El FMI presiona para que Grecia haga recortes reales
Los ministros de Economía de la zona euro (Eurogrupo) celebraron ayer la enésima reunión extraordinaria para intentar cerrar el último tramo del segundo rescate de Grecia, un acuerdo que pretende evitar una suspensión de pagos en Atenas. El encuentro duró apenas una hora ante la imposibilidad de superar las desavenencias surgidas entre el FMI y el Gobierno griego.
Las negociaciones continuaron anoche entre los líderes de la troika (CE, BCE y FMI) y el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y concluyeron al filo de la una de la madrugada; se prevé que los contactos se retomen a partir de las seis de la mañana.
El Eurogrupo volverá a reunirse a la una de la tarde, poco antes de que empiece en Bruselas una cumbre europea de dos días. Fuentes diplomáticas no descartaban que el acuerdo no llegue hasta el viernes, con una nueva cumbre extraordinaria de la zona euro a nivel de primeros ministros.
La frustrada cita llegaba marcada por las objeciones del FMI al principio de acuerdo logrado el lunes en la cumbre extraordinaria de la zona euro. El organismo que dirige Christine Lagarde se reserva incluso la posibilidad de no liberar su contribución a la próxima entrega del rescate si no se modifican las condiciones exigidas a Atenas.
En el próximo tramo del rescate, el FMI aportaría hasta 3.500 millones de una entrega total prevista de 7.200 millones. La zona euro podría cubrir la retirada del FMI con el remanente del rescate para la recapitalización bancaria en Grecia (10.900 millones de euros). Pero la presencia del FMI como supervisor, aunque no contribuya, parece imprescindible para que el Parlamento alemán pueda aprobar la semana que viene la continuación del rescate griego.
Las objeciones planteadas por el FMI obligaron al primer ministro griego, Alexis Tsipras, a regresar precipitadamente a la capital europea. Tsipras había salido muy satisfecho de la cumbre del lunes, con un principio de acuerdo que no le suponía grandes sacrificios y que ya parecía contar con el beneplácito de su partido (Syriza), salvo entre algunos elementos más radicales.
Pero el FMI no se fía del plan presentado por Tsipras, que basa el 93% del ajuste en presuntos aumentos de la recaudación, a partir, sobre todo, de recargos fiscales sobre las empresas e incrementos en el impuesto de sociedades.
El organismo que preside Christine Lagarde también insiste en elevar este año un 1% del PIB griego (1.800 millones de euros) los ingresos del IVA, en lugar de los 680 millones a los que aspira el plan heleno. El FMI reclama además acelerar la reforma de las pensiones, para lograr en lo que queda de año un ahorro de 900 millones (frente a los 660 planteados por Atenas) y de 1.800 millones en 2016, pero no a base de recargos como planteaba Grecia sino de recortes nominales.
Esas demandas del FMI obligaron a Juncker a convocar una reunión extraordinaria de la cúpula de la troika, a la que asistieron la directora gerente del organismo internacional, Christine Lagarde y el presidente del BCE, Mario Draghi, entre otras altas instancias.
Tsipras llegó a la cita en pie de guerra, con un tuit previo en el que acusaba a las instituciones e la troika de mantener una actitud extraña: “ o no quieren el acuerdo o están respaldando intereses especiales”, tuiteó el primer ministro griego.
Atenas endureció ayer, además, sus demandas sobre una renegociación de la deuda, que permitiría rebajar los tipos de interés de los préstamos bilaterales (51.900 millones de euros) o prolongar los plazos de reembolso de los préstamos multilaterales (casi 131.000 millones de euros).
El alivio de la deuda podría contentar al mismo tiempo a Atenas (que la reclama como contrapartida a nuevos recortes) y al FMI, que lo considera necesario para mejorar el potencial de crecimiento a largo plazo de la economía griega. Pero se trata de una decisión muy sensible políticamente que, según fuentes europeas, sólo puede ser aprobada al más alto nivel. La cumbre europea de hoy y el viernes podría dar la señal.