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Industria farmacéutica
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trump vs. laboratorios: primer ‘round’

El presidente electo ataca a las compañías farmacéuticas por el elevado precio de los fármacos y por la fabricación en el exterior

Donald Trump
Donald Trump, el pasado viernes.Reuters
Alfonso Simón Ruiz

Sus vecinos mexicanos, los medios de comunicación, los servicios de inteligencia, los fabricantes de coches... todos ellos dianas de los disparos verbales de Donald Trump, presidente electo de EEUU. La última víctima ha sido la industria farmacéutica, un sector que se las prometía muy felices con el republicano frente a Hillary Clinton, la más batalladora –a priori– frente a los laboratorios farmacéuticos.

Trump aseguró la pasada semana en su primera y abrupta rueda de prensa como presidente electo que las empresas farmacéuticas “han salido impunes de asesinatos” –textual– por los elevados precios de los medicamentos. Inmediatamente, las compañías comenzaron a caer en Bolsa.

Rebajaba así rápidamente la euforia de los laboratorios. Mientras el mundo seguía boquiabierto en noviembre con la victoria de Trump, las compañías farmacéuticas y biotecnológicas vivían unas alzas en Bolsa desconocidas en los últimos meses. Creían haber dejado atrás la pesadilla Clinton, que reiteradamente había pedido una regulación en las ventas de los medicamentos, tras varios abusos denunciados por pacientes y congresistas sobre terapias que disparaban sus precios de la noche a la mañana.

El mercado farmacéutico estadounidense es muy especial. A diferencia de Europa, los precios no están regulados. Eso provoca que el gasto en terapias allí alcanzara en 2016 los 438.000 millones, con datos de la consultora QuintilesIMS. Si se compara con los 142.610 millones de la suma de los cinco grandes países europeos (Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España), que ofrecen una población similar en el entorno de los 315 millones de habitantes e incluso unos mejores resultados en salud, la cifra es exageradamente abultada.

En la rueda de prensa, el presidente electo señaló la necesidad de incluir mecanismos de subasta pública. “Las farmacéuticas tienen un montón de lobistas, mucho poder y hay pocas subastas. Somos el mayor comprador de medicamentos del mundo y todavía no pujamos adecuadamente”, apuntó.

La realidad es que el Gobierno de EE UU tiene prohibido por ley negociar los precios de medicamentos para evitar un abuso de poder. Solo puede hacerlo en una parte del programa asegurador público de Medicare –para personas mayores de 65 años–. El mayor comprador son las aseguradoras médicas (44% del total del mercado), seguido de los programas públicos Medicare (35%) y Medicaid (6%) –en este caso para personas con pocos recursos–.

Al día siguiente de la rueda de prensa, a las 7 de la mañana, inversores y empresas ya tenían encima de la mesa un informe de Morgan Stanley en el que advertía de algunas de las consecuencias de las medidas esbozadas por el republicano. La propuesta de subastas tendría un efecto directo en los resultados de las compañías. “En el peor escenario, la negociación podría significar una reducción del 4% en ingresos y un 15% en beneficios”, señala el banco de inversión en el documento. Curiosamente, algunas firmas como Allergan, Johnson & Johnson y Abbvie ya han anunciado una autorregulación.

Aunque Trump no solo habló de precios: “Tenemos que hacer que la industria farmacéutica vuelva. Nuestra industria ha sido desastrosa. Suministra medicamentos pero no los fabrican aquí”. Estas palabras concretas son muy similares a sus ataques a la deslocalización de las empresas del motor y en línea a su visión proteccionista del mundo, donde peligra el futuro tratado TTIP entre la UE y EE UU. Este golpe iba directamente a la mandíbula del gigante Pfizer, que el pasado año intentó una fusión con Allergan únicamente por motivos fiscales, ya que trasladaría su sede a Irlanda, y que la Administración Obama bloqueó.

La realidad es que solo una parte de los principios activos y genéricos se fabrican en Asia, mientras que Europa y EE UU siguen manteniendo las grandes multinacionales: desarrollan la costosa I+D y mantienen plantas punteras en los países desarrollados, sobre todo para los medicamentos más innovadores.

Es difícil adivinar cómo unas medidas proteccionistas pueden afectar a la producción y a la competitividad. En este caso, tal vez los más perjudicados sean el eslabón más débil: aquellos fabricantes de bajo costo en Asia. Respecto a España, EEUU es el tercer país importador de nuestros fármacos, tras Suiza (sede de Novartis y Roche) y Alemania (Bayer y Merck). En 2015 se exportaron medicamentos a EEUU por valor de 910 millones, según datos de Farmaindustria, lo que representa el 8,2% del total, una actividad que podría verse afectada solo si realmente se ponen en marcha unas políticas proteccionistas.

Los análisis del sector, de momento, no coinciden en señalar a quién afectará la embestida trumpiana. Los laboratorios de fármacos innovadores apuntan a los fabricantes de genéricos que producen fuera de EE UU. Los de genéricos, a su vez, miran a los que desarrollan la I+D, pues son esos los más caros para el paciente. En España, mientras tanto, las compañías se han puesto de perfil, esquivando unos golpes que asumen que no van dirigidos contra ellas.

Grifols, por ejemplo, que tiene en EE UU su principal negocio y producción, ha destacado que los anuncios de Trump son especulaciones y muchos de ellos han de obtener el visto bueno de las cámaras. Incluso ha aclarado que la promesa de rebaja fiscal para las empresas allí –de donde surge el 65%de su facturación– puede beneficiarles. Aun así, al día siguiente de la comparecencia del presidente electo, como todo el sector, la cotizada en el Ibex 35 se resentía en su valor de cotización.

Aunque desde el punto de vista europeo el control en los precios abusivos parece una medida que ayudaría a introducir cordura (sostenibilidad para el sistema, para las aseguradoras que pagan parte de la factura y para los propios laboratorios a largo plazo, además de otorgar el acceso a los pacientes), no encaja con la mentalidad de libre mercado en EE UU. Morgan Stanley recuerda que los colegas republicanos de Trump en el Congreso rechazan mayoritariamente el control de precios y las subastas. Incluso aporta un detalle significativo: “El vicepresidente electo Mike Pence es el actual gobernador de Indiana, donde [el laboratorio] Eli Lilly es el mayor empleador”.

De momento, Trump –que también ha apoyado anteriormente la sinrazón de los grupos antivacunas basados en argumentos sin base científica– ya ha agitado al sector con unas pocas palabras y antes incluso de llegar al cargo. Igual que otras industrias, los laboratorios esperan a ver si el incendiario verbo del magnate se convierte en políticas reales y si funcionan los mecanismos de contrapoder en las cámaras legislativas. Por ahora, es el primer round.

Sobre la firma

Alfonso Simón Ruiz
Graduado en Economía y máster de Periodismo UAM / EL País. En Cinco Días desde 2007. Redactor especializado en información empresarial, especialmente sobre el mercado inmobiliario, operaciones urbanísticas y, también, sobre la industria farmacéutica y compañías sanitarias.

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