La empresa sí colabora con la universidad
La colaboración entre la universidad y la empresa existe, no de manera generalizada, pero se van estrechando lazos. Aunque la crisis económica ha hecho que el volumen de contratación de las universidades con la empresa se haya visto reducido, en los últimos años se han superado los 500 millones de euros al año en investigación, frente a los 700 millones anuales previos a la debacle económica, según explica el vicerrector de investigación de la Universidad Politécnica de Madrid y presidente de la RedOTRI de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), Roberto Prieto.
Señala además en el informe CYD de este año, elaborado por la Fundación CYD, que la mayor parte de las colaboraciones entre universidad y empresa se realizan mediante contratos directos de I+D por encargo, es decir, la empresa recurre a la universidad para que realice determinados estudios o investigaciones para solucionar problemas concretosson las universidades politécnicas, o aquellas con gran incidencia de estudios científico-técnicos, las que acaparan la mayoría de los contratos.
El ciclo de vida de un producto
El ciclo de vida de un producto en el mercado es un proceso cronológico que transcurre desde su concepción inicial hasta su desaparición. Las primeras etapas de ese proceso están llenas de incertidumbre, incógnitas y mucho riesgo, que se puede intentar acotar con la realización de pruebas con modelos o con prototipos. Este trabajo permite comprobar el grado de aceptación de un nuevo producto o servicio, sus posibilidades de producción, costes y rendimiento para intentar reducir las tasas de fracaso y buscar un mayor alineamiento con el mercado. En este campo se ha puesto a investigar la Universidad de Castilla y León, que ha desarrollado un sistema para poder controlar una silla de ruedas con los movimientos de la cabeza, un dispositivo para facilitar la lectura de los ecógrafos hospitalarios, una plataforma capaz de integrar todos los sistemas domóticos de un hogar en un único dispositivo o una aplicación para alertar automáticamente a familiares o servicios de emergencia de la caída de un anciano.
Todos ellos han sido elaborados por alumnos e investigadores en el marco del Programa de Transferencia de Conocimiento Universidad-Empresa, lo que ha supuesto un impulso en la conexión entre la universidad y la empresa.
La llamada I+D colaborativa, añade, en el citado informe, el rector de la Universidad de Cantabria y presidente de I+D en la CRUE, José Carlos Gómez, responde a una investigación conjunta entre la empresa y la universidad, generalmente con una mayor continuidad temporal se sitúa en unos 248 millones de euros, mientras que servicios y apoyos técnicos la cifra sobrepasa los 130 millones de euros.
Un aspecto en el que las universidades deben trabajar, apuntan los expertos de la CRUE, es el de incrementar los ingresos por licencias de la tecnologías desarrolladas. En los últimos cinco años, la cifra se ha mantenido con independencia de la crisis económica, situándose en la banda de los 2,2 millones de euros. Esta cantidad supone menos del 0,5% de los ingresos por investigación de las universidades españolas en colaboración con la empresa.
Otro capítulo difícil es la generación y licencia de patentes en las universidades. Porque, en la mayoría de los casos, cuando se acuerda con una empresa un tema de investigación es habitual que la explotación de las posibles patentes corresponda a la empresa y, por tanto, sea esta la que en copropiedad con la universidad genere la patente. Por ello, en muchas universidades están surgiendo las oficinas u organismos de valoración, o lo que es lo mismo, un análisis de posibilidad de transferencia mediante un análisis del posible valor, que en el mercado pueda tener una determinada patente y las posibilidades de comercialización.
El rector de la universidad de Cantabria, José Carlos Gómez, asegura que se ha puesto en marcha un foro de discusión y preparación de proyectos de universidad-empresa, con más de 130 organizaciones donde están surgiendo iniciativas comunes de trabajo.
En este sentido, cabe destacar algunos ejemplos de colaboración universidad-empresa, como la vinculación de Watson, el sistema informático desarrollado por IBM, con la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Porque, según explica Marta Martínez, presidenta de IBM en España, no se trata de un producto sino del desarrollo de un paradigma en el modo de pensar, de abordar y desarrollar las nuevas posibilidades de las nuevas tecnologías de la información al servicio del talento y la creatividad.
La multinacional tecnológicaestá trabajando con la UPM, en concreto con la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Informáticos, que cuenta con un destacado grupo de investigación en minería de datos y sistemas inteligentes. En particular, desde hace cuatro años, el grupo se ha especializado en el dominio médico gracias a su colaboración con el Centro de Tecnología Biomédica de la UPM, cuyos profesores son los encargados de impartir la docencia de las materias relacionadas con bases de datos, data analitycs y big data. Otra de las empresas que colabora intensamente con las universidad es Agbar, que participa en el plan de doctorados industriales de la Generalitat de Catalunya. Su objetivo es contribuir a la competitividad e internacionalización del tejido industrial catalán, a la vez que fomenta la formación de doctores y la captación de talento de las universidades catalanas. El grupo Agbar tiene proyectos en la Autónoma de Barcelona, la Universidad de Vic o laUniversidad de Girona. Los proyectos de investigación, en este caso, son de tres años e incorporan ventajas adicionales para el doctorando como la matrícula gratuita o una beca de movilidad.
Smart Campus, a tres bandas
Se trata de una iniciativa que surge de la colaboración de tres instituciones, la Fundación Princesa de Girona, la Universidad Carlos III de Madrid e Indra, comprometidas con la investigación, el desarrollo y la innovación, así como con el emprendimiento. Las tres se han unido para el fomento de los conocimientos y capacidades transversales de los estudiantes del citado campus madrileño.
En este proyecto, los estudiantes son protagonistas, ya que el objetivo es que contribuyan a la construcción del Smart Campus 2020 de la Carlos III, donde se responda a sus necesidades e inquietudes bajo el paradigma del internet de las cosas, utilizando la tecnología de Indra Sofía 2.
Entre las ventajas que aporta a los estudiantes, la participación en este proyecto, se encuentra la identificación de las necesidades y problemáticas que les gustaría que fueran resueltas y que sean ellos mismos los que definan y desarrollen la solución. Con ello se fomenta la colaboración, aseguran en el informe CYD los promotores, y el trabajo en equipos multidisciplinares donde cada miembro aporta su conocimiento y área de especialización.
Asimismo, se fomenta el aprender haciendo, pilar de Smart Campus, mediante la realización de talleres sobre modelos de negocio desde la plataforma de Indra.
Por último, se incentiva la cultura de comunidad participativa, donde los participantes pueden opinar y valorar las ideas propuestas por el resto de compañeros.
Las tres instituciones consideran que es una iniciativa interesante en la cual han participado estudiantes de diferentes grados, que han generado más de 50 iniciativas que responden a necesidades diferentes del ecosistema universitario. De esta manera, los alumnos (de la generación millennial) asimilan y se implican más en las actividades cuando aprenden haciendo, como en el caso de Smart Campus.
Desde el punto de vista de Indra, asegura David Pascual Portela, gerente de desarrollo institucional de la innovación, en el informe de la Fundación Conocimiento y Desarrollo, se trata de un nuevo ámbito de colaboración con la universidad que permite a los estudiantes conocer y aprender sobre las tecnologías y soluciones de la compañía. Para la Carlos III, según explican, aporta experiencia y una visión diferente a los estudiantes, y genera una sensación de pertenencia cada vez más importante para la universidad.