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El inquietante mensaje de los tipos de interés

Desde hace algunos unos años la economía transita por una ruta para la que no existen mapas. La crisis actual no ha tenido un claro precedente en la historia y sólo cuenta con similitudes con la Gran Depresión americana de los años 30. Para reconducir la situación los bancos centrales más influyentes se han visto obligados a tomar medidas poco convencionales y nada usuales.

Los tipos de interés alcanzaron sus mínimos históricos en Estados Unidos en diciembre de 2008 y se han mantenido ahí durante más de 5 años. A pesar de ello, la tibieza de la recuperación ha obligado a la FED a tomar novedosas medidas de actuación que han llegado a situar su tipo de interés a 10 años por debajo del 1,4%, antes de repuntar hasta el 3% en diciembre de 2013. En la actualidad, el tipo a 10 años americano se encuentra en el 2,65%. A pesar de esta reciente subida, este nivel de tipos sigue siendo extremadamente bajo.

Los tipos de interés de referencia son aquellos que fijan los bancos centrales y como consecuencia de su anuncio, los precios a los que las entidades que prestan dinero o las que piden prestado y que operan en los mercados se adaptan a dicho entorno de tipos, operando bajo esas condiciones que imponen las autoridades monetarias. Pero también suele ser incluso más frecuente que los mercados comiencen a operar gradualmente en otros rangos de tipos, distintos a los marcados como referencia, anticipándose en cierta medida a los movimientos que van a verse abocados a tomar los bancos centrales según el contexto económico en el que nos encontremos. De algún modo, los tipos de interés de mercado “nos hablan” y nos cuentan cual es la situación que vivimos, cómo está la economía o cómo va a estar algunos meses más tarde....

Siempre hay una razón de peso que avala una cotización de mercado. Cuando las circunstancias cambian, los precios también cambian. En julio de 2012, los inversores llegaron a exigirle a la deuda española a 10 años una rentabilidad del 7,75%. Se trataba de un precio no conocido desde 1996 cuando aún no existía la moneda única europea y los tipos de intervención del Banco de España rondaban el 7,25%. En 2012, sin embargo, los tipos en Europa estaban fijados en el 1%. En aquel momento, los tipos de la deuda española nos ponían sobre aviso de la gravedad del escenario económico de nuestro país, los problemas sin resolver de la banca, los desequilibrios de nuestras cuentas públicas, la insostenibilidad del sistema público de pensiones, etc.

El reciente rally de los bonos soberanos de los países de la periferia europea plantea desde hace algunos días ciertas incógnitas que sirven para avivar el debate sobre las políticas monetarias en la actualidad. Por ejemplo, ¿Tiene algún sentido que España con rating BBB- (y una tasa de paro por encima del 25%!!) se financie a tipos similares a los de Estados Unidos cuya nota de crédito es AA+ (y su tasa de paro se encuentra por debajo del 7%? ¿Por qué Grecia varios años después de su primer rescate y cuya deuda ha seguido aumentado desde entonces hasta máximos históricos del 175% del PIB no sólo consigue colocar sus bonos sino que lo hace con gran éxito? Si seguimos reflexionando encontraremos alguna que otra paradoja más...

Pero los tipos “nos hablan”. Y el mensaje que nos están transmitiendo no es para nada optimista. El escenario de tipos anormalmente reducidos al que asistimos es un claro síntoma y una consecuencia directa de la debilidad actual de la economía. En otro caso, cuando los mercados anticipan una mejoría de la actividad económica, es frecuente ver que rápidamente las curvas de tipos se desplazan hacia arriba.

Sorprende, por tanto, el apetito existente en la actualidad por los activos de renta fija a tipos tan bajos y prácticamente a cualquier plazo, dado que si en algún momento la economía mejorase y viésemos una repentina subida de los tipos de mercado, los inversores en esta clase de activos sufrirían serias pérdidas.

Pero, ¿y si los mercados estuviesen esperando una larga fase de estancamiento económico y como consecuencia de ella la más absoluta ausencia de inflación? Entonces sí, los tipos empiezan a cuadrar y las razones son inquietantes. La falta de inflación, por mucho que beneficie a unos pocos no es deseable para el conjunto de la economía. La falta de inflación dificulta el proceso de desapalancamiento actual necesario para normalizar la actividad económica y deprime las expectativas de los agentes económicos, ya sean consumidores, empresas, trabajadores, etc pero sobre todo denota la falta de fuerza de la demanda y por tanto, de la recuperación económica.

Aún no hemos encontrado la puerta de salida definitiva a esta crisis y esto es lo que indican los tipos. Esperemos verlos pronto en una nueva senda por nuevas y buenas razones.

Alejandro Varela, Gestor del fondo Renta 4 Alhambra FI

@AVarela_Madrid

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