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Juan María Nin: “Hablar mal del Banco de España o de las instituciones es un suicidio colectivo”

“Si hubiéramos creado un ‘banco malo’ antes la situación no se hubiera deteriorado tanto” “La falta de respeto por nosotros mismos construye la imagen de Dijsselbloem”

Juan María Nin, ex director general de La Caixa.
Juan María Nin, ex director general de La Caixa.Pablo Monge

Pocos banqueros españoles tienen una carta de presentación tan amplia como Juan María Nin (Barcelona, 1953). Ha sido directivo en Banco Hispano Americano, en Banco Central, en Banco Santander, consejero delegado de Banco Sabadell y más tarde y hasta 2014 de CaixaBank. Ahora, arrastra una larga lista de consejos, entre ellos en el banco francés Société Générale, y colabora en diferentes universidades. Su pasión actual es la educación. Ahora su vida transcurre entre Madrid, Barcelona, Londres, París y Nueva York. Pese a ese continuo ajetreo viajero (por motivos profesionales), Nin ha tenido tiempo de escribir un atrevido y por eso puede que atípico libro de economía ('Por un crecimiento racional', Deusto) en el que se involucra en primera persona y sumerge al lector en los entresijos de una de las etapas recientes más duras de España, cuando primero José Luis Rodríguez Zapatero, y después Mariano Rajoy tuvieron que poner en una balanza si pedir un rescate para España o solo para el sector financiero, o incluso dar una patada para adelante a todo y ver qué podría suceder si mejoraba la economía. Estos acontecimientos le llevaron a conocer y mantener una trascendental reunión con Merkel que acabó favoreciendo a España.

