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Las microempresas (entre 0 y 9 empleados) suponen más del 95% del total de empresas en España

Empresa española: ¿Adaptada a la crisis?

empresa española

Con la crisis económica sin duda están aflorando todas las debilidades de nuestro sistema económico, jurídico y social. Uno de los aspectos fundamentales, pilar de nuestra economía y motor de nuestra sociedad es la rama empresarial, la cual se ha visto claramente afectada y abocada a un necesario cambio estructural, tanto de pensamiento como de organización interna y visibilidad en el mercado.

En estos últimos años que atravesamos hemos podido comprobar que todo aquel empresario no capacitado para el cambio evolutivo, es decir, de adaptación a la necesidad social producida por el “shock” económico, se ha quedado en el camino. Muchas empresas, de larga duración han tenido que liquidarse, y las que siguen aguantando el chaparrón lo hacen a base de un enorme sacrificio, tanto de sus socios y administradores como de sus propios trabajadores.

Situación actual en números

En los últimos cinco años se han cerrado aproximadamente entre dos millones y medio y tres millones de pequeñas y medianas empresas. Recordemos que en España, según datos del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, y según el Directorio Central de Empresas (DIRCE), a 1 de enero del año pasado había en España 3.142.928 empresas, de las cuales 3.139.106 (99,88%) son PYME, siendo únicamente un 0,12% grandes empresas. A mayor abundamiento, y en comparación con la Unión Europea, las microempresas (de 0 a 9 empleados) en España suponen el 95,7% del total de empresas.

Estudios del Ministerio también señalan que España cae al puesto 136 de 185 países donde es más difícil crear una empresa, por detrás de países como Zambia o Afganistán. Y según datos del informe Doing Business 2013 del Banco Mundial, España sigue bajando en esa escala.

Sin embargo, es curioso que siendo la práctica totalidad de nuestro sector empresarial pequeña y mediana empresa, nuestra normativa esté poco centrada en ellas. La formación de nuestros empresarios es precaria, desconocen, sea cual sea su ámbito empresarial, la normativa básica a nivel fiscal, laboral e incluso de protección de datos. Nadie se interesa en formales y, tarde o temprano, pagan las consecuencias de ese desconocimiento.

¿Cómo afronta una empresa la crisis?

Uno de los grandes problemas que se han detectado con la crisis económica ha sido la debilidad de los planes de negocio de nuestras empresas. Empresas creadas sin estudios de mercado previo, sin planes de negocio fijos, creadas por una simple ilusión. No se ha explicado a nuestros empresarios la necesidad de fijarse una hoja de ruta previa antes de crear su empresa. La necesidad de explicarles quiénes son y qué suponen para el mercado, cuál es su campo de actuación, cuál es su identidad, qué es lo que les hace únicos, cuáles son sus competidores, qué costes, ingresos, rentabilidad y riesgos están dispuestos a asumir. Tampoco les han explicado qué ventajas, es decir, estrategias y tácticas deberían utilizar y con qué equipo deberían rodearse.

Claro está que el Estado no es el único culpable, el empresario también debe pensar en todo ello y tratar de formarse para lograr su objetivo, pero si el 99,88% de nuestro sector está formado por pequeñas empresas alguien debe velar por ellas, son el motor de la economía nacional, merecen de la mayor de las protecciones por el sector público.

Visión de futuro para salir revalorizado

Todo está cambiando, el nuevo empresario debe adaptarse al entorno como si de una supervivencia en la selva se tratara. Está naciendo una nueva cultura emprendedora, herramientas como internet son la clave. Las reformas fiscales y laborales no están dejando más remedio que crear un nuevo empresario y un nuevo trabajador, dispuesto a asumir mayores riesgos. Ya no existe esa distinción entre empresario y trabajador como antaño sucedía, ahora se crean equipos de trabajo donde la distribución del riesgo se equipara.

Este nuevo modelo ha surgido de una clara necesidad, después de un modelo establecido totalmente desquebrajado. Hasta hace muy poco, la financiación de las empresas era puramente bancaria. El empresario acudía a su banco de confianza, este le daba pólizas de crédito y préstamos hipotecarios sin problema, eso sí, siempre garantizados personalmente por el propio socio o administrador. Ello provocaba una confusión clara de patrimonios entre empresa y socios, por lo tanto, la limitación de la responsabilidad normativamente fijada quedaba en papel mojado. En los años de bonanza no se detectó el problema, sin embargo, con la crisis esto ha estallado. El socio ha perdido no solo su empresa, sino que se ha endeudado personalmente con ella, incluso perdiendo su vivienda habitual, como ha sido frecuente.

Las empresas han tenido que afrontar préstamos hipotecarios con cláusulas abusivas (cláusulas limitativas del tipo de interés completamente desequilibradas) y otros productos complejos indebidamente comercializados (contratos de permuta de interés o SWAPs), pues las entidades bancarias vendieron todos estos “paquetes” sin previo análisis de la viabilidad de las empresas, garantizándose el cobro de los mismos por la solidaridad de los créditos con sus socios.

En esta situación nos hallamos, empresas destruidas, empresas endeudadas, socios y administradores convertidos en homúnculos al son de las entidades bancarias, leyes irreales e inaplicables para las empresas. El cambio debe por lo tanto ser inminente. Busquemos otros modelos, seamos capaces de crear de una forma distinta, formémonos desde bien jóvenes y tiremos de las riendas de un país castigado por la falta de previsión y cultura de algunos pocos y seamos capaces de desconfiar y cuestionar lo establecido.

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