Pablo Avelluto: “La cultura no puede ser sinónimo de subvención”
El ministro argentino reflexiona sobre un país que quiere desprenderse de cualquier nostalgia
Desde que Mauricio Macri venciese en las elecciones presidenciales argentinas de finales de 2015, Pablo Avelluto (Buenos Aires, 1966) ejerce como responsable de la cartera ministerial de Cultura. Profesional de los medios de comunicación y de la industria editorial, apuesta por abandonar la visión nostálgica que de sí mismos tienen los argentinos para mostrarse como un país vivo y contemporáneo. Arco, la feria de arte de Madrid y de la que Argentina es país invitado, será la primera prueba de ello. Avelluto estuvo en la capital esta semana con motivo de la presentación.
Pregunta. ¿Qué le puede aportar Arco a las artes argentinas?
Respuesta. Le va a permitir poner el foco sobre una escena de una intensidad y diversidad notables y que estaba ausente. El diálogo entre Argentina y España en el cine ha sido muy fructífero, en la literatura, en la música... Pero en las artes visuales había dos ideas que chocaban con lo que queremos mostrar: que somos un país contemporáneo. La primera, una visión respecto a Argentina que tiene que ver con el pasado. Queremos mostrar la Argentina en la que están pasando las cosas, la de ahora. Por otra parte, pocos artistas argentinos lograron romper el cerco internacional. Pensamos que cuando todo esto sea visto en Arco, se va a formar un cóctel explosivo que va a fomentar el entusiasmo y la curiosidad por ver más. Queremos que se viva la experiencia argentina del presente, que es diferente, disruptiva y no tiene que ver con ninguna nostalgia.
Nos vemos como un país moderno, ilusionado conel presente, y eso se refleja en las relaciones conEspaña”
P. ¿El argentino es nostálgico?
R. No creo que haya tipos psicológicos asociados a nacionalidades. La nostalgia ha estado presente en un país construido a partir de inmensas corrientes migratorias, y esa idea puede haber estado en la producción cultural. La cultura es un artefacto de transformación permanente y el presente es ilusionante, diverso, no tiene prejuicios. La irreverencia de las obras presentes en Arco nos da una distancia de esa nostalgia. En Argentina se suele pensar que lo mejor ya nos ocurrió. El pasado hay que estudiarlo y conocerlo, pero ya pasó. Desde la crisis de 2001 la sociedad vive esa transformación. Los argentinos hemos ido construyendo maneras nuevas de pensarnos a nosotros mismos.
P. En apenas dos meses Argentina ha sido socio de Fitur, Madrid Fusión y Arco. ¿A qué responde esta estrategia?
R. La propia sociedad dijo basta, quiere recetas contemporáneas. Nos vemos como un país moderno, herederos de ricas tradiciones, de un pasado complejo, pero ilusionado con el presente. Estamos abandonando los supuestos que nos caracterizaron en buena parte del siglo XX: inestabilidad política, económica, dictaduras, quiebras... Es otro mundo, se piden otro tipo de liderazgos. Y eso está presente en la nueva relación con España, que tiene que ver con áreas estratégicas comunes, como el turismo, la gastronomía, las artes visuales, y recuperar un diálogo que nunca debió haberse interrumpido. Argentina y España son como esos familiares que han dejado de verse durante tiempo y de pronto vuelven a estar juntos y vuelven a hablarse. La agenda del presidente Macri en su próxima visita de Estado a España [el 21 de febrero] refleja una relación internacional madura y que está viva.
Entender la cultura pública como propaganda del poder es una idea propia del populismo. Es errónea y se ha demostrado inútil”
P. ¿Qué originó esa distancia? ¿Cree que Argentina ha estado aislada?
R. Una hipótesis es haber comprendido las relaciones diplomáticas con una idea de dominación muy obsoleta. Las dos partes tenemos algo que el otro necesita. Esa visión se expresó en un cierto aislamiento, y en la interrupción de una conversación que tiene que ser fecunda. Se perdió de vista la importancia de la conversación. Subestimar el diálogo fue muy perjudicial, en las relaciones internacionales y también dentro, generando fracturas donde no las había.
P. ¿Qué se encontró al llegar al Ministerio de Cultura?
R. Había un patrón de entender la cultura pública como propaganda del partido que estaba en el poder. Esa idea, muy propia del populismo y del siglo XX, de Latinoamérica y las dictaduras, no solo estuvo mal, sino también demostró que es inútil. La cultura no se construye de arriba hacia abajo, por mucho que lo hayan intentado los Gobiernos. Lo construyen las sociedades. Después de décadas de atajos, estamos tomando un camino que tiene que ver con las enormes dificultades de construir un proyecto de desarrollo.
P. El Gobierno de Macri es señalado como liberal en lo económico. ¿Cuál es su enfoque en cuanto a la subvención de la cultura?
R. No comparto las etiquetas. Hemos promovido una ley de mecenazgo que está en el Parlamento ahora mismo. Creemos que es una oportunidad para incrementar el apoyo de las empresas a este tipo de expresiones. No sé si esto es de izquierdas o de derechas. El Estado tiene un rol subsidiario en muchas disciplinas, en la medida que algunas de ellas no podrían existir. Pero el Estado tampoco puede reemplazar al mercado, porque caeríamos en problemas como la creación de una cultura oficial, que no es buena para la cultura. Ni la cultura puede ser sinónimo de subvención ni tampoco el Estado puede retirar su apoyo. Este puede poner las condiciones para que el mercado sea favorable y garantizar la diversidad de los que suben, y no como pasaba antes, que subían los amigos o los simpatizantes del poder de turno.
P. ¿Cómo enfoca Argentina las relaciones con la Administración Trump?
R. Las relaciones van a continuar. Aún hay que ver si las medidas anunciadas se implementan, si avanzan y en qué dirección. Yo soy producto de toda esa gente que tuvo que irse de un lugar para garantizar el futuro de su familia. Entendiendo la necesidad de seguridad y de protección que tienen los Estados, también entiendo que vivimos en un mundo en el que la gente se mueve. Articular ambos objetivos debe hacerse con cuidado. Confío en Estados Unidos, en sus instituciones, en su sociedad y en su cultura, de la que soy un profundo admirador.