El tren entre Londres y Bruselas cumple 20 años
Hace 20 años, un 14 de noviembre de 1994, el primer tren Eurostar atravesó el canal de la Mancha por un túnel de 50 kilómetros de largo construido 40 metros por debajo del lecho del océano y a 100 metros del nivel del mar. Desde ese día, los trenes unen la estación de Waterloo en Londres (ahora, la de St. Pancras) con la Gare du Nord en París y la de Midi/Zuid en Bruselas.
Más de 150 millones de personas han utilizado ya los servicios de Eurostar. Y otras tantas han atravesado el canal con los servicios ferroviarios para motocicletas, automóviles, autobuses o camiones, que cada año transportan 4 millones de vehículos.
El túnel se inauguró el 6 de mayo de 1994, siete años después de que se iniciara su construcción. Se completaba así una hazaña de la ingeniería que ambos lados habían soñado o temido desde que en 1802 se planteó el primer proyecto.
Tal vez hoy también sería irrealizable, con un David Cameron rendido a los anacronismos del partido eurófobo UKIP y con la xenófoba Marine Le Pen ganando las elecciones europeas en Francia. Pero la obra tiene ahora difícil marcha atrás porque cada año la utilizan unos 20 millones de personas (la mitad, con Eurostar).
Los estudios que maneja la gestora del túnel (Eurotunnel, compañía diferente a Eurostar) indican que el número podría aumentar en otros 14 millones antes de 2020, con una ampliación destinos y de unos servicios que ya unen Londres con París (en 2h 16') y con Bruselas (2h 1'). Y ayer mismo, para celebrar el 20 aniversario de los primeros trenes con pasajeros, Eurostar presentó en Londres un nuevo tren (el e320, fabricado por Siemens) con un 20% más de capacidad (hasta 900 pasajeros por convoy).
La Comisión Europea, sin embargo, lamenta la infrautilización del túnel (solo se usa el 43% de su capacidad, según Bruselas) y ha expedientado a Francia y Reino Unido para que que obliguen a Eurotunnel a reducir las tarifas de tránsito como para que faciliten la circulación de trenes que compitan con Eurostar (propiedad de la SNCF francesa, 55% y la LCR británica, 40%).
Acuerdo de Canterbury
La construcción del túnel fue fruto del histórico acuerdo alcanzado en 1986 por los gobiernos de Margaret Thatcher (que era euroescéptica, pero no boba) y François Mitterrand.
Casi un siglo antes, en 1880, habían llegado incluso a iniciarse las excavaciones. Pero las obras nunca se llevaron a cabo. Primero, porque el desarrollo de la aviación comercial restó interés al enlace subterráneo. Después, por las dos Guerras Mundiales que dividieron Europa. Imposible unir lo que separaban las trincheras.
Hasta 1955 Reino Unido no retiró las objeciones planteadas por motivos de seguridad a un enlace con el continente. Pero las relaciones entre París y Londres no atravesaban su mejor momento. Los británicos solicitaron (1961) el ingreso en la Comunidad Económica Europea y el general De Gaulle les dio el portazo en 1963 y 1967. En 1973, por fin, las islas ingresaban en el club, pero aquel mismo año se desencadenaba la crisis del petróleo y la idea de unir las dos orillas del Canal capotaba de nuevo.
Mitterrand y Thatcher retomaron el proyecto con la firma del Tratado de Canterbury en febrero de 1986. Año y medio después, las tuneladoras empezaban a trabajar. Y el 1 de diciembre de 1990 los perforadores de uno y otro lado se encontraban bajo el canal de la Mancha a 22,3 kilómetros de la costa británica y a 15,6 kilómetros de la francesa. El istmo de raíles y traviesas ponía fin al aislamiento ¿de quién?
Imagen (tomada de la web de Eurotunnel): encuentro de los dos túneles.