Los resultados, el motor que revoluciona la Bolsa
Varias casas de análisis han corregido la estimación que tenían sobre el comportamiento de los beneficios de las cotizadas españolas
El crecimiento económico ha sido siempre el combustible que hacía arder a los beneficios de las empresas, y estos, los que alumbraban el comportamiento de las cotizaciones en la Bolsa. El mercado de acciones español dio un notable salto tras superar las dudas sobre la financiación pública con los ajustes fiscales de los años 2012 y 2013, pero se estancó posteriormente pese a que el crecimiento económico estaba muy consolidado. Las dificultades geopolíticas, las incógnitas sobre la economía china, la incertidumbre electoral, o la composición intensiva en banca de los índices españoles cuando las dudas sobre el sistema financiero europeo siguen flotando en el aire, han servido de excusa perfecta para mantener la renta variable española estancada, mientras que otros mercados, como el británico, el alemán o el norteamericano, se apresuraban a encadenar valoraciones máximas.
Tampoco ha ayudado la gestión pasiva de un buen número de empresas que han tardado en reconocer sus problemas, fundamentalmente de endeudamiento excesivo, y que tienen un peso muy relevante en el índice. Si antes de la crisis los analistas tenían tendencia a considerar que una empresa valía lo que su negocio reflejase en la cotización más su deuda, por considerar que era expectativa de negocio venidero, tras la crisis financiera la tesis ganadora excluía la deuda de la valoración de la compañía y comenzaba a considerarse incluso un lastre que complicaba la cuenta de resultados y dañaba la valoración de la empresa. Y todavía hoy, con los tipos de financiación en mínimo histórico, sigue considerándose la deuda como lo que es: un pasivo que puede lastrar el desempeño de los activos si el coste de financiación se mueve al alza, como es previsible, y sobre todo si ventas y márgenes no absorben con holgura su coste.
No obstante, la variable del crecimiento tiene ahora mejor crédito que hace un año en todo el mundo, con mejora importante de estimaciones; y lo tiene mucho mejor en España, donde, tras encadenarse cuatro años de subidas generosas, 2017 apunta a valores que estarán por encima de la previsión que Gobierno, instituciones internacionales y analistas le adjudican. Los datos del empleo de los dos primeros meses solo son compatibles con un ritmo de avance de la actividad superior al 3% interanual, y de mantenerse al menos hasta junio podrían asegurar tal desempeño del PIB para todo el ejercicio.
Esta posibilidad, junto con el registro de los beneficios de 2016 (que han crecido más de un 60% en las grandes empresas), augura una fortaleza superior aún en las cuentas de resultados de las compañías este año. Varias casas de análisis ya han corregido la estimación que tenían sobre el comportamiento de los beneficios de las empresas cotizadas españolas, con horquillas de avance del desempeño por acción que oscilan entre el 10% y el 28%. En las últimas sesiones las Bolsas de toda Europa, y la norteamericana también, han acelerado las alzas, estimuladas también por detalles como la subida inminente de los tipos de interés en EE UU, el repunte de la inflación, que en Europa ha llegado al 2% y podría adelantar también el cambio de sesgo de la política monetaria expansiva del BCE, o los programas de expansión fiscal que maneja la Administración Trump tanto en gastos como en ingresos, que bien podrían movilizar el consumo y la inversión.
Hay empresas españolas que son susceptibles de engancharse a cualquiera de estos detalles para convertirse en una buena idea de inversión. Algunas por el simple hecho de que son entidades financieras y están bien capitalizadas, y solo pueden ganar con una subida de tipos que estire los márgenes nominales del negocio bancario. Otras por tener presencia activa en las grandes economía maduras, pero sobre todo en EE UU, donde la inversión en infraestructuras puede convertirse en un argumento de la gestión económica los próximos años. Pero todas ellas porque el crecimiento está consolidado y el ajuste de sus ratios de deuda ajustado, de tal forma que los incrementos de las ventas, junto con las subidas de precios que la demanda puede ya encajar, pueden generar los avances de los beneficios de dos dígitos de los que hablan los analistas. Y con tales argumentos la apuesta por los valores cotizados sigue siendo la que menos riesgo de pérdida encubre y más posibilidades de ganancia muestra.