por habitante; una saturación que está incluso generando un sentimiento de rechazo al visitante que viene de fuera, demostrando que si nos saturamos, nos agotamos como destino. ¿No va eso en contra de la sostenibilidad?

Lo cierto es que para ser sostenibles, debemos tener en cuenta la tasa de retorno. Por un lado, el retorno social, es decir, el bienestar que generamos en el destino que visitamos, y por otro, el retorno puramente económico o si la actividad turística genera rédito suficiente a la población residente en términos de empleo y riqueza y, por supuesto, de uso de los recursos disponibles. Sin embargo, al ver los resultados, las cifras revelan que hay mucho que mejorar.

Y es que el gasto per cápita de los turistas en España lleva años a la baja y solo se compensa por el mayor número de llegadas. Según los datos de la Encuesta del Gasto Turístico del INE, el visitante que recibimos, europeo en nueve de cada diez casos, apenas se deja una media de 132 euros al día. Un panorama muy diferente es el que dibujan los turistas de fuera de la UE que, aunque apenas suponen uno de cada diez, se gastan en un día lo que el comunitario en una semana. Por poner ejemplos, el visitante de Hong-Kong se deja más de 1.600 euros de media por acto de compra, el chino supera los 1.000 euros, mientras que el estadounidense roza los 800 euros.

Con estas cifras sobre la mesa, queda patente la necesidad de reorientar nuestro modelo para captar a estos mercados que ahora tienen una representación tan residual entre el volumen total de turistas que nos visitan. Es necesario reconfigurar el posicionamiento de España como destino hacia un perfil de viajeros que aporte más valor y considere la compra (en comercios, restaurantes, experiencias) una parte imprescindible del viaje. Debemos reorientarnos hacia un visitante que venga a disfrutar de nuestro país de una manera responsable y enriquecedora en lo económico y en lo social y que en lugar de vernos como un parque temático, sepa apreciarnos tal y como somos.

Esta es la razón por la que el turismo de compras es, posiblemente, el más sostenible. Poner a disposición de estos turistas una buena oferta premium, con servicios adaptados a cada nacionalidad, es iniciar un modelo inyectivo y que genere valor. Por lógica, menos viajeros gastando más dinero implica usar menos recursos y, por tanto, más empleo, impuestos y riqueza para país. Está demostrado que los viajeros que vienen de distancias más lejanas tienen una propensión mayor al gasto en el destino, y en general, no provocan desajustes de convivencia con las ciudades que visitan.

Superar el desconocimiento que tienen de España estos mercados de larga distancia pasa no solo por reforzar la coordinación entre administraciones y sector privado, sino también por aumentar el presupuesto destinado a la promoción en origen. El presupuesto de Turespaña era de 224 millones en 2009, frente a los cerca de 92 millones destinados el año pasado. No parece coherente que en un país donde el turismo representa el 11% del PIB y el 12% del empleo, dedique cada vez menos a la inversión turística.

Por eso, a pesar de la autosatisfacción que generan en determinados sectores las cifras de turistas que nos visitan, hay que tener en cuenta también cuánto gasta cada viajero. De lo contrario, el turismo español más que sostenible, será lo contrario.

Luis Llorca es director general de Global Blue España.

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