Otra patada hacia adelante a Grecia
FMI y Europa han sellado un nuevo acuerdo sobre la deuda griega. Los objetivos fiscales de Atenas se relajan, pero no tanto como al FMI le hubiera gustado.
El último acuerdo de Grecia es racional, previsible y desordenado. Los problemas actuales de la zona euro con frecuencia evocan el viejo cliché de gobiernos que no solucionan los problemas, sino que simplemente dan largas. Esto ni siquiera llega tan lejos.
Los acreedores europeos de Grecia han creado mecánicamente un acuerdo que convence al Fondo Monetario Internacional para que se sume al tercer rescate de Grecia, lo que liberaría 10.300 millones de euros de nuevos fondos. El FMI había exigido un alivio incondicional de la deuda de los acreedores de la zona euro y un objetivo de superávit presupuestario inferior para compensar el diezmado de crecimiento heleno.
El FMI ha obtenido algo de lo que quería. Los acreedores de la zona euro intercambiarán parte de su deuda a más corto plazo por otra con vencimientos más largos, sacando el máximo provecho a la financiación barata que proporciona a los mercados el Banco Central Europeo.
Los acreedores europeos del país heleno han logrado llegar a un acuerdo que convence al FMI
Sin embargo, el FMI también ha dado su brazo a torcer. Los costes de financiación tendrán un tope que no superará el 15% del PIB, y no el 10% que quería. El superávit presupuestario de Grecia será, dicten lo que dicten las reglas fiscales, distinto al 1,5% que el FMI pidió. La cuantía del alivio de la deuda dependerá de lo que se considere necesario en el momento y de que la zona euro pueda echarse atrás. Pero el FMI podría encontrarse con que algunos de sus préstamos a Grecia se cancelen anticipadamente con los fondos de la zona euro.
El acuerdo es probablemente mejor que el que Grecia habría conseguido si no hubiera elegido al partido radical Syriza en 2015. Pero tales beneficios nebulosos y distantes no serán de gran ayuda para el primer ministro griego Alexis Tsipras a la hora de mantener su estrecha mayoría parlamentaria. Tendrá que impulsar una austeridad equivalente al 3% del PIB y más reformas. Debido a que el riesgo de que la inestabilidad en Grecia aún existe, lo que a su vez podría intensificar la crisis de los refugiados de Europa, no es de extrañar que los acreedores optaran por retrasar las decisiones difíciles.