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Test de estrés y tiros en el pie

Es España. Era España en 2011, cuando Zapatero cambió la Constitución y después cuando Trichet activó los LTRO. Era España en 2012, cuando Draghi pronunció las palabras mágicas. Y es España en 2013, con los test de estrés de la banca y el mecanismo europeo de supervisión. Siempre lo ha sido. Europa ha podido capear, más mal que bien, los rescates de países de menor tamaño. El de España era poco viable, y los problemas aquí sí son una amenaza existencial para el euro. Por mucho que se forzase la hoja Excel, los números para rescatar a España difícilmente salían… Y el contagio a Italia (que sería el tercer “rescatador” de España tras Alemania y Francia) sería casi imposible de frenar. El campo de batalla fue éste en esos dos años terribles y lo sigue siendo hoy, con los test de estrés como próxima referencia.

La teórica está clara. Como es el BCE quien asume la supervisión, y como se creará un mecanismo de resolución o rescate bancario europeo (aunque en la práctica seguirá mandando el “que cada palo aguante su vela”), hay que poner el contador a cero. Y eso supone realizar otro análisis en profundidad de la banca para detectar y solventar necesidades de capital.

Sí, es el día de la marmota. Si no me falla la memoria serán los cuartos test para la banca española en cuatro años. Con una diferencia: esta vez la banca española ya está rescatada y supervisada por Bruselas, y el rescate expira el mes que viene. Si de los test de estrés se desprende una fuerte necesidad de capital que no puede cubrir el sector privado, o bien España resuelve la papeleta por sí sola, arriesgándose a un rebrote de la crisis de deuda, o bien tiene que pedir un nuevo rescate, con similares consecuencias en el plano financiero y el añadido de la tormenta política, el tránsito por los parlamentos de media Europa... lo de siempre.

Por decirlo de otro modo, el BCE tendrá que aprobar o suspender a una banca española sobre la que ya tiene a sus inspectores, en virtud del acuerdo de rescate y el seguimiento por la troika de las condiciones de éste. ¿Tendría algún sentido un suspenso masivo? Sospecho que no. Por más que sobre el papel el ejercicio de los test de estrés sea técnico, cristalino y virginal.

Eso no significa que hay dos agujeros evidentes por los que la banca española puede sufrir. Con la exposición al ladrillo enterrada en el banco malo y las entidades forzadas a provisionar crédito, activos y refinanciaciones, el mayor riesgo en morosidad vendrá por el lado de las pymes. Normal, si tenemos en cuenta que tienen cerrado el grifo de la financiación y la demanda interna está desplomada.

El FMI realizó un ejercicio en el informe de estabilidad financiera del mes pasado y calculó que en el peor escenario la banca española podría cubrir a nivel agregado la morosidad del sector empresarial: 104.000 millones de euros. Claro que eso no quiere decir que ninguna entidad necesite capital: si el banco A tiene unas pérdidas de 2.000 millones y el banco B una generación de beneficio de 2.000 millones, el sistema financiero sigue necesitando 2.000 millones.

Otro aspecto, quizá más importante, es la deuda soberana. En los test de estrés de 2011 se aplicó un descuento, según el precio del mercado, a la deuda soberana. Actualmente eso no dañaría a la deuda española, pues el mercado secundario cotiza por encima del nominal. Pero los test de estrés pueden, claro está, analizar los riesgos derivados de la concentración de la cartera en un solo emisor, sobre todo si, como es el caso de la deuda española, se trata de activos volátiles. Es decir, puede que entre las pruebas de resistencia esté la de qué pasaría si la cartera de deuda se depreciase de forma repentina. Actualmente la banca española tiene el 7,65% de sus activos en deuda del Tesoro.

Pueden aflorar necesidades de capital en banca italiana, seguramente, y quizá en banca alemana. No son aspectos que puedan poner en riesgo la estabilidad financiera en la zona euro. España es otra cosa. Los test de estrés pueden apretar, y alguna entidad necesitará dinero, pero me extrañaría que las autoridades europeas se pegasen un tiro en el pie reabriendo las dudas sobre España. Serían dudas sobre el euro y sobre su propia capacidad para gestionar el rescate. 

Tampoco tiene demasiado que ganar; visto lo visto estos años, ni el test de estrés más duro convencería al inversor escéptico de que éste, y no los tres anteriores, es el bueno. El mercado, de hecho, sigue a la suya, que es hacer subir a la banca española, por más que, en paralelo, suba la morosidad. 

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