R. ¿Qué le ha llevado a escribir este libro donde da su opinión sobre varias polémicas cuestiones y cuenta acontecimientos que podrían considerarse secretos de Estado?
R. Al terminar mi periodo en el grupo La Caixa y con más tiempo, y debido a mi vinculación con el mundo de la educación creí que podía escribir unas reflexiones personales sobre la crisis con un componente académico en un momento en el que el debate de las ideas está muy ausente. En 2008 entramos en el abismo y con las medidas que aplicamos ganamos tiempo, pero nos situamos en una trampa de la que hay que salir, en Europa seguimos en esa trampa. En esa lucha contra el tiempo creo que es muy importante una reflexión sobre cómo la deuda soberana y la privada que hemos acumulado en ese crecimiento exuberante y que es parte del crecimiento origen de la crisis opera como un gran agujero negro que curva los salarios. Dicho de otra manera, el libro expone que nos hemos apropiado de una parte del bienestar de la generación de nuestros hijos y de la siguiente generación.
R. ¿Cuál es el futuro que le espera a estas generaciones?
R. Estamos en el camino del tres por cuatro. Se podría decir que ese es el futuro, tres días a la semana por cuatro horas de trabajo por día. Porque los números dicen que en los últimos 50 años la renta del trabajo ha ido decreciendo en el reparto de la renta nacional anual. La presión que la deuda ejerce sobre el sector público y el privado vía fiscalidad para recaudar y pagar con impuestos la deuda, o vía pago de deuda en las empresas es una presión tan grande que ha derivado en que los niveles de productividad actuales generen una curvatura en el salario, por eso se produce el mileurista. No hay horizonte hasta que no reduzcamos esa deuda y mejore la productividad y haya esa condena del mileurismo para salvar el sistema del colapso al que le lleva la deuda. Necesitamos tiempo y un salto en la productividad del sistema. El mundo de la digitalización, de la robotización nos lleva a un mundo claramente mejor. ¿Cuánto tiempo falta para que esa productividad se lleve a cabo? Es una incógnita. Pero lo que sí digo es que el futuro pasa por la mejora de lo que se ha hecho, de una mayor solidez del sistema financiero, de una mayor capitalización del sistema económico en general y por una ganancia de la productividad en los nuevos sistemas.
R. En su relato, defiende la actuación del Banco de España durante la crisis y también en la actualidad.
R. Me parece muy mal lo que se está haciendo ahora con nuestras instituciones. Claro que en el momento del abismo, cuando la situación económica es extraordinariamente difícil puede ser que actuaciones aisladas hayan sido malas, pero lo que es profundamente injusto y, por supuesto, lo que es totalmente del género estúpido es confundir patología, fenómenos aislados con consideraciones generales o trayectorias institucionales impecables, y el Banco de España es una institución que ha tenido una trayectoria impecable, y la administración española ha sido considerada como una de las administraciones públicas mejores en el mundo. Todo lo que sea atacar a las instituciones y no distinguir personas concretas, momentos concretos es un atentado contra la población de este país. Es inaceptable. Y el Banco de España en su momento y en toda su gestión de crisis anteriores y en esta crisis actual no ha cometido más errores que otros bancos centrales. Muchos menos que otros países europeos a los que no se les ha atacado. Y su actuación, que yo he vivido en directo, y las personas que ahora están en entredicho, inspectores del Banco de España y miembros de la comisión ejecutiva a 14 horas al día tomando decisiones dificilísimas y con un rigor, que a mí me han parecido ejemplares. En el libro hablo bien de personas y de instituciones, incluido el Banco de España, porque lo contrario creo que es un suicidio colectivo que no conduce a nada.
R. En su libro descubrimos uno de los secretos mejor guardados de la crisis, y es que Merkel le eligió para que le explicara por qué la banca española necesitaba en 2012 solo 50.000 millones y no 260.000 como decían algunos informes.
R. En el mercado había una gran confusión. Se decía que el sistema financiero necesitaba entre 50.000 y 150.000 millones de euros, e incluso algunos informes apuntaban a 260.000 millones. Y en opinión de muchos ya no había salida ni para el euro, ni para Europa porque eran cantidades de dinero de la que no se disponían. Además, eso suponía intervenir un país que es la cuarta economía europea. Yo explico en una conferencia de Bildeberg que conocemos los errores cometidos en España, los tiempos y que no cometemos fraude. Aseguro que el problema de España es de 50.000 millones y no de 150.000 y, por lo tanto, estamos de acuerdo en que no se puede intervenir España y estamos seguros de que hay que hacer algo para salvar la situación y salvar el euro. Detecto que la posición americana es proeuro, y unos días después, cuando estaba en São Paulo, recibo una llamada del Gabinete de Merkel diciéndome que me esperaban al día siguiente para que les explique mis reflexiones.
R. Me llama a mí porque tiene que tomar una decisión sobre algo que no le pertenece, que es España y la situación en España, y quiere un contraste y los expertos alemanes que habían estado en mi conferencia le informan de que hay una persona del sistema financiero español con el que merece la pena hablar. Entonces yo llamo a Guindos para decirle que Merkel me ha llamado, y me comenta que se lo comunique también a la vicepresidenta y ella me dice que ese tema lo lleva directa y personalmente Mariano Rajoy. El presidente me contesta que directamente ese tema lo lleva Merkel, Obama y él. Entonces, le hablo de mi conferencia y le digo que no se puede llegar a los vencimientos de deuda de la semana siguiente (junio de 2012) sin resolver el problema porque se cae el castillo. Estamos de acuerdo, pero me dice que hable con otras personas. Y esas personas tienen la preocupación contraria. Si admitimos que necesitamos el dinero europeo para capitalizar una parte del sistema financiero español y ese dinero es tan importante que va más allá de lo que parece justo y razonable, no habrá renovación de deuda. La pérdida de confianza será total. Yo prefiero hacer algo. Y vuelvo a hablar con Rajoy y le digo que no se puede intervenir España, que se puede salvar la parte del sistema financiero, y que la cifra son 50.000 millones de euros. Aunque la cifra es insuficiente porque esa cifra no devuelve la tranquilidad a los mercados, que creen que es mucho más y hay que intervenir antes de los siguientes vencimientos de la deuda. Nos la jugamos. Rajoy toma la decisión, y me voy a Berlín con las instrucciones.
R. Cuando llego a Berlín le digo a Merkel que conozco muy bien el sistema financiero español, en el que llevo 30 años trabajando, y que la capitalización que necesita la banca española es de 50.000 millones, y que el Banco de España tiene razón. Ella dice que sus informes hablan de 150.000, 200.000 y 260.000 millones. La convenzo y entonces tenemos que encontrar el equilibrio para que los mercados se crean que España está rescatada. Entonces, nos ponemos de acuerdo, 100.000 millones de euros. He mantenido en secreto esta reunión porque me debía al mundo privado, ahora soy un hombre liberado, y me parece bien que se conozcan estas cosas. Tengo otra anécdota con Merkel. Se creía que Rajoy era como un estereotipo español, lleno de orgullo (lo que explicaba su resistencia a pedir un rescate parcial), por lo que le costaría aplicar el plan, pero inmediatamente le dije, no, no, Rajoy es celta (por su origen gallego) y se rio mucho.

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