De la tiza a la pizarra digital
No hay vuelta atrás. La tecnología ha entrado en las aulas como Pedro por su casa y campa a sus anchas en universidades y escuelas de negocios. Profesores y alumnos utilizan, disfrutan y hasta padecen –los menos– las nuevas herramientas para aprender. Entre los primeros, el paso de la enseñanza tradicional a la digital les ha obligado a volver a clase para reciclarse, formarse y adaptarse a los nuevos soportes; para los estudiantes, nativos digitales ya, el paso prácticamente ha sido coser y cantar.
Proyectores, sistemas de audio, ordenadores, cableado de red y eléctrico, acceso a Internet vía wifi desde cualquier punto del campus, asignaturas con espacio propio y específico en los llamados campus virtuales (moodle) para el apoyo a la docencia, son algunas de las nuevas dotaciones y herramientas tecnológicas con las que cuenta la enseñanza superior y se complementan a la vez, con aplicaciones adicionales “como redes sociales propias para estudiantes y profesores, herramientas de control antiplagio, repositorios de objetos de aprendizaje, instrumentos de webconference integrados en el aula virtual u otros para la realización de actividades basadas en grabaciones de audio y video de los propios estudiantes, por ejemplo”, explica Pedro Lara, vicerrector de calidad e innovación académica de la Universidad Europea.
En áreas más específicas, puntualiza, “el uso de tecnologías ligeras de grabación, como minicámaras o incluso Google glass, permiten mostrar a los estudiantes actuaciones en vivo de un odontólogo, por ejemplo”.
HERRAMIENTAS
“Más tecnología no es igual a mejores resultados. Lo importante es qué tipo de pedagogía se está utilizando”, afirman desde la Pompeu Fabra de Barcelona
Móviles inteligentes, ordenadores, tabletas y otros aparatos valen en las aulas. Todos los soportes son útiles: “Quien aprende son las personas, no las máquinas ni el software. Estamos hablando de herramientas exactamente igual que los lápices de colores y el papel, en su momento. Más lapiceros y libretas no significa más aprendizaje, ello depende del uso que se les den”, explica Marc Alier, director del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Pública de Cataluña (UPC).
Para poder incorporar estas novedosas herramientas tecnológicas y estar a la última hace falta una importante partida presupuestaria, pero tanto universidades como escuelas de negocios se muestran reacias a precisar cifras. En el caso de la Universidad Autónoma de Madrid, “un rasgo que nos identifica es el impulso institucional al empleo de las tecnologías en la enseñanza y la existencia de un vicerrectorado de tecnologías para la educación confirma este hecho”, precisa su vicerrectora Silvia Gil Conde.
El antiguo debate sobre si la tecnología está reñida con la pedagogía no sólo está cerrado sino superado. “Las pedagogías están reñidas entre ellas mismas”, zanja Alier y añade que “hay tecnologías educativas que van de la mano de cada visión de lo que debe ser la educación y el aprendizaje”.
El consenso entre universidades, públicas y privadas, y escuelas de negocios en este punto es total. Pedagogía y tecnología “no sólo no pueden considerarse incompatibles, sino que se presentan interconectadas”, señala Gil. La tecnología es “una herramienta más como la pizarra o los libros de texto tradicionales lo fueron en su momento”, coincide Lara.
La tecnología “sólo está reñida con la pedagogía si se convierte en protagonista en lugar de facilitadora”, especifica Joost van Nispen, fundador y presidente de ICEMD, el Instituto de la Economía Digital de ESIC. “Si se pone al servicio de la pedagogía, revolucionará la educación superior. La tecnología bien entendida está convirtiendo en realidad el sueño de una formación cada vez más a la medida de cada alumno”, donde la participación, la colaboración y la adquisición de conocimientos activos por parte del alumno le servirán en la práctica para solucionar problemas imprevistos y aprovechar oportunidades nuevas, concluye Van Nispen.
Más tecnología “no es igual a mejores resultados”, advierte Daniel Serra, decano de la Universidad Pompeu Fabra Barcelona School of Management. “Lo importante es qué tipo de pedagogía estamos utilizando”. En el caso de esta universidad pública, “la metodología de trabajo está muy centrada en la analítica y la gestión de la información y para ello las herramientas tecnológicas juegan un papel muy importante”.
MOTIVACIÓN DEL ALUMNADO
El sector también coincide en que las nuevas tecnologías aumentan la motivación del alumnado “porque permite implicar más a los alumnos en el proceso de aprendizaje y ello, al final, proporciona mejores resultados”, afirma Martín Boehm, decano de programas de IE Business School. La interacción que proporcionan las nuevas herramientas –añade Sergio Reyes, director de programas a medida del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB)–, es “un elemento indispensable para que la pasividad del modelo de antaño dé paso a la proactividad de los alumnos de hoy”.
Un dato a tener en cuenta, advierte Alex Rayón, director de eCampus en Deusto Business School, es que “la era digital en la que los nuevos alumnos han nacido facilita esta motivación”. “La transformación digital que incumbe tanto a las empresas como a los centros de enseñanza, hace variar la manera de relacionarnos, la manera de aprender –los procesos cognitivos cambian–, la manera de trabajar en equipo, etcétera. Por ello, si nuestras clases, nuestras sesiones de formación, están adaptadas a esta nueva era en la que han crecido los alumnos, se sentirán más motivados”, añade Rayón.
Y a los profesores que no son nativos digitales cuya inmersión en estas nuevas tecnologías es relativamente reciente ¿cómo se les motiva? Con un reciclaje continuo, formación específica y apoyo. En el caso de Deusto disponen de “un servicio de coaching –entrenamiento– personalizado y tutorizado para ayudarles en este proceso de capacitación”. En UDIMA, la Universidad a Distancia de Madrid, “todos los profesores son seleccionados de acuerdo a criterios mixtos, que combinan la experiencia docente y los méritos académicos, con una probada pericia en el manejo de herramientas tecnológicas básicas y además todos nuestros docentes reciben una formación específica”, explica su director general Arturo de las Heras. El reto, independientemente de la disciplina que se imparta, es la formación continua.
A vueltas con los presupuestos
En casi todos los países occidentales, entre la crisis y las medidas de austeridad, las partidas de Educación se han visto recortadas, mientras que por el contrario, el gasto destinado a nuevas tecnologías ha aumentado, algo que, aparentemente, parece una contradicción. No necesariamente, en opinión de Silvia Gil, de la Universidad Autónoma de Madrid. “Sería deseable que el gasto se incrementase en ambos apartados. La inversión en nuevas tecnologías repercute positivamente sobre la calidad de la enseñanza. Docencia sin tecnología es posible, pero no deseable”. No sería una contradicción, matiza Daniel Serra, de la UPF, si esa inversión en nuevas tecnologías está orientada hacia el mundo de la Educación. “El reto es saber si esa inversión se hace pensando en la mejora de los modelos educativos”, dice. Para Pedro Lara, de la Universidad Europea, más que una contradicción, se trata de una mala priorización de recursos. “La tecnología por sí misma no nos va hacer mejorar el informe PISA –en el que la enseñanza media española sale mal parada año tras año–. Solo el buen uso de la tecnología lo hará y para ello hay que elegir la tecnología adecuada y formar meticulosamente a los profesores, la palanca fundamental para hacer que la inversión en tecnología sea realmente rentable”, afirma. Martin Boehm, del IE, discrepa: “La tecnología nos permite obtener mejores resultados con menos recursos. La educación es así más eficiente”.