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Richard Gerver, asesor y experto en educación

“Las escuelas quedarán obsoletas antes de lo que creemos”

“¿Por qué estudiamos asignaturas? Es una manera ridícula de parcelar el conocimiento” “Los padres acabarán cuestionando las escuelas. La educación colaborativa ganará peso”

Isabel Etxamendi
Manuel G. Pascual

Richard Gerver (Londres, 1969) era un director de escuela más hasta que se puso al frente de la Grange Primary School, una de las peores de Reino Unido. Dos años después, el colegio se situó entre los primeros del país y se ponía como ejemplo de innovación en todo el mundo. Gerver se dedica hoy a asesorar escuelas a través de The International Curriculum Foundation, de la que es cofundador. También recorre el orbe hablando de su modelo de educación, basado en crear contextos reales en los que se mezclen varias disciplinas. Fue uno de los ponentes estrella del Congreso de Mentes Brillantes, organizado la semana pasada en Madrid por Ser Creativos.

Si le dieran plenos poderes para cambiar el sistema educativo de su país, ¿qué haría?

Empezaría por formular la pregunta fundamental: qué tipo de seres humanos queremos que sean nuestros hijos cuando hayan completado su educación. En esta discusión implicaría a educadores, pero también a emprendedores sociales, empresarios, ONG, líderes de pensamiento y, solo si fuera imprescindible, a políticos [risas]. Creo en el antiguo proverbio africano que dice que hace falta todo un pueblo para educar a un solo niño.

¿Qué forma tomaría su sistema?

“Cada país debe buscar un modelo propio”

Gerver dice que los maestros deben tomar la sartén por el mango. “No podemos caer en la actitud victimista de que el sistema no nos deja hacer cosas nuevas. Los profesores debemos actuar como profesionales, y los profesionales solucionan problemas”.

Por ahí empezó la revolución que llevó a cabo Gerver en la Grange Primary School. “Cuando llegué vi que los maestros habían perdido su pasión. Les dimos poder para que cambiaran las dinámicas. Queríamos crear un currículum y una experiencia para los estudiantes que fuesen ricos en contextos. Para ello explotamos el concepto de los juegos de rol. Representábamos situaciones en emisoras de radio, televisiones, cafés, museos, tiendas... Todo aquello que nos encontramos en la vida real. Cuando aprendían lengua, matemáticas o ciencias lo estaban haciendo en situaciones parecidas a la realidad”, recuerda.

En su opinión, ningún país ha dado con la fórmula ideal en materia de educación. “En todos los Estados podemos encontrar iniciativas muy interesantes. No solo en los escandinavos y en Asia. Los modelos no son exportables. Cada país debe ser capaz de encontrar un sistema que le funcione y se adapte a su realidad”.

Gerver considera muy interesante el modelo propuesto por Roger Schank, orientado a las competencias necesarias en la vida laboral. “Creo que su trabajo es muy interesante, porque trata sobre el desarrollo del conocimiento, el cerebro, la evolución humana, las capacidades cognitivas naturales y la forma de aprendizaje. El peligro es pensar que su método es la panacea. Su modelo es simplemente una provocación que desafía al sistema y propone nuevas formas de organizarlo. Cada uno tiene que dar con el sistema que mejor se adapte a su entorno. He visto los resultados de algunos de los centros en los que se aplica su sistema: en algunos son brillantes, en otros no tanto. Por encima de todo, creo que el modelo de Schank sirve para avivar el debate. Él sería el primero en decirle que no siga su sistema ciegamente”, subraya.

Trataría de potenciar el desarrollo de las habilidades naturales de aprendizaje de los niños. Creo que los pequeños son aprendices avezados, tienen una increíble curiosidad natural. La mayor parte de conocimientos que adquiere una persona, como identificar las entonaciones vocales o interpretar expresiones faciales, acontece antes de que llegue al colegio. El actual sistema, que consiste en llevarles a unas aulas, inyectarles información y devolverles a sus casas, es insuficiente. El punto clave es cómo desarrollar y nutrir sus talentos naturales. Deben ser alumnos activos, no pasivos.

¿Qué competencias debe adquirir un alumno del siglo XXI?

Las esenciales son la colaboración, la solución de problemas, el espíritu emprendedor, perseguir intereses propios, tener espíritu crítico y desafiar las convenciones. El sistema debe preparar a los jóvenes para que se adapten a un mundo en constate cambio, para que sean más lanzados e independientes, que tengan más control sobre sus vidas y colaboren entre ellos para encontrar soluciones a los problemas.

¿Cambiaría, entonces, las asignaturas habituales?

¿Se ha preguntado alguna vez por qué estudiamos en base a asignaturas? Es una manera ridícula de compartimentar el conocimiento. El mundo real no funciona así. Habría que diseñar la manera en que la experiencia y el conocimiento de cada materia estuviesen mejor integrados. Los niños se desenvuelven mejor en entornos multitarea. Cuando juegan a las consultas médicas usan conocimientos de lengua, matemáticas y ciencias a la vez. Si el aprendizaje tiene lugar en ambientes ricos en contextos, nadie quedará realmente desconectado. Es importante que el componente experiencial gane peso frente al académico, que ahora mismo monopoliza la enseñanza.

¿Cómo encajan en este modelo los deberes y los exámenes?

Estamos en un punto en el que todo el mundo coincide en que necesitamos innovar y remodelar el sistema educativo, pero al mismo tiempo no dejamos de evaluar su rendimiento en base a métricas del siglo XIX. ¡Es ridículo! No me malinterprete: por supuesto que hay que evaluar continuamente el progreso de cada niño. Sería indicado medir el rendimiento también en función de cuán bien se desenvuelven los estudiantes en los valores y conocimientos trabajados, de cómo relacionan habilidades con intereses y de qué propósitos insertan en cada actuación.

¿Cuánto tiempo llevaría completar este cambio de modelo?

Yo soy optimista, porque los niños son colaborativos por naturaleza y las nuevas tecnologías son, en mi opinión, muy buenas para su desarrollo. Cuando yo era pequeño, la idea de poder hablar con un niño ruso parecía ridícula. Hoy mi hijo juega y se comunica con niños de todo el globo con su consola. Creo que dentro de no mucho los padres desafiarán la propia idea de llevar a sus hijos a la escuela, apostando por modelos de educación colaborativa y online. Puede que las escuelas se queden obsoletas antes de lo que creemos. Nuestros hijos son unos consumidores muchísimo más complejos de lo que nosotros éramos a su edad. También son mucho más incontrolables. Hoy en día, si no les gusta algo, lo cambian.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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