_
_
_
_
_
El Foco
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El futuro del transporte y la movilidad

Una de las motivaciones para tratar este asunto es la relevancia de la industria del automóvil en la economía mundial y, por ende, en la española. La pregunta que debemos hacernos es si la invasión de las tecnologías en nuestras vidas va a alterar sustancialmente la estructura de esta importante actividad económica.

Sólo en la economía norteamericana, esta industria ha generado del orden de 2 billones de dólares en el 2014. La cadena de la automoción extendida contempla actividades como la fabricación y venta de vehículos, la reparación de automóviles, los servicios de alquiler, los servicios de financiación, los seguros, los gastos hospitalarios de transporte y atención de siniestros, la venta de combustible, la fabricación y venta de recambios, etc.

Planteo el futuro desde dos puntos de vista antagónicos: el primero de ellos se basa en la permanencia del modelo actual de propiedad privada del vehículo, y el segundo consistiría en apostar por un modelo disruptor, en el que predominaría la conducción automática (vehículos sin conductor) y la movilidad compartida, basándose en el pago por uso.

Las compañías tecnológicas punteras anuncian vehículos de conducción automática ya en pruebas (por ejemplo, el vehículo sin conductor de Google ha recorrido ya más de mil millas de forma autónoma). Imagine un mundo en el que todo esto fuera real:

Un mundo en el que los vehículos raramente sufren accidentes, ya que una gran mayoría de los que hoy se producen se deben a errores humanos, y los humanos decidirán pocas cosas en los vehículos sin conductor; en el que los atascos típicos de las grandes ciudades disminuirían, ya que los vehículos eligen las mejores rutas en tiempo real, adecuándose a la velocidad requerida en cada momento y manteniendo la correcta distancia de seguridad; en el que el consumo de energía desciende, debido a la mayor eficiencia de los motores y mecanismos de combustión; en el que el coste de transporte por persona es menor, ya que el transporte compartido optimiza el uso de vehículos disponibles; en el que los costes de mantenimiento de infraestructuras se trasladan a los consumidores según el uso real, lo que permite planificar mejor su diseño y puesta a punto.

Un mundo en el que el modelo de aparcamientos públicos y privados se altera radicalmente, disminuyendo su uso en base a la reutilización de vehículos por los usuarios; un contexto en el que se reduce sensiblemente la vigilancia del cumplimiento de las normas de circulación, y las infracciones de tráfico. Los vehículos son tremendamente respetuosos con las leyes. Y además, un mundo en el que el transporte de mercancías se sustenta en una red autónoma que circula sin descanso, lo que abarataría en coste por unidad transportada y disminuiría los tiempos de entrega. El transporte intermodal estaría basado en el mismo principio.

Considero que los fabricantes líderes del sector intentarán cubrir el máximo número de opciones posibles, apostando por mejorar la interconectabilidad de los coches con el fin de atender cada vez mejor al usuario tradicional y pondrán atención, en paralelo, a modelos de conducción automática, pago por uso, etc, para atender a usuarios disruptores. Gran parte de estos fabricantes han constituido sedes en Silicon Valley para estar lo más cerca posible de los últimos avances tecnológicos. Entre los ejemplos más destacados podemos citar los 25 proyectos de movilidad de Ford, las 14 iVentures de BMW, los 15 avances en ingeniería de conducción inteligente de Daimler o varios acuerdos público-privados, entre otros.

En conversaciones con los líderes del sector, se escucha constantemente que los recién llegados no son conscientes de la enorme complejidad del desarrollo de un vehículo hoy en día, y del reto que supone la introducción de tecnologías más avanzadas aún, así como la rigidez del entorno regulatorio existente en el mundo desarrollado.

El panorama no podría ser más complejo, por lo que podrían desarrollarse cuatro posibles futuros a la vez, y convivir en el tiempo.

El primero, es el escenario más conservador, el de los cambios paulatinos, en el que el consumidor de vehículos se resiste a abandonar el modelo de propiedad tradicional, si bien existen opciones de propiedad compartida y pago por uso. El modelo global para los fabricantes cambia poco: seguirán apostando por crear vehículos atractivos para los distintos segmentos de clientes, e incorporando mejoras que enamoren al futuro propietario del automóvil.

El segundo, es el del mundo del vehículo compartido. La expansión de modelos de compartición de vehículos se produce en ciertos mercados y segmentos, aportando claras ventajas en el coste de la movilidad, por lo que tendría mayor aceptación en trayectos cortos en grandes ciudades.

El tercer escenario, nos lleva a la revolución de los vehículos sin conductor. En este escenario se consolida el desarrollo de las tecnologías de conducción inteligente (conexiones avanzadas vehículo-a-vehículo o vehículo-a-infraestructura) y el impulso de medidas regulatorias que favorezcan esta modalidad. En este escenario no debería desaparecer el modelo de vehículo en propiedad, ya que las ventajas que aporta el vehículo sin conductor tienen relación con la seguridad y la comodidad del usuario.

El cuarto y último, es el de una nueva era en la movilidad autónoma. Este escenario combina los dos anteriores. El vehículo sin conductor se comparte entre varios usuarios, lo que da pie a que las compañías de transporte puedan ofrecer un amplio rango de servicios y precios flexibles y configurables según las necesidades de los viajeros. Los usuarios más interesados a priori serían los urbanitas que recorren distancias medias a diario, desplazándose desde poblaciones periféricas de las grandes ciudades hacia sus puestos de trabajo.

Existen varias circunstancias que influirán en el ritmo de desarrollo de estos posibles escenarios, desde la evolución legislación estatal y local que regula el transporte, hasta el de las tecnologías imprescindibles para su correcto funcionamiento (comunicaciones seguras y de altas prestaciones o grandes almacenamientos de datos, por citar algunas).

No obstante, cualquiera de las opciones anteriores (sobre todo las más disruptoras), requieren del concierto de varios agentes, por lo que deberá existir algún director de orquesta que impulse y movilice el cambio. Desarrollar y operar infraestructuras que se comuniquen con los vehículos (cercano al famoso concepto de las smart cities), acordar los estándares de comunicación para interconectar componentes de diferente origen (y fabricante), adecuar la legislación en materia de transporte, establecer modelos de prestación y pago de servicios por uso, u otras, son de forma individual, tareas tremendamente complejas. Los futuros dos, tres y cuatro no podrán desarrollarse adecuadamente sin la colaboración estrecha de entes públicos y privados.

Nuestro país se ha convertido, por méritos propios, en uno de las potencias mundiales en fabricación de vehículos y componentes. Este hecho, junto con unas infraestructuras avanzadas en comparación con otros países del mundo desarrollado, nos proporciona una situación privilegiada para apostar por situar España como país puntero en movilidad.

Gabriel Cabezas es socio responsable de ‘Manufacturing’ de Deloitte.

Economía y empresas

El análisis de la actualidad económica y las noticias financieras más relevantes
Recíbela

Archivado En

_
_