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Nos vemos en la calle

1.- Creo que fue un patinazo de Tsipras la convocatoria del referéndum. No surgió de la nada: la situación se empezó a torcer poco después de que pareciese encarrilada, el lunes por la noche. En aquel momento unos ajustes de más o de menos separaban las posturas de la troika y Grecia. La foto del acuerdo en la cumbre del jueves parecía el escenario natural; muchos corresponsales europeos empezaban ya a estar pendientes de las negociaciones sobre cuotas migratorias o, en todo caso, de los apoyos parlamentarios de Syriza.

2.- No sabemos qué pasó el martes, pero el miércoles a primera hora, Tsipras estalló con dos tuits en los que acusaba al FMI de torpedear el acuerdo. El mismo lunes, casi de madrugada, trascendieron las dudas de Lagarde.

3.- Las prioridades del BCE, la Comisión, el FMI y los países más poderosos son distintas en, casi, todos los casos. El FMI pretende que sus créditos se devuelvan, por lo que exige, bien más estabilidad presupuestaria, bien un alivio en los pagos de la deuda. Esta vez el BCE ha intentado mantenerse al margen (siempre que le paguen), mientras Alemania se niega a otra reestructuración. La Comisión ha sido el organismo más cercano a Atenas, aparentemente. Grecia ha intentado explotar esta aparente brecha para buscar un acuerdo.

4.- Llama la atención que esta vez haya sido el FMI quien pusiese más pegas al acuerdo inicial, porque los números no le cuadraban. Ni el historial de negociaciones con Grecia ni la alegría con la que las previsiones se han incumplido de forma sistemática harían prever la oposición del fondo. El documento que llegó a Tsipras el miércoles ya estaba reescrito, como cuenta aquí Bernardo, tras una extraña maniobra en las altas instancias de la UE.

5.- Poco importa todo esto ya. La baraja se acabó de romper entre el viernes y el sábado; las dos partes se han citado en duelo para el domingo, pero una de ellas parte en desventaja. El referéndum ha dejado a Tsipras en una posición en la que solo puede perder: si gana el Sí debe dimitir o intentar un gobierno de concentración (candidatos en la oposición no faltan). Si gana el No, los acreedores solo tendrán que esperar al 20 de julio para que un impago al BCE expulse, probablemente, a Grecia del sistema de Bancos Centrales y del euro. Eso, si no van de farol. La jugada prevista en las capitales europeas (salvo París) es otra: que gane el Sí (o el No por poco) dejar caer al Gobierno de Tsipras y negociar con otro interlocutor.

6.- La salida del euro es algo más complicado que cambiar euros por dracmas. Más allá de los efectos sobre Grecia, pone en el disparadero a los países más débiles de la zona euro (Portugal, España o Italia), siembra una segura tormenta financiera en las economías de los Balcanes, crea un foco de inestabilidad geopolítica a pocos centenares de kilómetros del frente ucraniano y, aunque no parece que importe mucho ya, acerca la construcción europea a un puñado de acuerdos comerciales y una unión monetaria de ida y vuelta. Los discursos nacionalistas suelen prender mejor en terreno inflamable.

7.- Cuestión aparte merece otra pregunta: ¿Quién pedirá a Grecia los 59.000 millones prestados o avalará los 131.000 al MEDE? ¿Bajo qué amenaza se reclama esa deuda, una vez que el país ha sido empujado al abismo?

8.- Otra pregunta es casi retórica: ¿Merece la pena este riesgo por unos ajustes más o menos? Es evidente que a estas alturas ya no es cuestión de números. La idea de que la zona euro será más fuerte con Grecia está tan extendida como la de que un castigo a Tsipras disuadirá a otros europeos de votar mal.

9- Una buena prueba de este trasfondo político es que España, el país del euro con las cuentas públicas más desequilibradas (en términos de déficit primario) y debiendo aún gran parte del rescate, tiene a uno de los Gobiernos mas agresivos con Tsipras. También tiene a Podemos. No es la única razón, creo, ni la principal, pero también cuenta.

10.- Mientras, los griegos no pueden sacar dinero del banco, temen por sus ahorros y se ven condenados a elegir entre una rendición (nuevo MoU, nuevos ajustes) o una ruptura muy dolorosa. Es el riesgo que ha corrido Syriza desde que tomó el Gobierno; no ha peleado detalles nimios, sino negado la mayor a la troika. Su legitimidad y los resultados cosechados por sus propuestas. Con el escaso poder de negociación del que disponía, la apuesta no dejaba margen al error. Y los ha cometido, empezando por un excesivo celo en granjearse enemigos y acabando por el referéndum.

11.- Uno de los aspectos a debate han sido las ayudas fiscales a los armadores helenos. Entre las objeciones del plan del pasado lunes estaba el impuesto de las tragaperras o el IVA de la leche. También se ha propuesto liberalizar el mercado de los gimnasios. No se entiende muy bien que, si son cuestiones clave para el futuro de Grecia, no se hayan abordado en los últimos cinco años. O, si no lo son, qué pinta la troika sacando estos temas.

y 12.- Ya acabo. Estas dos semanas no tienen sentido, salvo que miremos también los cinco años anteriores. Cinco años en los que una crisis financiera se ha intentado resolver mediante una determinada política económica. Los resultados han sido desastrosos, pero ahora eso parece lo de menos: hemos descubierto que el sacrificio puede ser un bien en sí mismo, independientemente de sus efectos, y que las catástrofes financieras pueden usarse como un estímulo pavloviano para que se aplique dicha política. Al final, esta película nunca ha sido económica.

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