Los que pierden en la guerra de divisas
El dólar y el euro se están apreciando frente a una variedad de monedas, y en particular a las de algunos países emergentes. Esto hace que las exportaciones de Estados Unidos y la zona euro sean más caras, y las importaciones más baratas. Pueden absorber el impacto, pero con la inflación ya escasa, la presión a la baja sobre los precios podría ser más difícil de tratar.
Los índices ponderados por comercio exterior del dólar y el euro han aumentado en un 4% en el último año. La medida ha disminuido por la forma en que ambas monedas se han movido una frente a la otra: el euro ha subido solo un 1,7% frente al dólar. Pero ha habido grandes caídas frente a las divisas de los países con una política monetaria más expansiva y aquellos bajo la presión de los inversores internacionales. El yen ha caído un 9% frente al dólar en los últimos 12 meses, mientras que las divisas de Argentina, Brasil, Chile, India, Indonesia, Filipinas, Rusia y Tailandia han caído entre un 8 y un 36%.
Tanto la Fed como el BCE luchan con unas tasas de inflación que se sitúan muy por debajo de su objetivo del 2%
La dirección está clara; unas monedas más fuertes apuntan a unos precios más bajos. Eso puede ser una buena noticia para los consumidores estadounidenses y europeos, pero es casi lo último que las autoridades monetarias quieren. Tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco Central Europeo luchan con tasas de inflación muy por debajo de su objetivo del 2%. Aseguran no estar preocupados por una deflación persistente, pero la presión a la baja de las importaciones complica su trabajo.
Unas divisas débiles no siempre son bienvenidas. En tiempos normales un tipo de cambio fuerte era una buena señal para los países en desarrollo. Sin embargo, cuando muchos que se dedican a hacer devaluaciones competitivas, una moneda fuerte es signo de derrota. Puede que la pérdida de competitividad del comercio no sea el peor efecto de la guerra global de divisas para Estados Unidos y la zona euro.