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Columna
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Occidente y Rusia: si se quiere, se puede

Las potencias occidentales parecen considerar que Crimea se ha ido, que Rusia está ahí para quedarse, y que su principal opción es aumentar el “coste” –en palabras de Barack Obama– que Vladimir Putin debe pagar por sus actuaciones en el territorio de Ucrania.

De hecho, la caída del 10% en los mercados de valores rusos tras la escalada militar en la península muestra que los costes económicos a los que se enfrenta Putin podrían ser importantes. Pero esto difícilmente impresionará mucho al presidente ruso. Lo que importa es cómo Europa y Estados Unidos actuarán para cambiar los fundamentos de su relación con Moscú.

Eso explica la reacción impulsiva de los mercados a la escalada de la crisis este fin de semana. Los inversores parecen prepararse para un mayor aislamiento económico y financiero de Rusia. Puede que sea cierto a corto plazo. La fuga de capitales aumentará y la inversión extranjera disminuirá. El antiguo problema de Rusia –su imprevisibilidad jurídica y financiera– no ha hecho más que aumentar con los movimientos sorpresa de Putin. La devaluación del rublo, un 10% desde en lo que va de año, hará que los bienes de consumo, en su mayoría importados, sean más caros.

La devaluación del rublo hará que los bienes de consumo, la mayoría importados, sean más caros

Pero el objetivo de las sanciones no es solo castigar a Rusia por su toma de control de facto de Crimea, sino evitar que esta ahonde aún más en el resto de Ucrania oriental. Allí, Occidente no tiene muchas opciones eficaces a corto plazo. Es necesario desenredar la cómoda relación con Rusia que se construyó en el último cuarto de siglo. Este es sobre todo un problema de la Unión Europea. Europa continental tiene que sacudirse su adicción al gas ruso, y la City de Londres tiene que dejar de servir de lavandería para el dinero de funcionarios y empresarios rusos corruptos.

Esto no puede pasar a corto plazo, aunque solo sea porque los europeos están divididos, pues algunos de ellos todavía intentan hacer entrar en razón a Putin. Es crucial enviar la señal de que la UE toma la crisis ucraniana como lo que es: no un problema pasajero en la historia reciente de su ardua relación con Rusia, sino la clara señal de que se enfrentan a un líder impredecible con el que ya no pueden hacer negocios.

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