_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contracción europea, endeudamiento español

La locomotora se detiene. Lo hace abruptamente. Alemania decrece este último trimestre. Francia sigue estancada, permanentemente estancada pero con la suerte de que el foco siempre se ha posado en otros países. Italia no remonta como tampoco terminan de hacerlo sus reformas. España sí crece pero su endeudamiento es histórico. El billón de euros. Más de un 98% el endeudamiento de las Administraciones públicas. Todavía crecerá algo más. Al lado el endeudamiento privado que lastró a este país y todavía nos arrastra. Nunca la deuda pública había sido tan alta. El corolario a la crisis y a las medidas adoptadas que abocaban al mismo. Europa se contrae. Frena. Se ralentiza. Velocidad cero en el corazón, dinamismo aunque no álgido en la periferia. Dragui amaga, pero no termina de decidir, el euro sigue fuerte. No es competitivo, no lo es para la internacionalización de nuestra economía y la competitividad de los precios, toda vez que lo que hemos logrado ha sido, no tanto por innovación y tecnología, cuanto por la caída de los salarios. La recuperación no termina de despegar, pero sí está en la pista. Falta que acelere. Solo lo hace en los países bálticos y en el país más fuerte fuera del euro, Reino Unido, el faro ahora mismo del crecimiento económico en Europa. La zona euro echa el freno, tras un primer trimestre donde el crecimiento del PIB fue tímido, un 0,2%.

Europa necesita reformas, y urge hacerlas. No solo cosméticas. Y las necesita con el mismo ímpetu e igual energía con que le fueron impuestas a España y Portugal, que sí están ahora mismo en la senda del crecimiento. Mas, ¿aplicarán franceses y alemanes la misma receta? Viejas recetas en odres igualmente viejos. Dudas, incertidumbre y miedo. Europa sigue inmóvil, inerme. Atrapada en sus propias contradicciones y resistiéndose a ser lo que debería ser, un actor principal y económico. Baja inversión de las empresas y un crecimiento exterior negativo en las principales economías europeas lastran las cifras y tiñen de escepticismo la recuperación. No solo es cuestión de voluntades, sino de realidades. Internacionalización y financiación de las empresas son los dos grandes caballos de batalla pero también el talón de Aquiles y la esperanza de miles de empresas. Máxime de pequeñas y medianas empresas, verdadero pulmón de nuestra economía. Dependemos sobremanera de la financiación bancaria, y esta ha estado retraída hasta el extremo. No hemos sido capaces de arbitrar nuevos cauces y canales que permitan no depender tanto de rigideces y contracciones o cálculo de otros y sus limpiezas de balances. Financiación de start-ups, business angels, autofinanciación, crowdfunding, y un largo etcétera vienen para quedarse. Innovación e ingenio, el mismo que necesita Europa para resituarse de nuevo, para reindustrializarse y relocalizarse.

El papel que juega la Unión Europea en el escenario internacional no es el que realmente le debería corresponder por su peso y posición, tanto política como económicamente. Alemania sigue hablando de su receta de rigor y austeridad, control y eficiencia más esfuerzo y constricción. Pero se contrae. Italia ha rozado con su mentón el suelo de las vanidades y amenaza aún hoy con abrir una espita insondable. ¿A qué obedece este relegamiento voluntario de Europa a pesar de simular un protagonismo irreal y que incluso se tradujo no ha mucho tiempo en exigir una agencia de calificación financiera europea? Institucionalmente no deberían existir fisuras y sin embargo las hay. El diseño institucional está lastrado por viejas inercias y cotas de poder que hacen poco o nada funcional el sistema y que sucumbe de nuevo ante esta crisis económica lacerante y larvada. Respuestas internas más que comunes.

Empieza a sobrar demagogia en Europa, se adolece de falta de valentía, audacia, saber dónde estamos y hacia dónde queremos ir. Estamos echando un pulso equivocado. ¿Qué Europa queremos y hacia dónde y con quién queremos ir? Tal vez se ha ido demasiado deprisa, distante de una ciudadanía que siente lejano el horizonte de un sueño, la Europa unida. Las crisis no son malas per se, al contrario, ayudan a avanzar desde la reflexión, el sosiego y el sentido común, mas eso sí, siempre que se tenga claro hacia dónde se quiere ir. Culpar de todo a la crisis de Ucrania, tampoco es lo correcto.

Abel Veiga Copo es profesor de Derecho en ICADE.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_