Los juegos de la supervivencia
El curso vuelve a su normalidad. Los ejecutivos de las diferentes empresas españolas (como las de otros países) han comenzado a reincorporarse ya a sus puestos de trabajo. En esta ocasión, y después de varios años, incluso ha habido un importante movimiento de directivos de unas compañías a otras, que se harán efectivos en septiembre. “Eso significa que las empresas vuelven a apostar por los fichajes tras años de un gran parón derivado de la crisis económica. Estos movimientos son muy positivos”, explica un destacado directivo.
Todo vuelve a su normalidad. Incluso los sustos a los que ya nos tienen acostumbrados los mercados a finales de verano desde hace algunas décadas se están convirtiendo en un clásico del cierre vacacional. Este año han sido los mercados chinos y, en menor medida Grecia. Y ya lo vaticinan desde hace tiempo Twitter y Google. Finales de agosto, y sobre todo septiembre, es el peor mes del año para los mercados, aunque los cracs bursátiles se dan en octubre. Además, el lunes es el peor día de la semana (para los mercados y creo que para todos) y el viernes o víspera de festivos, el mejor.
No es broma. Es el efecto del conocido como sentimiento del inversor, que tiene su reflejo en los mercados financieros, y que se ha demostrado tras varios estudios que esta teoría es cierta.
Pero volviendo al sector financiero. Varios bancos europeos con niveles de capital ajustado han comenzado ya a hacer cábalas sobre su futuro. Durante el mes que está a punto de comenzar, septiembre, el Banco Central Europeo (BCE) tiene previsto remitir a los 128 bancos europeos que supervisa un borrador de carta en la que les indicará sus ratios de capital, según el proceso de Revisión y Evaluación Supervisora (Supervisory Review and Evaluation Process) que ha realizado entre julio y agosto. Las entidades financieras tendrán dos semanas para presentar sus alegaciones.
La carta definitiva con las necesidades de capital de cada entidad llegará en noviembre –mes en el que el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), dependiente del BCE, cumple un año– o a más tardar diciembre. Los resultados de este examen contenidos en la carta que remitirá el BCE a los distintos bancos europeos no serán públicos, como tampoco lo fueron el pasado año. Aunque hay entidades españolas, y de otros países como Italia, que consideran que los datos sobre las necesidades de capital de cualquier firma son fundamentales para los mercados, razón por la que debería hacerse público. Pero según está estipulado en el BCE, el contenido de esta misiva solo se puede hacer público si es exigido por alguna norma de la CNMV en el caso español o de la SEC, en EE UU, por ejemplo.
Tampoco se hará pública la clasificación de las entidades en función de su nivel de riesgo. El BCE, y más en concreto el MUS, situará a cada entidad europea en uno de los cuatro grupos que se va a formar y del que dependerá la intensidad de la supervisión al que se le someterá.
Así, el número uno será el nivel de las entidades más saludables y con un nivel de riesgo menor, con lo que las exigencias del supervisor serán menores. Mientras que las firmas que pasen a engrosar el cuarto grupo podrán sentir diariamente el aliento de los inspectores del BCE en sus cogotes. El nivel de exigencias y de vigilancia será extrema (o eso dicen). Y no solo se les impondrán mayores niveles de capital, sino que no se les permitirá expansionarse, deberán acometer ajustes y estarán condenados a su absorción por otra entidad.
Fuentes financieras aseguran que en los próximos meses el mercado se verá inundado de emisiones de deuda y de ampliaciones de capital. Todo con tal de mantenerse vivo y a salvo de tentaciones por parte de otras entidades, aunque las directrices las marcará el BCE, con lo que la libertad de movimientos de los bancos menos saludables estará muy limitada.
Estas mismas fuentes aseguran que también se prevé, en función de estos resultados, otra vuelta de tuerca a las concentraciones bancarias. Primero a las nacionales y luego a las transfronterizas. Es aquí donde encajan los avisos del subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, quien reclamó ya en junio nuevas integraciones.
El BCE quiere que los bancos europeos se diversifiquen y que amplíen sus tentáculos hacia otros mercados de la zona euro, además del de origen. Aunque antes comparte la idea de los bancos centrales nacionales, que mantienen que es mejor tener la casa (entiéndase, país) acondicionada que saltar la frontera para hacer compras.
Unicaja, Ibercaja, Liberbank, BMN, Abanca y Kutxabank, incluso Cajamar, son las piezas a priori a absorber por parte de la gran banca, entendida gran banca en su más amplia calificación –Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell y Popular–. Otra posibilidad es que estas entidades consideradas medianas se fusionen entre sí.
Pero mientras se comienza a esbozar el nuevo mapa bancario, estas instituciones de menor tamaño –todas antiguas cajas de ahorros, salvo Cajamar–, se agarran a un clavo ardiendo con uñas y dientes. En juego está su supervivencia, aunque competir contra los más grandes es harto complicado.
De momento, no se dan por vencidas, sino todo lo contrario. Y como muestra, un botón. Por primera vez, estos bancos, junto a otros de mayor tamaño como Bankia o Banco Sabadell, han decidido hacer frente a los gigantes del sector –CaixaBank, Santander y BBVA– para su sorpresa y la del mercado.
Han decidido aliarse para no cobrar a sus clientes en sus respectivos cajeros automáticos, aunque se deja libertad para aplicar una comisión a los usuarios de las entidades que estén fuera de este acuerdo. El objetivo es defender a sus clientes, y evitar que puedan irse a una entidad mayor al no conseguir infraestructura suficiente para sacar efectivo sin que se les recargue un doble cargo.
La gran banca estaba convencida de que al final todas, o por lo menos Bankia, Popular y Sabadell, terminarían siguiendo sus pasos y aplicarían esta comisión, vía que también permitiría marginar a los clientes de la banca mediana. Pero para su sorpresa estas entidades han decidido no entrar en este juego, e intentar hacer el suyo. Es su as, aunque ahora deben aprovechar el factor sorpresa.
Bankia, de cualquier forma, tenía muy complicado cobrar en sus cajeros teniendo en cuenta que es una entidad que fue intervenida en 2012 y ha recibido 22.424 millones de euros en capital público que han salido, al final, del bolsillo del contribuyente.
Sabadell también gana más que pierde al apuntarse a esta previsible alianza. Logra dar cobertura sin cobro en sus cajeros en Cataluña, donde la mayor parte de los terminales son de CaixaBank, BBVA o, en menor medida, Santander. Además, puede ser un arma competitiva en otras zonas en las que está intentando ganar cuota de mercado.
Y hablando de ayudas públicas. Al final, el ministro de Economía, Luis de Guindos, dejará su cartera sin haber conseguido cumplir uno de sus principales objetivos y tantas veces anunciado, privatizar Bankia y BMN para devolver las ayudas públicas recibidas por el sector financiero y que ascendieron a 61.495 millones de euros, según datos del Banco de España.
Las ayudas públicas que el supervisor considera recuperables representan solo el 28%. La patata caliente de privatizar Bankia y BMN (o su fusión) queda ahora en manos del próximo Gobierno.