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A vueltas con las moratorias y las tasas turísticas

Por Josep-Francesc Valls, catedrático ESADE Business & Law School

Los nuevos ayuntamientos de Barcelona y Madrid están explorando. Es lógico que los que llegan a la máxima responsabilidad municipal en las dos grandes capitales del país tomen dentro de los cien primeros días lo turístico como una de las prioridades de acción. No en vano los flujos turísticos aportan muy por encima de 12% de sus ingresos globales en ambos casos.Barcelona va más adelantada en normativa y le saca una cabeza a Madrid en dos aspectos. El primero, lleva ya un tiempo con tasa turística, promulgada por la Generalitat. Ningún ayuntamiento catalán, y menos el de la ciudad condal, le hace ascos. Incluso los hoteleros, tan beligerantes en su momento contra la medida, cogestionan los nuevos fondos a través de Turisme de Barcelona para la mejora de lo turístico. El segundo tiene que ver con la evolución fuertemente alcista experimentada en los últimos años por el número de turistas. Desde esta perspectiva, lo que pretende Colau es saber si la evolución de la planta de alojamiento –en hoteles y en apartamentos turísticos- evoluciona al mismo ritmo de la demanda. Para ello, ha establecido una moratoria y ha frenado las licencias de construcción hasta nueva orden. Hubiera podido haber negociado directamente con el sector y con la ciudadanía, pero ha optado por otra fórmula. No es para rasgarse las vestiduras. Lo importante del caso es que se analice la situación, se establezca un consenso y se fije una hoja de ruta entre todos los actores -el propio ayuntamiento y el sector público, los empresarios turísticos, y la ciudadanía- en torno al objetivo de que los habitantes reciban los beneficios económicos de la actividad turística y no peligre su forma de vivir. Diríamos que, aunque parezca contradictorio y haya causado un gran revuelo, la moratoria frena menos que relanza, como cuando el piloto de la F1 se detiene para repostar.Madrid va un poco más retrasada en planificación turística. Mientras Barcelona parte de un consenso sobre el modelo turístico de la ciudad que se selló hace 25 años entre más de mil quinientas instituciones de la ciudad, el desarrollo turístico de Madrid se han forjado a golpe de liderazgo partidista. Vemos muchos modelos, muchos proyectos, muchas instituciones, muchos líderes del tema. Pero nos cuesta identificar unos objetivos turísticos consensuados y una hoja de ruta consecuente. Hay que reconocer que ningún gran proyecto turístico desarrollado en la capital de España durante los últimos años ha llevado la firma de todas las fuerzas políticas del consistorio ni ha obtenido amplísimo consenso social y económico. Probablemente eso ha sido la causa de la falta de empuje continuado de los flujos turísticos hacia Madrid. En este sentido, el globo sonda sobre la posible aplicación de la tasa ha devuelto a la ciudad a situaciones anteriores: es el eterno diálogo entre el tendero y el boticario de la Verbena de la Paloma. Tasa turística, ¿por qué sí?, ¿por qué no? Ni es más moderna ni más antigua. Antes de decidirse por ella, el nuevo ayuntamiento o quien tome el liderazgo deberá hacer los deberes: buscar el consenso total en torno a un modelo turístico, de modo que facilite el reparto equitativo de los beneficios y las cargas del turismo; y establecer la hoja de ruta para que todos sepan a qué atenerse. A medida que avanzan las discusiones, se verá si esa es la pieza adecuada y cómo encajarla. Dos ciudades. Dos situaciones. Hermanadas por una realidad, la de conducir por la recta vereda los flujos de turistas y visitantes, el maná contemporáneo, sin que destrocen la ciudad; y a la vez, la conviertan en más humana, más habitable, más acogedora, más intercultural y más rica.

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