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Columna
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Heineken, SAB y el antimonopolio

El monstruo cervecero angloholandés de los 130.000 millones podría saltarse los obstáculos antimonopolio. Heineken ha rechazado una oferta de adquisición de SABMiller como “no factible”. Como se podría esperar de la combinación de la segunda y tercera mayores cerveceras del mundo, esta podría generar problemas de competencia. Pero estos pueden arreglarse y el resultado sería un titán en los mercados emergentes. El control de la familia Heineken estaría detrás de la negativa.

Sin duda, los protagonistas tendrían que tragarse un par de problemas del tamaño de una garrafa. La empresa de investigación de consumo Datamonitor Consumer señala que SAB y Heineken servirían el 51,9% de las cervezas en Italia, el 68,7% en los Países Bajos y el 72,8% en Polonia. Ambas son grandes en África. Mientras tanto, la participación de Heineken en la india United Breweries crearía un dolor de cabeza en el subcontinente y la participación de SAB en Efes podría crear una nueva entidad con más fuerza en Rusia de la que los reguladores podrían soportar.

Todo esto añade complejidad. Pero no tiene por qué ser motivo para romper un acuerdo. Los consumidores de la creciente clase media de Asia, África y América Latina tienen sed y SABMiller y Heineken están persiguiendo esta oportunidad cada uno por su lado. Podrían hacerlo mejor juntos.

La actitud de la familia Heineken parece ser el mayor problema. Incluso aunque su interés económico en la cervecera está por debajo de 23%, controla efectivamente un poco más del 50% de los votos. Y como su negativa del 14 de septiembre deja claro, la familia Heineken valora su independencia.

La tarea de SABMiller es mostrar cuáles serían las ganancias de la fusión, aquellas que supongan las menores concesiones posibles para calmar a los reguladores de la competencia, que crearán más valor del que nunca alcanzaría Heineken de manera independiente. En ese caso, se podría esperar otros propietarios de Heineken para empujar la familia a reconsiderar la decisión.

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