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Escuelas internacionales

Las más globales de la clase

Las grandes escuelas de negocios españolas se internacionalizan, pero cada una elige una estrategia distinta.

El profesor Eric Weber, director asociado de IESE, viaja todos los meses a Nueva York, donde pasa varios días en el campus que la escuela de negocios tiene ahí. Pero ese no es su único recorrido. “Hago varios viajes al año a Latinoamérica, China, Alemania, yo y otros colegas del IESE”, dice. La globalización de las business schools españolas ha alcanzado tal extremo que decenas de profesores de IESE, IE Business School, ESADE o ESIC más parecen ajetreados ejecutivos que profesionales de la docencia. Esto porque tres de las cuatro citadas tienen campus o delegaciones fuera de España, algo de lo que no pueden presumir la mayoría de sus rivales en el mundo. “No hay muchas escuelas de negocios de Estados Unidos, ni de otros países, que tengan campus fuera. De hecho, somos la primera no americana que ha implantado uno en Estados Unidos”, reconoce Weber.

También el claustro y el alumnado están internacionalizados. En EE UU, lo normal es que las escuelas de negocios tengan hasta un 35% de alumnos extranjeros: las cuatro grandes españolas superan el 80%. “En IE Business School los alumnos extranjeros, de más de 100 países, son más del 95% del total”. Y los profesores venidos más del 60%. En otras escuelas estos ratios son muy similares. “Es posible que esto tenga que ver con el hecho de que EE UU sea un mercado gigantesco, mientras que España, al ser un país más pequeño, tiene que buscar sus alumnos fuera”, señala Garland.

Este fenómeno no es reciente. Estas escuelas llevan décadas trabajando su lado internacional, entre ellas el IESE, que empezó a extenderse por el mundo ya en los años sesenta. La estrategia entonces elegida fue la de crear business schools similares en países donde eso era una novedad, sobre todo en Latinoamérica. La primera, en México, se fundó en 1964, y ahora hay 16 de estas escuelas de negocios asociadas, tres en África, dos en Asia, una en Portugal y 10 en América. “Mantenemos una relación muy estrecha con ellas. Hacemos intercambios de alumnos y profesores, abordamos proyectos de investigación y tenemos un comité asesor conjunto”, aclara Weber. La iniciativa resultó interesante ya que le dio al IESE una pátina de prestigio y modernidad en América Latina, que seguramente le ayudó a traer sus primeros alumnos de la zona a España.

Pero, el modelo presentaba limitaciones. Estas escuelas son independientes. Quizá por eso, a principios del 2000 el IESE decidió crear campus propios fuera. El primero fue el de Múnich, en el 2004, seguido por los de São Paulo y Nueva York. “Empezamos por Alemania porque, si bien es la mayor potencia industrial de Europa, vimos que su sistema de formación de directivos estaba anticuado, lo que suponía una oportunidad de negocio”, recuerda el director asociado. La implantación del campus de Múnich no solo le permite al IESE ofrecer MBA y programas abiertos para directivos, sino también cursos a medida in company. “Trabajamos con unas veinte multinacionales alemanas”, puntualiza Weber.

El IESE fundó su primera ‘business school’ asociada en 1964, en México

En Brasil, donde el IESE tiene un campus asociado, fue elegido por la misma razón que Alemania; ser la gran potencia económica de su región. Y el último eslabón fue Nueva York, que ocupa un edificio de seis plantas cercano al Central Park, inaugurado en el 2010.

También el ESIC empezó a extenderse en el mundo a principios de la década del 2000, en su caso en el sur de Brasil. “Abrimos primero en Curitiba (Estado de Paraná) hace diez años”, señala Richard Lander, director de relaciones Internacionales de la escuela, “y más recientemente un segundo en Brusque, en Santa Catarina”. Lander arguye que, “dado el interés que tenemos en Latinoamérica, de donde nos llegan muchos alumnos, Brasil era interesante. Es uno de los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China)”.

La tercera en liza es ESADE, que tuvo hace años un campus en Buenos Aires, que luego cerró porque no había dado los resultados esperados. Ahora vuelve a intentarlo, con un nuevo formato, que empezó a implantar el pasado otoño, una red de delegaciones en varias capitales latinoamericanas, desde las que ofrece programas locales. “Vamos a ofrecer programas para ejecutivos y cursos a medida para las empresas”, destaca Xavier Gimbert, director de Latinoamérica en ESADE.

