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Los acreedores, los más interesados en no dejar caer la firma
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La banca aprieta hasta el límite a Abengoa, pero no la ahogará

Una torre de la planta solar de Abengoa en Sanlúcar la Mayor (Sevilla).
Una torre de la planta solar de Abengoa en Sanlúcar la Mayor (Sevilla).Reuters

Empresa y banca están tirando al máximo de la cuerda. Lo han hecho desde el principio del estallido de los problemas, allá por noviembre del año pasado. Una crisis que reveló un balance con un cómputo de deuda poco ortodoxo, en el que se mezclaba en un mismo apartado la financiación que tenía garantía de la matriz y la que carecía de ella. Ese trance, lidiado por el entonces consejero delegado, Manuel Sánchez Ortega, se cerró en falso, con un nuevo e imaginativo epígrafe consignado en los informes trimestrales. La empresa decidió poner un nombre a los créditos por los que respondía de forma momentánea la matriz, Abengoa SA, hasta que el proyecto construido con ese dinero estuviera en pie y pudiera responder al préstamo con sus propios beneficios. El pasivo equívoco se situaba entonces en torno a 1.600 millones. Pero empresa y bancos tiraron hacia adelante.

Algunos analistas, solo los más intrépidos, ya advertían que el futuro de Abengoa estaba del todo menos claro. La empresa se había convertido en un gigante de 24.000 empleados en todo el mundo y su pasivo total se había disparado más de un 900% en los últimos 10 años, a través de varios tipos de créditos: deuda de la matriz por unos 2.600, circulante y compromisos con proveedores por 7.500, y más de 10.000 millones de financiación asignada a proyectos. Pero era un gigante con pies de barro, con unos fondos propios minúsculos. El pasivo a 30 de septiembre rozaba los 25.000 millones, cifra confirmada por KPMG en un informe al detalle, mientras que el capital era de tan solo 2.600 millones.

Esta semana arranca una nueva ronda de reuniones, con la única misión de encontrar una solución a corto plazo para el grupo

Algunos bancos ya habían dejado por imposible la compañía, como BBVA, al que nunca le convenció su modelo de negocio, o BNP Paribas, que llegó a ser entidad de cabecera de la multinacional andaluza y que fue saliendo, sin prisa pero sin pausa, al comprobar que los Benjumea rechazaban reiteradamente ampliar capital pese al endiablado crecimiento. El mantra de la familia andaluza era no diluir su peso en la compañía. Ahora controlan más del 57% los derechos de voto, con apenas el 29% de las acciones, gracias al desdoblamiento en títulos A y B que la compañía ejecutó en octubre de 2012. La mala noticia es que el precio en Bolsa de esas acciones es de apenas 100 millones de euros, y su valor tiende a cero. En julio del año pasado, esa participación valía nada menos que 600 millones de euros. Entonces, hubiera sido posible llevar a buen puerto una ampliación de capital sin mayores problemas. La prueba es que Citi colocó ese mes 35 millones de acciones B en la autocartera de Abengoa a razón de 2,8 euros cada una de ellas y con las que la multinacional logró casi 100 millones de euros de liquidez.

Pero el férreo control de la familia fundadora, con Felipe Benjumea al timón de la empresa desde 1991 como presidente, impidió la posibilidad de captar capital. La última ampliación, de 450 millones de euros y efectuada en 2013, era insuficiente para mantener el tren de crecimiento de la firma. Santiago Seage tenía la orden de repetir por activa y por pasiva que no había ninguna necesidad de captar fondos propios. Así lo aseguró dos meses después de tomar posesión de su puesto de consejero delegado, el 23 de julio, en una especie de puesta de largo ante la comunidad inversora. Unos días después, Seage se enmendaba a la plana a sí mismo y la compañía reconocía a la CNMV su intención de levantar 650 millones de euros en acciones. No había ni bancos contratados ni se especificaba qué importe iba a aportar Inversión Corporativa, la sociedad a través de la que la familia Benjumea controla la compañía. El verano fue extremadamente hostil: los especuladores hicieron su agosto.

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Tarde, muy tarde, cerca de las dos de la madrugada del miércoles al jueves 24 de septiembre, la compañía firmó el aseguramiento de la ampliación con los bancos. HSBC, uno de los garantes junto a Santander y Crédit Agricole, se había resistido hasta el último minuto. La huida hacia adelante tenía los días contados... El fallido rescate de Gonvarri detonó el preconcurso de acreedores y con él se produjo la salida de la compañía de Seage, que ahora dirige la filial Yield. José Domínguez Abascal tomó las riendas de Abengoa, ya plenamente consciente de la penosa situación.

El nuevo presidente se puso a disposición de los bancos, abrió por fin los libros a KPMG para que pudiera hacer un informe consistente y puso encima del tapete la posibilidad de que los bancos canjeen parte de su deuda por acciones. Eso sí, esta fase se producirá previsiblemente cuando la compañía solicite la protección total de la Ley Concursal y todo el proceso se desarrolle bajo control judicial. Así las inyecciones de dinero nuevo estarán mejor posicionadas en la lista de prelación, pues el 50% del efectivo que se entregue se coloca a la cabeza del ranking.

Mientras tanto, el gran debate ahora está en la liquidez que necesita Abengoa para seguir a flote. Requiere 100 millones para llegar a fin de año y, después de varias reuniones, los pilotos de las negociaciones y dueños de la liquidez –Santander, Bankia, CaixaBank, Popular, Sabadell, HSBC y Crédit Agricole– se están haciendo de rogar. Previsiblemente hoy retomarán las negociaciones con una estrategia definida. Están tensando la cuerda al máximo, hasta poner en jaque el pago en tiempo y forma de las nóminas de los 24.000 empleados (cerca de 6.000 en España). Es un aviso a navegantes. Se hará esta vez, pero, ojo, esto no puede ser una constante.

El último mandato de la banca es que Abengoa debe remover cielo y tierra antes de dejarse caer en manos de sus acreedores. De ahí que la hayan conminado a encontrar un prestamista alternativo, como ya hizo el pasado octubre con The Children’s Investment (TCI). El hedge fund inglés, especializado en infraestructuras y accionista de referencia de Aena con casi un 8%, le prestó unos 120 millones con la garantía del 14% de las acciones de Abengoa Yield, el último talismán y colateral aceptable que le queda a la matriz. Es complicado que TCI acceda a una nueva operación de este tipo, salvo que los intereses sean desorbitados.

Hay más fondos que ofrecen estos servicios y se llamará a su puerta. Pero el escenario más probable es que, con o sin el granito de arena del ICO –que será simbólico si llega a producirse–, sean las propias entidades acreedoras las que den el dinero. Son las más interesadas en no dejar caer la firma, pues un parón la devaluaría aún más. La banca aprieta pero no ahogará.

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