Petróleo e inflación: delicado equilibrio
Los banqueros centrales como Janet Yellen o Mark carney deberían estar contentos por el rebote de los precios del crudo ya que sus objetivos de inflación se vuelven asequibles.
Los banqueros centrales, como Janet Yellen, Mario Draghi o Mark Carney deberían estar encantados. El repunte en los precios del petróleo hacia los 50 dólares facilitará a los jefes de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra la consecución de sus objetivos de inflación.
El rebote en los costes energéticos es un alivio para los encargados de fijar los tipos de interés, que han tenido problemas para elevar la inflación desde niveles muy bajos. Por ejemplo, los precios al consumidor británicos subieron a una tasa anual del 0,3% en abril, aún menos que el 0,5% registrado en marzo, tal y como aseguró ayer la oficina de estadística británica.
Cualquier incremento agudo en los costes de la energía se comería la renta disponible de los hogares
Carney ha culpado muchas veces a las últimas caídas en los precios de la energía como razón para no haber alcanzado su objetivo de inflación del 2%. Y para ser justos, él no es el único incapaz de contrarrestar los efectos deflacionistas de los precios del petróleo, que se redujeron un 75% entre mediados de 2014 y principios de enero de 2016. Los precios de la zona euro cayeron un 0,2% en abril en comparación con un año anterior, mientras que el índice de precios de gastos de consumo personal (PCE) de Estados Unidos aumentó un 0,8% internanual en marzo.
Los precios algo mayores del petróleo ayudarán a impulsar la inflación de nuevo hacia los objetivos de los banqueros centrales. Las medidas de los precios subyacentes, que no tienen en cuenta los costes más volátiles, como los alimentos y la energía, son ya más firmes que las tasas que ocupan los titulares.
¿Qué pasa si los precios del petróleo se recuperan más rápido y más allá de lo esperado? Es cierto que los banqueros centrales podrían encontrarse con picos temporales en la inflación. Sin embargo, cualquier incremento agudo en los costes de la energía se comería la renta disponible de los hogares e incrementaría el riesgo de un debilitamiento de la demanda interna en un período de crecimiento global más lento. Esto es lo último que necesita Carney además de la incertidumbre sobre si Reino Unido se quedará en la Unión Europea. Sus homólogos de Estados Unidos y la zona euro podrían también prescindir de esta complicación.