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Tribuna
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Universidad y carreras

Sentido común, pero sobre todo partamos de una premisa inequívoca y esencial, ¿qué formación queremos para nuestros alumnos?, ¿es mejor o es peor que la que había antes de Bolonia?, ¿qué piensan nuestros profesores universitarios, sobre todo quienes mantienen viva la llama y la vocación docente e investigadora? Dos términos, docencia e investigación, que tienen demasiados significantes en el mundo universitario. Quien suscribe viene de ese mundo y volverá a ese mundo, el de la vocación por excelencia.

El futuro de una sociedad son sus jóvenes, preparados, sean universitarios o no, pero formación y preparación es el arquitrabe y la esencia de un pueblo si es que es capaz de pensar por sí mismo. Y la universidad siempre ha debido ir por delante de la sociedad. Pero en este país quejumbroso no ha sido así, o no lo es desde hace demasiados años, los mismos en los que, primero reformas tras reformas, la educación es la que es, piensen ustedes mismos, los que tuvieron la fortuna y la oportunidad de estudiar antaño, piensen en lo que han estudiado sus hijos y el nivel de exigencia y, en segundo lugar, antes de que el virus de la titulitis nos devorara a todos. Próximos y ajenos, detractores y sustentadores.

Hoy se habla de una enésima reforma y de reducir, aun más, el grado a tres años. Que luego, hipotéticamente se compensará con un máster. ¿Qué máster, en que universidad o centro y con qué costes? Porque los costes al final, son la llave que abre la empleabilidad, porque el mercado discrimina y los empleadores también en función de donde se hayan cursado los mismos. Pero esto políticamente parece que no es correcto, tampoco importa a quiénes proponen reformas y reformas.

Y vuelvo al interrogante inicial, el que me preocupa como profesor universitario, aunque en excedencia, si bien nunca se está en excedencia cuando la universidad se siente, se vive y se disfruta. ¿Están hoy mejor preparados nuestros alumnos al acabar sus estudios que hace seis o siete años, cuando todos estudiaban cinco años? ¿Acaso los másteres que se han implantado no han sido en no pocas universidades y centros una buena repetición de lo que se impartía en la licenciatura y a veces incluso en los grados en vez de procurar de verdad la especialización y la práctica? No nos engañemos.

En 1953 se implantó el Plan de Derecho, sin duda el mejor que ha habido en los últimos seis decenios. 25 asignaturas. Ni más ni menos. Cuatro años de Derecho civil, la vértebra del Derecho y columna axial de la carrera. Cinco horas semanales durante esos años. Hoy, algunas universidades imparten cuatro derechos civiles pero solo cuatrimestralmente, y dos horas a la semana. Algunas, menos horas. Juzguen ustedes. Falta otra nota, antes había libros, se leían, ahora todo es el power point y los trabajos, donde increíblemente el alumno presenta unos trabajos extraordinarios, con una literatura y gramática que sin embargo no es la que se atesora luego en clase ni en los exámenes orales. Son los milagros del internet y del copia y pega, como algunas sentencias, todo sea dicho de paso.

¿Salen mejor preparados hoy nuestros alumnos que los que terminaron hace dos años con ciclos más amplios de duración? Prefiero no responder. Otra reflexión, ¿por qué un país serio, Alemania, que lo es, se negó a implementar ciclos reducidos de Bolonia en carreras que son y gozan de una reputación intachable en el país teutón como es Medicina, Arquitectura, Derecho y alguna más?

No sé si se irá a ciclos de tres más dos, tres de grado y dos de máster, no lo sé, pero sí sé que todavía me importa y mucho la formación de nuestros alumnos universitarios. El futuro es de ellos. A veces, las decisiones político-administrativas pueden ampliarlo, mejorarlo o dificultarlo. Pensemos. Reflexionemos. Escuchemos y luego valoremos con todas las premisas y aristas del problema.

¿Saben ustedes cuantas reformas educativas ha habido en este país en estos 38 años casi de democracia? Unas cuantas, se lo aseguro. Cuando mi padre estudió en los maristas de Lugo, hace años ya, se aprendían los 515 ríos de España. Habíalos en aquel momento. Y el alumno estudiaba. Hoy dudo que los niños de esa edad sepan siquiera los grandes ríos, o dónde nacen, o dónde desembocan, o dónde, quién sabe siquiera dónde. Para qué seguir hablando. Pero si quieren, un día hablaremos de educación.

Abel Veiga es profesor de Derecho en Icade.

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