La escuela pondrá en marcha en mayo su Programme for Leadership Development (PLD), un curso de cinco meses, dirigido a directivos que será impartido en cuatro ciudades de la zona, México, São Paulo, Bogotá y Lima. También ha empezado a promocionar sus cursos a medida para compañías. De momento, ha presentado unas veinte propuestas de cursos a empresas, sobre todo españolas, “que son las que nos conocen y nos valoran más”, aclara Gimbert. El directivo opina que, “el tener esa presencia directa nos permite conocer mejor la economía y los problemas de las empresas”. Al igual que los campus de IESE y ESIC, estas delegaciones buscan potenciar el reclutamiento de nuevos alumnos para el MBA en España.

La única que no ha sucumbido a la tentación de los campus es la IE Business School, que se ha enfocado en el desarrollo de su red de oficinas exteriores, que se inició en el 2001. “No vemos la necesidad de esos campus, ya que tenemos acuerdos internacionales que nos permiten dar a los alumnos una experiencia en los más diversos sitios”, puntualiza Garland. La escuela tiene ya 27 de estas oficinas de representación, desde Los Ángeles a Shanghái, México o Singapur, una red que está creciendo. “Acabamos de abril en Lagos, Estambul o París”, resalta. Estas oficinas, algunas con siete u ocho personas, el caso de la de Bogotá, cumplen una función decisiva. “Las utilizamos —explica el directivo— para promocionar nuestros programas, reclutar, hacer pruebas de admisión, ayudar con los visados, apoyar la colocación de los antiguos alumnos, y buscar acuerdos con empresas”.

Medidos en términos contables, los resultados de estas iniciativas pueden parecer limitados. La actividad que se desarrolla en estos campus supone solo el 10% del total, en el caso del IESE. Y en el ESIC, solo 550 de sus 4.000 estudiantes están en Brasil. Además, es un modelo caro. Los profesores tienen que moverse (viajes de avión, hoteles), continuamente. “Tenemos una unidad de innovación —apunta Weber— que está experimentando con la videoconferencia. El problema es que esta solo vale para asignaturas muy técnicas”.

¿Por qué la internacionalización? “Creo que lo hacemos —opina Gimbert, del ESADE,— porque viene a ser como la autoaplicación de lo que enseñamos”. Weber, del IESE, subraya que “queremos que esos campus sean como unas plataformas de crecimiento e investigación que tenemos en áreas estratégicas del planeta. Nos interesa, por ejemplo, aprender del modelo de empresa alemana o brasileña”. Los campus sirven, en definitiva, para que los profesores accedan a otras realidades y entornos empresariales, “lo que les enriquece a la hora de dar sus clases”, aclara.

Al tener muchos alumnos de Brasil, ESIC eligió ese país para implantarse

Todo empezó porque estas escuelas querían acompañar y apoyar la expansión de las grandes empresas españolas por el mundo. A las multinacionales les faltaba cierto poso internacional. Igual que a los ejecutivos, cuyo gran reto sigue siendo el tener que trabajar en un escenario mundial (para comprar, exportar, invertir…), sea desde la sede o a lo largo y ancho del mundo.

Además, recuerda Gimbert “nuestro mercado ya no es local sino global. Las empresas reclutan gente para todo el mundo, las ofertas de empleo te llegan también de todos lados”. Esta es la razón, por la que todas las grandes escuelas de negocios, al margen de los campus de IESE o ESIC o de las delegaciones de ESADE, hayan multiplicado en los últimos años los MBA y másteres de tipo internacional, en combinación con otras escuelas de EE UU, Latinoamérica, Europa o Asia, que permiten a los estudiantes añadir a sus clases en el campo de origen, experiencias docentes y prácticas en otros centros dispersos por el mundo. Pero, no cabe duda de que si estas instituciones han podido globalizarse, a todos los niveles es porque el propio mercado de enseñanza de negocios y de fichaje de ejecutivos se ha internacionalizado a tope. Lo primero, que no se hallan coartadas por las normas nacionales sobre títulos: sus diplomas valen lo que vale su posición en los rankings, globales también.

“Nuestros títulos —apostilla Gimbert— no los valora ningún ministerio sino el mercado. Todas las escuelas que aparecemos en los rankings estamos en un mercado internacional”. De ahí, la importancia de estar bien posicionado en esas listas elaboradas por el Financial Times, Forbes, Business Week o The Economist. “O te mantienes en esos rankings o desapareces”, concluye Gimbert.

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