El capitalismo europeo, a prueba
Las reacciones gubernamentales a dos operaciones en marcha en España y Francia, la compra de Deoleo por la firma de capital riesgo CVC y el interés de General Electric por Alstom, plantean cuestiones como las siguientes: ¿Persiste en Europa de forma velada la conocida como acción de oro, aquella reserva accionarial que los Estados mantenían en compañías nacionales consideradas como estratégicas y mediante la cual imponían directrices gubernamentales? ¿Debería intervenir un Estado en una operación cuando se está hablando de vender una gran compañía nacional a un grupo extranjero? En el fondo, ¿no interviene también el Gobierno de Estados Unidos en el ámbito privado cuando se trata de defender los intereses de sus multinacionales? Las declaraciones de responsables políticos españoles y franceses advirtiendo sobre la venta de Deoleo y Alstom a grupos extranjeros ¿obedece a una estrategia política de cara a los electores o es realmente una línea de acción convenida y planeada adecuadamente?
En primer lugar hay que decir que sería disparatado pensar que tanto CVC como General Electric no hayan trasladado a los respectivos Gobiernos de España y Francia sus pretensiones sobre Deoleo y General Electric antes de que esas se hicieran públicas a través de los medios de comunicación. Los Gobiernos no disponen ya de acción de oro en cotizadas estratégicas, pero hay formas más sutiles y tan efectivas como la acción de oro para neutralizar posibles operaciones.
Los Gobiernos europeos, y también el de Estados Unidos, no pueden oponerse a una operación corporativa directamente, y menos sobre una cotizada: se supone que imperan las reglas del libre mercado. Pero sí que pueden intervenir sobre los sectores afectados. Por ejemplo, en el caso de Deoleo el Gobierno español podría advertir a los responsables de CVC que impondrán una tasa sobre exportaciones de aceite (o sobre el envase, el etiquetado...) que desalentarían a la firma de inversión de llevar a cabo la operación; el francés podría trasladar a GE su intención de endurecer el trato fiscal al sector energético eólico, tasas ferroviarias...
Todo esto hace suponer que cuando los Gobiernos hacen declaraciones públicas sobre operaciones privadas en marcha en realidad lo que están haciendo es tratar de anotarse un tanto patriótico ante sus electores. Porque sería irreal pensar que un grupo privado insistiera en una operación como la Deoleo o Alstom si previamente el Gobierno les hubiera transmitido sus reticencias.
El ministro de Economía francés, Arnaud Montebourg, cayó el viernes en su propia trampa cuando después de declarar que Alstom es un “símbolo de la industria francesa” dijo que había hablado ya sobre el asunto con el presidente de Alstom, cuando la multinacional francesa todavía ni siquiera había confirmado las negociaciones.