Portugal se acerca a la política centrípeta
El Portugal poselectoral es una lección de que no hay que subestimar la capacidad de los políticos ambiciosos para poner todo patas arriba. El líder de la oposición socialista, Antonio Costa, se ha declarado dispuesto a aliarse con los partidos más a la izquierda para asumir el poder. Tal medida salvaría su pellejo político, pero ya está causando inquietud en los inversores.
La rentabilidad de los bonos a diez años se elevó hasta ocho puntos básicos, a un máximo del 2,5% ayer por la preocupación de que los planes de reducción del déficit pudieran desviarse si los socialistas llegaran al poder, con el apoyo del Bloque de Izquierda y el Partido Comunista.
El resultado estaría en línea con la creciente influencia en Europa de partidos antes considerados al margen
Ese resultado cambiaría la confortable costumbre de Portugal de alternar entre gobiernos de centro-derecha y centro-izquierda. También estaría en línea con la creciente influencia en Europa de partidos previamente considerados al margen de la política.
Sin embargo, puede que todo esto importe menos de lo que parece. Incluso los radicales pueden ser domesticados por el poder. El primer ministro griego Alexis Tsipras está aplicando el tipo de medidas de austeridad contra las que arremetió previamente en la oposición y en el gobierno. Dada la intransigencia de los acreedores, su única otra opción era la renuncia.
Incluso fuera de la camisa de fuerza de pertenecer al euro, aquellos que apoyan las líneas más duras pueden ablandarse. En Reino Unido, que se ha convertido en el centro de atención ya que la oposición ha obligado a Jeremy Corbyn, el líder del Partido Laborista, y a John McDonnell, su portavoz de finanzas, a moderar su tono cuando ambos solían decir lo que pensaban antes de convertirse en diputados.
Los mercados tienden a reaccionar desfavorablemente a los trastornos políticos. Las caras nuevas y los partidos políticos pueden cambiar el tono del debate político y económico. Pero el negocio de llegar y mantenerse en el poder puede ejercer una fuerza centrípeta. Eso debería consolar a los angustiados inversores.