Crudo barato, futuro volatil
Durante la caída del precio del crudo, desde máximos de julio de 2014 hasta los mínimos de enero de 2015, se esgrimieron básicamente dos tipos de motivos. Por un lado, parecía que podía tratarse de maniobras políticas desde distintos Gobiernos (de Arabia Saudí o EE UU, principalmente) para perjudicar potenciales rivales (como el Estado Islámico, Rusia o Venezuela) o incluso tecnologías (como la fractura hidráulica).
Por otro lado, también parecía que los fundamentales del mercado justificaban esa caída con un aumento de la oferta por el desarrollo de hidrocarburos no convencionales y una bajada de la demanda tanto en países OCDE como China. Probablemente hubiese un poco de todo esto en la bajada. Y con el crudo Brent en el rango de los 50-60 dólares por barril, cabe preguntarse dos cosas: ¿hasta cuándo se mantendrán estos niveles? ¿Qué medidas pueden tomar las compañías energéticas (o dependientes de la energía) mientras tanto?
Parece lógico pensar que, a menos que haya cambiado la situación en algún aspecto, la dinámica de precios se debería mantener como actualmente. En el ámbito político, la situación no invita a pensar en un cambio de tendencia, más bien al contrario. No solo el Estado Islámico no ha reducido su actividad, lo que debería motivar a continuar con precios bajos, sino que nuevos acuerdos políticos –como el reciente con Irán– harán que haya mayor crudo disponible en el mercado. El aumento de producción disponible fuera del ámbito de la OPEP también ha reducido la capacidad de influencia de esta organización en los precios, por lo que cabría preguntarse si, incluso si verdaderamente tuviese interés en conseguir una escalada en los mismos, sería capaz de hacerlo.
Esto ayudará a que los fundamentales sigan siendo bajistas, aunque no es el único argumento para ello. No solo la demanda no crece como se esperaba, sino que incluso disminuye en algunos mercados, como parece indicar la caída en pedidos de bienes duraderos reportada en febrero de 2015 en el propio EE UU. El hecho de que muchos proyectos no convencionales requieran precios mayores del crudo para ser rentables no justifica que nadie cierre un pozo en operación, sino que le obliga a ajustarse al máximo intentando agotarlo. Adicionalmente, la mayoría de la producción no convencional está promovida por empresas relativamente pequeñas, capaces de ralentizar o acelerar su ritmo de inversión de manera acelerada, por lo que pequeñas subidas de precios volverían a activar proyectos que ahora mismo están interrumpidos. Por otro lado, el crudo no convencional producido en EE UU es más ligero del que están dispuestas a procesar las refinerías norteamericanas, por lo que el WTI seguirá estando presionado. De hecho, a niveles y precios de almacenamiento actuales, cualquier operador podría aprovechar el contango existente y bloquear un margen vendiendo en diciembre. Hasta entonces será muy difícil que los precios repunten.
Cuando repunten, la volatilidad será probablemente un riesgo adicional para las compañías que compiten en el mercado de la energía (tanto desde la producción como desde el consumo). Y este puede ser el momento para tomar las medidas necesarias para transformarse en organizaciones capaces de reaccionar de manera inmediata a cambios en los mercados. Las recientes operaciones en el sector, como la compra de British Gas por Shell, o, a otro nivel, la de Talisman por Repsol, demuestran que las propias compañías buscan medidas que les permitan acelerar cambios para adaptarse y buscar sinergias con las adquisiciones.
Con ellas se hace más evidente que las compañías productoras están mucho más acuciadas actualmente, pero los consumidores podrían poner sus barbas a remojar de la misma manera y cuestionarse si están verdaderamente preparados para esa volatilidad. ¿Disponen de información en tiempo real y está disponible para las personas que tienen que tomar las decisiones? ¿Son capaces de evaluar las alternativas en términos de coste y beneficio y decidir consecuentemente? ¿Son sus estrategias de suministro lo suficientemente flexibles para adaptarse a cambios en la demanda? ¿Cuánto tiempo necesitan para reasignar activos o personas a diferentes procesos o mercados? ¿Consigue mi compañía mayor flexibilidad con la investigación y la innovación?
La aplicación de lo que se conoce como operaciones dinámicas permite a las compañías responder de manera más adecuada a estos interrogantes y prepararse para afrontar el reto de la volatilidad satisfactoriamente.
Álvaro Polo y Antón Riestra son ‘Managing directors’ de Accenture Strategy