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El Foco
Tribuna
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‘Brexit’: algunas falsas ilusiones

Si hay un éxodo bancario, la opinión del sector financiero y de los políticos es que el ganador no está en Europa

Thinkstock

En mi artículo del pasado 13 de julio, Una hoja de ruta para Theresa May, indicaba que había una posibilidad de una alternativa al brexit: un segundo referéndum, que requeriría una petición con más de cuatro millones de firmas, y una decisión del Parlamento de derogar el acta de ingreso en la UE, que podría provocar una convocatoria electoral en la que los propermanencia podían ganar e invertir el referéndum.

Hace unos días se ha iniciado un pleito por Gina Miller, que dirige una investment startup, y Dier Dos Santos, un peluquero, precisamente en ese sentido: buscando forzar al Parlamento a votar antes de accionar el artículo 50. Para ellos, que May intente accionar el brexit por su cuenta es como “un gancho que pisotea siglos de legalidad precedente”.

Para los partidarios de permanecer en la UE, el Parlamento debe ser preguntado con la misma pregunta del referéndum. Sin embargo, el fiscal general británico, Jeremy Wright, dijo a los tres jueces en la audiencia del caso “que desean invalidar la decisión tomada ya para salir de la UE, que ese reto equivale a la más elemental interferencia con la democracia: dar la vuelta a los resultados del referéndum del 23 de junio. Accionar el artículo 50 del Tratado de Lisboa de la UE es irrevocable”.

La corte no tiene fecha fijada para su decisión, pero debe dar tiempo para que las partes puedan, en su caso, acudir al Supremo. Personalmente, soy pesimista sobre que ese proceso pueda salir. Yo también tenía esa ilusión.

Pero sigamos con otras ilusiones. He leído recientemente diversos artículos sobre las posibilidades de traer a Madrid parte de la actividad de la City. Se daban argumentos especialmente de tipo urbanístico. También la cercanía del puesto de trabajo a la vivienda. Parece que no se sabe que cada día se trasladan 700.000 personas en tren a Liverpool Street Station para trabajar en la City, muchas con cerca de dos horas de ida y vuelta. Y no pasa nada.

Se ha hablado mucho más de Fráncfort, sede del BCE, o de París. Pero si al final hay un éxodo bancario –todavía por confirmar–, la opinión general del sector financiero y de los políticos es que el último ganador no está en Europa. Aunque esta pueda llevarse algunas operaciones para satisfacer las reglas regionales y trabajar en su zona horaria, el ganador final puede estar a 5.600 kilómetros, en Nueva York.

"Ya ha empezado el movimiento de personal no clave de algunos bancos de Wall Street de Londres a EE UU o Asia”

Para cualquiera que haya trabajado en la City o en Nueva York, las razones son claras. Esa ciudad rivaliza con los hubs financieros europeos por la profundidad de su mercado, la capacidad profesional o una regulación atractiva de la que tanto se jacta Londres. Como ha dicho Juan Nelson, presidente de Lloyd Londres, “no hay manera de que haya en la UE un centro con la infraestructura global y regulatoria para tomar el papel Londres, particularmente en los mercados de capitales; hay solo una ciudad en el mundo que puede hacerlo y es Nueva York”.

Todos somos conscientes de la rigidez política y administrativa de la Europa continental. El ejemplo de estos días de Valonia con el CETA es muy elocuente. El CEO de la Bolsa de Londres, Xavier Rolet, ha sido claro al decir que si el brexit quita a Londres el clearing del euro y el comercio de sus derivados, el negocio entero se moverá a la única ciudad capaz de hacer el clearing de las 17 mayores divisas: Nueva York.

Y para acabar con opiniones clave, el CEO de Morgan Stanley, James Morgan, dijo hace unos días en Washington: “El gran ganador del brexit va a ser Nueva York y EE UU”. De hecho, ya ha empezado el movimiento de personal no clave de algunos bancos de Wall Street de Londres a los EE UU o a Asia. Mejor dejar los sueños de Don Quijote, en el caso de los españoles, para otra ocasión.

Vayamos a por la tercera posible e importante falsa ilusión. En este caso se trata de los escoceses. Hace dos años, el 55% votó permanecer en Reino Unido, entonces –y todavía ahora– parte de la UE. Tras el referéndum a favor del brexit, los nacionalistas escoceses desean votar de nuevo. Escocia tiene preocupaciones legítimas. Un 62% de los escoceses votaron permanecer en la UE en el referéndum de junio del brexit, frente al 48% en el conjunto de Reino Unido.

El país no debe negar a los escoceses otro referéndum. Sin embargo, los peligros de tal permiso son claros. A pesar del resultado diverso, la campaña de los independientes escoceses de 2014 era tristemente similar a las discusiones mantenidas este año antes del brexit. Ambas carecían de contenidos económicos, eran alarmistas en lo político y perjudicialmente divisivas.

Seguramente el asunto principal de cualquier propuesta de salida de Reino Unido es económico. Por ello, lo que haya sucedido desde 2014 refuerza el riesgo de actuar independientemente. Escocia confía en su comercio con Reino Unido, mercado principal de sus 76.000 millones de libras de exportaciones. Sin embargo, el desafío económico, en gran medida más grande, es el derrumbamiento del precio del petróleo. Los ingresos de Escocia por el petróleo del mar del Norte fueron de 76 millones de libras en 2015-2016, frente a los 2.250 millones de un año antes. Consecuentemente, su déficit presupuestario en el ejercicio económico más reciente era del 9,5% del PIB, más del doble que el de Reino Unido.

"No está claro que un voto para salir de Reino Unido signifique que Escocia pueda permanecer en la UE"

Finalmente, la cuestión es a qué se parecerá el brexit. La retórica de Downing Street es desalentadora y, en el mejor de los casos, confusa. Más aún tras la reunión de May con los jefes de los Gobiernos semiautónomos de Edimburgo, Cardiff y Belfast. Como ha dicho la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, “por el momento no me parece que Reino Unido tenga un clara estrategia negociadora”.

La forma final del acuerdo, que no sabremos en varios años, es relevante para la independencia escocesa. Además, no está nada claro –sobre todo visto desde la UE– que un voto para salir de Reino Unido signifique que Escocia pueda permanecer en la UE. El deseo independentista de muchos escoceses no es debido a la economía. Pero es esencial que se les informe bien –no como en el caso del brexit– de las consecuencias económicas potenciales de la secesión. Personalmente, conociendo a Reino Unido, estoy seguro de que se pondrán todos los medios para evitar su rotura, su desunión.

Hasta ahí podíamos llegar, dirán muchos. Antes, incluso, renunciamos al brexit. En mi opinión, otra falsa ilusión, como tantas de los independentistas en diversos lugares de Europa. Aunque Escocia, contrariamente a Cataluña, ha sido una nación y un reino históricamente y Cataluña no lo ha sido nunca.

Hay otras falsas ilusiones, como la del gobernador adjunto del Banco de Inglaterra, Ben Broadbent, que acaba de decir que la caída de la libra ayudará a la economía del país a superar el shock de esa decisión. Y otras. Pero me quedo aquí. Si hay algo claro es que no está claro, parece que para nadie, cómo va acabar este proceso al que podríamos llamar el sueño de una noche de verano en homenaje al cuarto centenario de la muerte de Shakespeare.

Joaquín Abos es international banking & business advisor.

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