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Contante & Sonante
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La banca española también quiere el trato de favor de la italiana

Esta semana comienza la temporada de resultados del primer semestre del año. Pese a que julio tiene 31 días como ocurre en varios meses del año, en concreto en siete, las entidades financieras parece que prefieren amontonarse y presentar públicamente sus resultados en grupo, como si fueran unas jornadas financieras. Así, en vez de repartirse durante todo el mes, optan por apiñar sus presentaciones. El día 22 ha sido el elegido por Bankia y por Sabadell. Pero el día 29, viernes, inicio de fin de semana y comienzo de las vacaciones para millones de españoles, CaixaBank, BBVA y Popular han decidido que era un buen día para dar a conocer al mercado sus resultados.

Pero por si esto fuera poco, ese día la Autoridad Bancaria Europea (EBA) también ha elegido el 29 de julio para hacer públicos las notas de los test de estrés de las principales entidades financieras europeas.

Prácticamente todos los directivos del sector, lo mismo que los analistas, coinciden en destacar lo malo que está siendo 2016 para la banca, mucho peor de lo que inicialmente se preveía. Y según van pasando los meses la cuenta de resultados en vez de mejorar parece que va de mal en peor. Tipos de interés al 0%, brexit, el crédito que sigue sin tirar como se esperaba pese a ser barato –al final, y pese a que hace menos de tres meses el sector preveía que este año subiría por primera vez desde la precrisis, parece que no–, y un mercado que cada vez confía menos en la banca, forman un cóctel perfecto para que el negocio mantenga su pasividad.

Eso sí, podía ser peor. La decisión del abogado del Tribunal de Justicia de la UE dio una alegría al sector (y un disgusto a los hipotecados). Rechazó la retroactividad de las cláusulas suelo, lo que significa que las entidades no están obligadas a devolver unos 5.000 millones de euros, noticia, que de confirmarse en otoño cuando salga el fallo definitivo, supone un respiro para sus ya maltrechos márgenes. Pero la banca española no es la que trae de cabeza a Europa. La salud de las entidades portuguesas, y sobre todo de las italianas, se han convertido en el quebradero de cabeza para el Banco Central Europeo (BCE) y para la Comunidad Europea.

Los bancos de ambos países necesitan respiración asistida en menor o mayor intensidad. El problema es que a partir de este año entra en vigor un nuevo sistema de rescate, por el que son los accionistas y acreedores de la entidad en cuestión los que deben cargan con las primeras pérdidas, y si estas no logran cubrirse aún entonces entraría en funcionamiento las ayudas públicas. Además, el banco debe someterse a un draconiano plan de ajuste.

El problema es que Italia se niega a que los accionistas y preferentistas de sus bancos costeen su saneamiento. Es año electoral y esto puede costar el cargo a Matteo Renzi, o por lo menos un gran número de votos.

El 2 de octubre es la fecha clave. Someterá entonces sus reformas constitucionales al voto en referéndum de los ciudadanos, y si estos las rechazan, ha prometido que dejará el Gobierno y la política. Se juega mucho. Y ha puesto todo su empeño en que la CE no aplique la nueva normativa de rescate bancario. Quiere un salvamento blando. Sin que se note, y menos que lo sufran los accionistas. Incluso pretende, según consideran algunos eurodiputados, como el español Jonás Fernández, del grupo socialista, que la CE facilite ayudas a sus bancos (en forma de avales públicos, por ejemplo) antes de que se conozcan los resultados de los test de estrés del día 29. De esta forma, podría justificar que no son ayudas en el sentido estricto ya que se han concedido antes de que se conozca la verdadera salud enfermiza de la banca italiana. Además, pretende eludir los fuertes ajustes a los que se tendría que ver sometido el sector. Se calcula en 40.000 millones las ayudas que necesita la banca italiana.

En 2012 cuando España solicitó a Europa las ayudas para una parte de las cajas de ahorros, estas tuvieron que recapitalizarse con dinero público y firmar unas duras condiciones para su recepción.

Cerrar sucursales, despedir a más del 25% de su plantilla, no poder hacer operaciones corporativas, limitar su negocio a actividades básicas de la banca y a su zona de origen, estar sometido a un duro plan de vigilancia, cambiar su estructura jurídica, y terminar en manos de terceros, fueron las principales exigencias de Europa para conceder los más de 40.000 millones de euros inyectados en la banca. Los preferentistas también sufrieron quitas.

Una parte de estas entidades como Ceiss, ahora en Unicaja, o Caja3, integrada en Ibercaja, recibieron para su recapitalización bonos contingentes convertibles (cocos), que, como el resto de las ayudas, deben devolver. Comenzaron pagando al Estado por estos cocos un 8% de interés, pero el año que viene llegará al 10%, todo un lujo de rentabilidad en años de tipos de interés al 0%.

Los alemanes no ven nada claro crear el fondo de rescate europeo, no se fían, como tampoco parecen fiarse de los resultados de los test de estrés. Y sino que se lo digan a la banca italiana. Las entidades españolas tampoco ven claro el trato de favor que parece que se le puede dar al sector financiero trasalpino frente a ellas, y tampoco entienden por qué deben pagar un interés cada año más alto por los cocos, cuando los tipos están incluso bajo cero. Bueno, tienen una ligera sospecha. "El peso de España en las instituciones europeas es muy bajo. No tenemos influencia", sentencia un conocido banquero. 

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