El santuario de las carreras de caballos en Madrid
La tribuna está declarada Bien de Interés Cultural En 1968 el Gran Premio de Madrid concedió un millón de pesetas en galardones
En mayo de 1941, tras varias décadas intentando contar con un lugar en el que celebrar las carreras ecuestres en Madrid, se inauguraba el Hipódromo de la Zarzuela, que en tres semanas cumple 75 años con las puertas abiertas. Las carreras de caballos, sin embargo, llevaban implantadas en la ciudad desde hace, como mínimo, un siglo.
La primera competición de este tipo que narran las crónicas de la villa está fechada en 1835. Los Duques de Osuna, aficionados a los caballos y con una gran finca en la zona este de Madrid, hoy conocida como Alameda de Osuna, disputaban allí las carreras, que junto a la Casa de Campo y al Paseo de las Delicias, se convirtieron en los tres escenarios ecuestres de la capital. Este deporte, tradicionalmente de carácter poco popular debido a sus altos costes, no contaba con un gran número de público, y las pistas de carreras no tenían tribunas ni asientos. Los espectadores, de familias nobles y aristócratas, veían las carreras sentados en sus propios caballos. Los campeonatos, además, carecían de una reglamentación seria y los programas eran muy cortos.
Cronología
1941. Se inaugura el recinto del Hipódromo de la Zarzuela, tras más de 100 años sin un lugar fijo en el que poder celebrar las carreras de caballos en Madrid. 1950. En esta década comienza a impulsarse la actividad ecuestre en el lugar. Se lanza el torneo El Derby (Premio Conde de Villapadierna) y los Oaks (Premio Ramón Beamonte). También se duplica la cifra de dinero destinada a los premios de los jinetes.
1960. La relativa mejora económica que vive España también repercute en las carreras, que logran mayor financiación y público. Esto provoca el auge de las apuestas deportivas. En 1968, el Gran Premio de Madrid reparte por primera vez un millón de pesetas en premios.
1970. Es a partir de esta década cuando el hipódromo despega. En sus pistas han corrido jinetes que han marcado la historia de este deporte, tales como Lester Piggott, Lanfranco Dettori, Cash Asmussen, Kirien Fallon, Ray Cochran o el franco-español Claudio Cadurel.
1982. Se crea la Agrupación de Propietarios, presidida por Ramón Mendoza, quien se hace cargo del hipódromo en 1983. Durante su mandato se pone en marcha la Quiniela Hípica, que funciona muy bien los primeros años pero que, en 1991, apenas logra superar los 510 millones de pesetas.
1996. La empresa que gestiona y administra el hipódromo entra en suspensión de pagos y se celebra la última carrera. Tras varios años intentando sacar adelante el proyecto, reabre sus puertas en 2005, tras casi nueve de cierre. En 2003, Patrimonio Nacional y el Hipódromo de la Zarzuela S.A. firman un acuerdo que da cobertura a la explotación integral de la finca durante los siguientes 25 años.
2009. Las tribunas del hipódromo, diseñadas por Carlos Arniches, Martín Domínguez y el ingeniero Eduardo Torroja, son declaradas como Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento.
En 1867 fue aprobado como propio el código de carreras francés, que se mejoró nueve años después con algunos fragmentos y artículos del código inglés. Y más tarde, en 1878, y coincidiendo con los esponsales del rey Alfonso XII y María de las Mercedes de Orleáns y Borbón, se inauguró el Hipódromo de la Castellana, que con una pista de 1.400 metros, no llegaba para quedarse. Madrid crecía con la llegada de los emigrantes que marchaban a la ciudad en busca de trabajo y en 1933 llegó la orden de caducidad de la concesión para utilizar los terrenos de La Castellana, donde se había proyectado la construcción de los Nuevos Ministerios. Todos los eventos que hasta entonces se habían disputado en sus pistas pasaron al hipódromo de Aranjuez, que se había inaugurado en 1919, en terrenos de la Casa Real. Lejos, en definitiva, de Madrid.
