Previsiones imperfectas
En el mes de septiembre, el paro registrado aumenta en 19.720 personas (0,45%), según los servicios públicos de empleo, hasta situarse en 4,44 millones. En este contexto, el FMI y otros organismos oficiales, en la primavera pasada, nos anunciaban que, tras siete años de crisis económica, la recuperación en la Unión Europea estaba a la puerta de la esquina y se revisaban todas sus previsiones al alza.
Sin embargo, a finales de verano nos anuncian todo lo contrario. Desde comienzos de septiembre los datos económicos que se van conociendo no invitan al optimismo y dejan en entredicho la recuperación. Sin duda, habrá que rebuscar en los manuales de ciencia económica al fundador de la teoría cíclica, al economista Clément Jugar, quien aseguró que los ciclos mantienen una duración entre siete y diez años.
Es evidente que la distancia que existe entre el mundo de la teoría y el de los hechos es muy grande. Las dificultades prácticas relacionadas con la puesta en funcionamiento de cualquier política económica son muy difíciles de predecir, sobre todo cuando las economías son considerablemente complejas. Hoy lo es mucho más debido a que siempre hay algo que cambia en el entorno socioeconómico mundial.
A pesar de los progresos considerables de los métodos estadísticos y de los instrumentos de recogida de datos, siguen existiendo actualmente serias dificultades para la previsión económica. Alain Blinder, macroeconomista de gran renombre, que fue vicepresidente de la Reserva Federal de EE UU y gran conocedor de primera mano de las dificultades en la aplicación de políticas monetarias, solía decir: “Hay dos maneras de obtener informaciones cuantificadas sobre la economía: ustedes pueden utilizar estimaciones econométricas o pueden solicitarlas a su tío”. Y añadía que personalmente, por inclinación profesional, suministraba preferentemente los datos econométricos. Pero tenía la percepción de que muchos responsables de bancos centrales, con cierta frecuencia, utilizaban prioritariamente el segundo método.
En la misma línea, Paul Samuelson, en su discurso de investidura en la Universidad de Valencia, manifestaba: hoy los economistas cuentan con potentes ordenadores y bases de datos pero nadie es capaz de predecir cuál será el PIB de un determinado país para el próximo año.
Por todo ello, no se entiende cómo desde el Gobierno todos los años en la presentación de los Presupuestos Generales nos lanzan un discurso demasiado optimista. “La crisis se ha terminado y la recuperación está aquí para quedarse”. Y sobre todo, por el riesgo exterior al que está sometida la economía española, debido a que la economía europea se encuentra en punto muerto (Francia, Italia y Alemania tienen recesión o crecimiento nulo).
La información más reciente del Banco de España, referida al tercer trimestre, indica un comportamiento algo menos expansivo de la demanda privada y una cierta moderación en la creación de empleo. El ministro de Economía, Luis de Guindos, avisó de que España no es inmune al estancamiento de la zona euro y recientemente, el ministro Montoro advierte: nadie está diciendo que el problema económico se está reduciendo en España.
Tengamos en cuenta que gran parte del cambio de tendencia de los trimestres anteriores es consecuencia del empuje de las exportaciones. Así, más del 60% de nuestras exportaciones se canalizan a la UE cuyas economías aplican políticas de austeridad muy fuertes, que afectan no solamente a la demanda interna, sino también a la demanda de importaciones (Francia prevé reducir en 21.000 millones el gasto público en 2015). Así, las restricciones presupuestarias de estos países se transmiten al resto de países miembros vía importaciones de bienes procedentes del exterior, también de España. Incluso un país que no realice ningún tipo de restricción presupuestaria puede ver su actividad frenada si los demás países realizan medidas de austeridad.
En nuestro país, la calle se encarga de desmentir todos los días los discursos triunfalistas del Gobierno que proclaman que de brotes verdes hemos pasado a raíces vigorosas. Frente a esos deseos, los indicadores más recientes disponibles muestran un escenario de recuperación frágil por la elevada tasa de paro, que, junto con el aumento espectacular de las desigualdades y la deflación salarial, repercute negativamente en el consumo de los hogares, provocando que el comercio minorista ya no crezca a los ritmos de trimestres anteriores (se sitúan por encima de la media en aquellas autonomías más turísticas; destaca Madrid con un descenso de más del 2%). Además, Cáritas informaba recientemente que 2,5 millones de ciudadanos se encuentran en riesgo de exclusión social con un aumento de más de 600.000 personas (+31%) que en 2012.
Vicente Castelló es Profesor de la Universidad Jaume I