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Columna
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Desmontando el tratado de Schengen

Puede que la forma menos mala de ayudar a Europa sea desmantelar Schengen. La zona libre de fronteras conformada por 26 países está teniendo problemas para hacer frente a los refugiados y los riesgos de seguridad. La abolición de Schengen sería cara, no resolvería los problemas de migración y parecería un giro radical en los principios básicos de la Unión Europea. Sin embargo, podría amortiguar el populismo que amenaza la integración económica de Europa.

Al igual que el euro, la zona Schengen que permite a 400 millones de ciudadanos europeos viajar sin pasaportes ha demostrado que no puede hacer frente a las presiones del mundo real. Schengen facilitó los viajes a los ciudadanos y el comercio entre sus miembros. Pero carecía de un sistema adecuado para proteger las fronteras exteriores de Grecia, Italia o Europa del Este, o un sistema para realojar a los solicitantes de asilo. Sus medidas de seguridad parecen ingenuas en una época de ataques extremistas, como los acontecidos en París el 13 de noviembre.

Podría ser inevitable un cierto retroceso sobre el acuerdo si no es posible abordar la crisis de la inmigración

Como en el caso del euro, la solución ideal sería más Schengen, no menos. Eso implicaría vigilar las fronteras exteriores adecuadamente y compartir a los verdaderos solicitantes de asilo de forma equitativa. Hace falta confianza, cooperación y tiempo. Pero la región va hacia atrás: se están erigiendo fronteras temporales y se habla de países que expulsan sin tener en cuenta las normas de Schengen.

Abolir o limitar Schengen sería dañino, pero es un error presentarlo como un desastre para el proyecto europeo. No pondría en peligro los derechos de los ciudadanos europeos para trabajar o comerciar, ni evitaría sus viajes vacacionales. Generaría costes para vigilar las fronteras y el transporte de mercancías.

Podría llegar a ser inevitable llevar a cabo un cierto retroceso sobre Schengen si no es posible abordar la crisis de la inmigración. Sin embargo, tendría algunos beneficios. El principal de ellos es que abordaría la retórica populista en Francia, Reino Unido y Europa del este que ven cualquier migración como una amenaza. Por supuesto, mostrar un pasaporte al cruzar la UE es un rollo, pero vale la pena si la alternativa es no tener una UE por la que viajar.

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