En el verano de 1934 se daba el visto bueno para el levantamiento del Hipódromo de La Zarzuela, concurso al que solo se presentaron nueve equipos de arquitectos, de entre los que resultó ganador el ingeniero Torroja y los arquitectos Arniches y Domínguez. Las obras, que comenzaron un año después, con un presupuesto de tres millones de pesetas, quedaron paralizadas al poco tiempo por la Guerra Civil, y lo poco que se había logrado construir quedó derrumbado al encontrarse en pleno frente de batalla, cerca de la Ciudad Universitaria.
Así, finalizado el conflicto, se reanudaron las obras para abrir el ya definitivo recinto en 1941, que funcionó con algunas dificultades durante los primeros años por la falta de productos y materiales necesarios que tras la guerra eran complicados de encontrar. La leve mejora económica de la década de los cincuenta trajo un periodo un poco más halagüeño para el sector ecuestre. En 1951 se creó una categoría de hándicap libre para las carreras y llegaron varios premios nuevos, por lo que el calendario de la hípica madrileña empezó a contar con más programas y competiciones.
Esta situación se multiplicó en los años sesenta, con varias obras de mejora en las infraestructuras del hipódromo, la finalización de las obras en las instalaciones de los jockeys, la enfermería y la construcción de una nueva tribuna. Los años de prosperidad económica repercutieron en la calidad de las carreras, en las apuestas, en los premios repartidos y en la afluencia del público. De hecho, en 1968, el Gran Premio de Madrid concedió, por primera vez en su historia, la suma de un millón de pesetas en premios y, un año más tarde, se trajo desde Francia la necesaria máquina fotográfica que retratase la entrada en la meta de los jinetes para cerciorarse del orden en el que tenían que subir al podio. No obstante, el mayor salto llegó entrados los años setenta, cuando el hipódromo recibió un importante impulso.
Se realizó la primera carrera con cajones de salida, ya que anteriormente se utilizaban cintas para marcar el inicio, se terminó de construir la pista de la carrera de obstáculos y entró en marcha el totalizador de apuestas, ya que las quinielas ecuestres comenzaban a ganar peso. De hecho, en el 82 se celebró la primera apuesta nacional en la historia de las carreras de caballos, con unas recaudaciones que rondaron los 5.000 millones de pesetas. El juego, junto a la retransmisión de las carreras por Televisión Española, hicieron crecer el sector.
Sin embargo, en 1992, Patrimonio Nacional cedió la concesión del hipódromo a la empresa Hipódromo de Madrid S.A. que cinco años después se declaró en suspensión de pagos, y obligó a cesar la actividad hasta la reapertura, en 2005. Desde entonces se celebran alrededor de 40 jornadas de hípica al año, con aproximadamente 230 carreras anuales.
Un lugar declarado como Bien de Interés Cultural
Las tribunas del Hipódromo de La Zarzuela se empezaron a construir en 1935, y aunque la obra estaba prácticamente acabada un año después, no se inauguraron hasta 1941, debido a la Guerra Civil. Esta obra, adscrita a Patrimonio Nacional e inscrita en la corriente de arquitectura orgánica, está considerada como una de las construcciones maestras de la arquitectura madrileña del siglo XX, ya que significó un avance importante desde el punto de vista estructural, así como por el tipo de materiales empleados en su construcción, especialmente el hormigón armado.
La ingeniería constituye una parte fundamental del proyecto, destacando el conjunto de la cubierta de las tribunas, con sus amplios voladizos. Y esta es precisamente la principal novedad del proyecto: una cubierta hecha con láminas de hormigón armado en forma de hiperboloides, que con solo cinco centímetros de grosor soportan todos los esfuerzos de la estructura sin nervios ni refuerzos. Esta obra, que entonces supuso una auténtica innovación en los sistemas de construcción, coserva actualmente su estructura tal y como se proyectó. Eso sí, tras ser reparada de los impactos que sufrió durante la contienda.