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Editorial

Transparencia en la remuneración

La Comisión Europea aprobó ayer un proyecto de reforma de la directiva sobre derechos de los accionistas que obligará a las empresas cotizadas a fijar un tope salarial para sus ejecutivos. Bruselas, con buen criterio, no se inmiscuye en el perímetro de esos salarios, que podrá ser decidido con absoluta libertad por cada compañía, en función de sus propios intereses y posibilidades. Pero la norma exige que, al menos cada tres años, los propietarios de la compañía, sus accionistas, fijen por adelantado el máximo que están dispuestos a pagar a sus gestores. Bruselas asegura que esa mayor transparencia y control de la política de remuneración garantizará un vínculo más estrecho entre los salarios de los ejecutivos y los resultados. Hasta ahora, según los datos esgrimidos por la Comisión, ambos parámetros no han guardado una excesiva correlación. En España, por ejemplo, entre 2006 y 2011, la cotización bursátil cayó de media un 40% mientras los salarios de los ejecutivos subían un 26%. La disparidad fue aún mayor en países como Francia, donde los salarios crecieron un 94% mientras el valor bursátil –indicador que considerado solo también es discutible por su cortoplacismo– caía un 34%. Una brecha que a menudo pasó desapercibida para unos accionistas que ni siquiera fueron consultados por sus “empleados”, los ejecutivos.

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