La OIT alerta de la desigualdad salarial en las empresas
El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) revela cómo el salario en los países desarrollados aceleró su avance en 2015 mientras se frenó en los emergentes
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha publicado hoy una nueva edición de su informe mundial sobre salarios en el que además de analizar qué hicieron las remuneraciones de los trabajadores en 2015, centra su análisis en las desigualdades que persisten en el lugar de trabajo y entre unas empresas y otras.
El estudio subraya en primer lugar que tras la crisis financiera del periodo 2008-2009, el crecimiento del salario real mundial comenzó a recuperarse en 2010, pero volvió a desacelerarse a partir de 2012, para caer en 2015 del 2,5% al 1,7%, su mínino en cuatro años. Si se excluye a China, el avance del salario real disminuyó del 1,6% en 2012 al 0,9% el año pasado.
Sin embargo, ese dato esconde dos realidades bien distintas. Mientras en los países emergentes y en desarrollo los salarios frenaron su incremento en 2015 al pasar del 6,6% de 2012 al 2,5%; en las naciones más desarrolladas del G-20 la mejora de las retribuciones repuntaron desde el 0,2% de 2012 al 1,7% en 2015, la tasa más elevada del último decenio.
La segunda parte del estudio aborda la desigualdad que se detecta en el lugar de trabajo. La desigualdad salarial de un país puede medirse de distintas formas. El informe clasifica en orden ascendente a todas las personas asalariadas de un país en función de su salario, y las divide en 10 grupos (deciles) o 100 grupos (percentiles), y explica que en la mayor parte de los países los salarios van subiendo paulatinamente en casi toda la distribución salarial, aunque al llegar al 10% superior se registra un aumento drástico, en especial en el caso del 1% de asalariados con el nivel máximo de remuneración.
En Europa, por ejemplo, el 10% mejor remunerado percibe un promedio equivalente al 25,5% del total de los salarios abonados al total de trabajadores de los respectivos países, casi tanto como lo que percibe el 50% con menor remuneración (29,1%). A este respecto, el informe indica que los salarios y la desigualdad entre ellos no vienen determinados solo por el perfil de las personas en términos de competencias (como el nivel de instrucción, la edad o la antigüedad en el puesto), sino que hay otra serie de factores determinantes, entre otros, el género, el tamaño de la empresa, el tipo de contrato y los sectores a los que pertenecen los trabajadores.
Las estadísticas descriptivas de una muestra de países desarrollados y en desarrollo documentan que un título universitario no garantiza necesariamente un empleo bien remunerado; que los sectores inmobiliario y financiero destacan entre los que tienen trabajadores con niveles máximos de remuneración; y que la proporción de mujeres no deja de reducirse a medida que se asciende hacia los deciles mejor remunerados.
El análisis de la OIT concluye que en EE UU la mayor parte de la desigualdad salarial se puede atribuir a la desigualdad en las compañías y en menor medida a la desigualdad entre compañías, aunque ambas aumentan a ritmo similar. En este contexto, la OIT propone fomentar un mayor crecimiento salarial allí donde sea posible, impulsando alzas que reflejen mejor el crecimiento de la productividad.
"Allí donde sea económicamente factible, debería apoyarse o incluso fomentarse más el mayor crecimiento salarial. Esto no es posible en todos y cada uno de los países, pues en algunos el mayor crecimiento de los salarios supondría un aumento de los costes laborales de forma insostenible para las empresas y el empleo, y podría causar una reducción significativa de las exportaciones o las inversiones. Por lo tanto, se necesitan planteamientos diferenciados adaptados al perfil de los países", explica el estudio.
Así, esta organización establece que hace falta una "actuación fuerte y ambiciosa para que en todos los niveles se apliquen políticas que aseguren un crecimiento salarial sostenible y una proporción justa de los frutos del progreso para todos". En este marco, apuesta por la complementariedad que representan los salarios mínimos y la negociación colectiva como herramientas normativas.
Además, en los últimos años se han planteado o ejecutado nuevas propuestas e iniciativas para resolver la creciente desigualdad entre las empresas, en particular, entre los compradores y sus subcontratistas, a fin de asegurar la inclusión de todas las partes de la cadena de suministro en los convenios de negociación colectiva.
A escala internacional, algunas empresas han subrayado la dificultad de aumentar los salarios en un clima competitivo en el cual los compradores pueden comprar al precio más barato. Una iniciativa interesante al respecto es la decisión de algunas importantes marcas internacionales de emprender una iniciativa conjunta con los fabricantes y sindicatos de los países productores de prendas de vestir para promover la negociación colectiva entre varios empleadores del ámbito sectorial.
En vista de la magnitud de la desigualdad salarial en las empresas documentada en el informe, resulta obvio que las empresas tienen un papel que desempeñar en la autorregulación para que la desigualdad salarial se mantenga dentro de límites socialmente aceptables. Muchos directivos ejecutivos establecen efectivamente su propia remuneración; así pues, con frecuencia los accionistas no han tenido la posibilidad de asegurar que esos cargos se remuneren de modo justo y acorde con los valores sociales, o incluso en función del rendimiento de la empresa. La OIT estima que "las empresas sostenibles participan en el diálogo social y buenas relaciones laborales como la negociación colectiva y la información, consulta y participación de los trabajadores. Estos son instrumentos eficaces para crear situaciones en las que todas las partes salgan ganando, ya que promueven valores comunes, la confianza y cooperación, y un comportamiento socialmente responsable".