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Columna
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Más vale tarde que nunca

Shell ha abandonado su aventura en Alaska después de no encontrar suficiente petróleo y gas. Los defensores del medioambiente estarán encantados. Una vez que se sobrepongan de los épicos costes, los accionistas también deberían estarlo.

La incursión de Shell en las aguas heladas del mar de Chukchi de Alaska ha sido un caro error. La compañía ha invertido alrededor de 7.000 millones de dólares (unos 6.250 millones de euros) desde 2007 en busca de petróleo y gas en un área que se estima que contiene 4,3 millones de barriles de reservas de petróleo recuperables. Asegurarse aprobaciones ambientales –y tratar con el riesgo para la reputación de las perforaciones en el Ártico– ya había comenzado ser un quebradero de cabeza, especialmente teniendo en cuenta que las reservas podrían no haber visto la luz del día hasta la década de 2030.

El balance riesgo / recompensa podría haber tenido más sentido cuando el petróleo se vendía a más de 100 dólares por barril. En la situación actual, parece un lujo inalcanzable.

Shell se enfrenta a una posible pérdida de 4.100 millones de dólares. Eso equivale a 0,65 dólares por acción, según los analistas de Deutsche Bank, o alrededor del 35% de su estimación de beneficios para este año.

Pero también hay buenas noticias para los inversores. El golpe es inferior al 2% del capital empleado, según los analistas de Bernstein. Las desgravaciones fiscales y los 1.100 millones de dólares en costes futuros que podrían recuperarse podrían reducir la brecha. Mientras tanto, el abandono del proyecto también debería liberar algo de 800 millones de dólares en gastos de capital anual.

Sus resultados de julio ya habían mostrado su determinación de resguardarse para una prolongada caída del precio del petróleo. Si el grupo quiere asegurar también su acuerdo con BG, abandonar este tipo de costosas incursiones que además diluyen la marca es una obviedad.

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