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Tribuna
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I+D+i: impulso público, músculo privado

Quien gana las carreras es quien mira hacia adelante, no quien mira hacia atrás. En el deporte y en cualquier orden de la vida y de los negocios, la cuestión es fijarse metas y referencias a seguir. Los objetivos marcados por la Comisión Europea para España de cara al año 2020 (conseguir que la inversión en I+D+i represente el 2% de nuestro PIB, frente al 1,24% actual) vienen a suponer una oportunidad para dinamizar nuestro ecosistema innovador, y pueden contribuir al objetivo de transformar nuestro modelo económico y productivo.

No deberíamos dejar pasar la ocasión. Pero para avanzar posiciones en esta carrera, el país necesita verdaderas políticas orientadas a I+D+i. Y si su impulso corresponde fundamentalmente al sector público, el músculo que les confiera fuerza reside y se desarrolla en el sector privado, y más concretamente en la empresa multinacional.

En efecto, al sector público le corresponde potenciar y racionalizar los importantes esfuerzos en investigación que se están realizando en España, concentrándolos en aquellos sectores estratégicos que pueden actuar como tractores del crecimiento y motores de la reindustrialización. La anunciada Agencia Estatal para la Investigación puede actuar como catalizadora de los esfuerzos en I+D+i y coordinadora de las políticas de investigación, tanto sectoriales como regionales, determinando las prioridades. Este sería el punto de arranque. O si hablamos de carreras, el pistoletazo de salida.

Pero si queremos ganar velocidad, y además acelerar en el menor tiempo, es necesaria la iniciativa privada. Principalmente de quien más experiencia tiene en innovación. En concreto, las multinacionales extranjeras con una larga y consolidada trayectoria en España han demostrado su capacidad para actuar como dinamizadoras y potenciadoras de la inversión en I+D+i. Suya es la verdadera fibra innovadora, la que actúa como tonificadora del tejido empresarial e industrial. Si hablamos meramente de cifras, su inversión en I+D+i representa un tercio del gasto empresarial en este concepto, y España es el tercer país de la UE con más centros de investigación de empresas multinacionales.

Pero si hablamos de hechos e historias reales, contamos con un buen elenco de proyectos de altísimo componente innovador y de alcance global, promovidos por multinacionales y desarrollados en España. Por citar algunos, digamos que el primer ascensor sin cables del mundo, que revolucionará la movilidad urbana y la industria de la construcción, se está desarrollando en Gijón; el futuro mundial de la tecnología de impresión 3D, que está sentando un cambio de paradigma en los procesos de fabricación, está siendo pilotado desde Sant Cugat del Vallès; la primera turbina eólica, con capacidad para generar energía que abastezca a 5.000 hogares, ha sido desarrollada en Barcelona, con componentes fabricados en La Coruña, Zamora y Navarra; en Alcantarilla, Murcia, se ha conseguido aislar bacterias con efecto probiótico beneficiosas para la salud, que una vez registradas y patentadas en el Instituto Pasteur, se están empleando ya en muchos países para nutrición adulta e infantil… Y podríamos seguir. Porque no son contados ejemplos, sino que disponemos de un amplio catálogo de apasionantes proyectos de dimensión global, que están moviendo el mundo y han encontrado su palanca en España.

Pensemos que para estas multinacionales, presentes en todo el mundo, España es un país clave y determinante, que está a la vanguardia. En el que están dispuestas a confiar para proyectos de la máxima envergadura y estratégicos para su actividad y su futuro. Si fuéramos capaces de explotar esa percepción que estas grandes compañías tienen de nuestro país, nadie tendría dudas de que estamos en disposición de situarnos entre los primeros países del mundo por tecnología, conocimiento y buena práctica empresarial.

Teniendo en cuenta este bagaje, sería una gran oportunidad que la Administración española confiase en la fortaleza de las multinacionales con acreditada experiencia y compromiso con nuestro país. Por ejemplo, incorporándolas a los distintos grupos de trabajo y a los diferentes planes de I+D+i; asimismo, favoreciendo la transferencia a la empresa del conocimiento adquirido en la investigación, con programas de incorporación de investigadores a las compañías; también apoyándose en las multinacionales para promover la competitividad industrial que necesita el país, y por añadidura, creando condiciones propicias para atraer su inversión y la creación de centros tecnológicos y de competencia. No olvidemos que las multinacionales actúan como transmisoras de conocimiento y excelencia empresarial, al tiempo que generan a su alrededor ecosistemas de innovación, emprendimiento y competitividad que crean oportunidades para el tejido empresarial español.

En definitiva, este país tiene ante sí un reto prometedor y objetivamente posible: incorporarse a medio plazo al grupo de las economías que lideran la innovación en Europa. Para conseguirlo, la Administración tiene buenos aliados en los que apoyarse. Es misión de todos, y las multinacionales extranjeras, de fuerte musculatura y largo recorrido en España, la toman como suya.

Helena Herrero es Presidenta de la Fundación I+E.

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