El infravalorado papel emprendedor del Estado
Hay que dejar de ver al Estado como un ente burocrático, lento y perezoso, que frena la innovación, y empezar a valorar los riesgos que toma, su papel “emprendedor”. Así lo cree la economista Mariana Mazzucato, profesora italo-estadounidense de Economía de la Innovación en la Universidad de Sussex (Reino Unido), que ha analizado recientemente en la sede del holding tecnológico eGauss los casos, entre otros, de Tesla y de Apple, que crecieron gracias al apoyo gubernamental, algo que la opinión pública y las propias empresas infravaloran.
Apple basa “gran parte de sus innovaciones disruptivas en inversiones realizadas con fondos públicos: el GPS, internet, la pantalla táctil o incluso Siri", ha explicado Mazzucato. La sabiduría es saber juntarlas, hacer marketing y ponerlas en el mercado”.
Además, “en el debate sobre la fiscalidad de Irlanda, se ignora que ni siquiera debería de ser Irlanda la que recibiera ese dinero, porque la propiedad intelectual de la empresa se creó en Cupertino (California). Primero se fueron a Reno (Nevada), también para ahorrar impuestos”.
La crítica hacia empresas como Apple es que cuando cuentan su historia “ni siquiera dedican un párrafo a las inversiones públicas. Al menos reconocen, para defenderse, que piensan que no deberían pagar impuestos porque ya han creado mucho valor”.
El problema es que solo se tienen en cuenta los fracasos del Estado, como Solyndra, empresa de paneles solares cilíndricos cuya tecnología se quedó atrás y que acabó en bancarrota.
“Por cada Tesla [la empresa de coches eléctricos] hay un Solyndra”, ha dicho, en referencia a que las empresas de Elon Musk, como SolarCity (proveedor de energía) y SpaceX (transporte aeroespacial), recibieron importantes ayudas del Gobierno estadounidense para crecer. Mazzucato cree que el Gobierno debería haber adquirido acciones de la compañía y mantenerlas.
Un papel activo
Mariana Mazzucato cree que el Estado no debe innovar solo cuando hay fallos en el mercado, “fijando impuestos a la polución, por ejemplo”, sino que debe ser un agente activo en la creación de un mundo “más verde”, en este caso.
Aunque también puede equivocarse. “Dado que lo que hace el Estado tiene impacto, puede ser negativo. Por eso hay que tener cuidado. No sé si el fracking es perjudicial, pero es un sector que también ha crecido gracias al Gobierno [estadounidense].”
La economista aborda esta cuestión en su libro El Estado emprendedor (2014), donde sugiere que los Gobiernos negocien con las empresas que los beneficios obtenidos por estas, gracias a los subsidios estatales, tengan que reinvertirse en innovación.
También pone el ejemplo de las compras militares, cuyos precios se negocian basándose en el apoyo previo del Estado a la investigación, frente al sistema farmacéutico, donde los precios no se tienen en cuenta en absoluto.
La clave es crear sistemas de evaluación “dinámicos” de la creación de mercado realizada por el Estado. “En sectores como biotecnología, el Estado hizo una gran inversión y luego llegó el capital riesgo y se aprovechó; también hicieron cosas, pero no son los héroes de la revolución”. Ni siquiera la izquierda política aborda la cuestión fundamental “de dónde viene la riqueza”, ha dicho.