Lecciones japonesas: los estímulos monetarios no llegan a la economía
El pasado mes de octubre ya anticipábamos en varios foros que la economía japonesa habría entrado en recesión a pesar de que el consenso esperaba un rebote expansivo tras la intensa contracción del segundo trimestre (nada menos que un -7,3% anualizado) como resultado en buena medida de la subida de impuestos al consumo implementada por el Gobierno del primer ministro Abe. Hace unas semanas se publicaban los primeros datos del tercer trimestre que echaban por tierra las esperanzas sobre dicho rebote con la confirmación de una nueva contracción del 1,6% anualizado. El fuerte impulso fiscal del sector público implementado para impulsar la economía en el tercer trimestre no ha sido capaz de compensar la tendencia contractiva del PIB japonés.
Los indicadores que manejamos apuntan a que esta será también una recesión bastante severa, como la de finales de los años noventa del siglo pasado. Se trata además de la cuarta recesión sufrida por la economía nipona desde el año 2008 por lo que pone de relieve una tendencia de fondo persistente de debilidad y volatilidad en la actividad económica japonesa. Sin embargo, más importante que estos datos son algunas de las preocupantes lecciones que se pueden extraer del desempeño de esta economía durante los últimos años y las últimas dos décadas, así como los experimentos llevados a cabo en el intento de reactivarla.
Lo primero que hay que entender es que, contrariamente a la creencia popular, Japón no ha tenido un desempeño económico en términos de crecimiento e inflación muy diferente al de los otros dos grandes bloques de economías desarrolladas, Europa y Norteamérica. En el caso del PIB, en la última década –un periodo significativo ya que recoge al menos un par de ciclos económicos– el crecimiento real anual medio ha sido del 1% en Japón. Resulta que el supuestamente mucho más vigoroso Estados Unidos ha registrado un crecimiento medio del PIB del 1,5% en dicho periodo y en el caso de Europa se queda ligeramente por debajo del propio Japón. Así, la primera lección que puede extraerse es que quizás la posibilidad de la japonización de Europa, entendida como un muy largo periodo de bajo crecimiento e inflación, no debiera descartarse como completamente descabellada. Dicho de otro modo, es posible que las economías desarrolladas en su conjunto se encuentren en un ciclo o periodo secular de muy bajo crecimiento donde la volatilidad cíclica sea mayor y, por tanto, la frecuencia de las recesiones más elevada.
Sin embargo, las lecciones más reveladoras posiblemente se encuentren en los resultados aparentes de las políticas de expansión monetaria. No debiera ser necesario recordar que las políticas de expansión monetaria sin precedentes empleadas por Estados Unidos (y parece que muy próximamente por la eurozona) se han convertido en la herramienta estrella de esta crisis pero no han estado exentas de polémicas y discrepancias sobre su efectividad y bondad en la economía real. El problema es que las discusiones son en realidad en el plano teórico ya que en primer lugar, al no tener estas políticas claros precedentes, no existe una guía histórica a la que atenerse. En segundo lugar, la economía no es una ciencia como la química, donde se pueden realizar diferentes experimentos en un laboratorio y constatar sus resultados. Resumidamente, no sabemos si la situación de la economía real sería igual, mejor o peor si no hubiera habido políticas extraordinarias de creación de liquidez.
Justamente es por ello que Japón sería lo más cercano a ese laboratorio ya que lleva empleando políticas monetarias expansivas durante bastante tiempo. En el periodo entre 2001 y 2006 ya realizó un intento, mediante la compra de bonos del Gobierno, de aumentar la base monetaria y fue en buena medida un fracaso. Sin embargo, a finales de 2012 y primeros de 2013 se lanzó una política mucho más agresiva y decidida con el objetivo explícito de nada menos que doblar la base monetaria y de llevar la inflación hasta el 2% en dos años. En esta ocasión sí que se consiguió aumentar rápidamente la base monetaria, así como la oferta de dinero en el sistema por lo que este aspecto puede decirse que las medidas habrían conseguido su objetivo y fueron un éxito… ¿Pero cuál ha sido su impacto en la economía real? Pues con los datos de inflación y crecimiento de los últimos meses podemos afirmar que parece que ha sido un fracaso o por lo menos pone en seria cuestión el argumento de que las políticas de expansión monetaria son capaces de transmitirse a la economía real mediante una mayor inflación y un mayor crecimiento.
En resumen, sería por tanto todo un aviso a navegantes en lo que respecta a depositar demasiada confianza en políticas monetarias ultraexpansivas y no convencionales.
Efectos en la Bolsa
Las dudas sobre la eficacia de las nuevas políticas monetarias son razonables pero el impacto sobre las Bolsas puede ser un tema diferente, como se observó en 2013.
La cuestión es si las nuevas medidas que incluso contemplan la compra de acciones y no solo bonos del Gobierno a largo plazo pueden tener un impacto positivo en las Bolsas de aquel país.
Posiblemente la Bolsa japonesa cobre un renovado impulso con el nuevo año, pero otros factores, como el anticipo de salida de la recesión o valoraciones, pueden estar detrás.
Una nueva victoria electoral de Abe provocará previsiblemente una nueva ronda de medidas monetarias, mas su credibilidad será menor a no ser que vaya acompañada de verdaderas reformas estructurales.